SHERLOCK HOLMES. JUEGO DE SOMBRAS
El famoso detective Sherlock Holmes siempre ha dado la sensación de ser más listo que nadie, pero ahora se encuentra con un rival a su medida que, además, añade a su inteligencia una innegable falta de escrúpulos, lo que le proporciona cierta ventaja. Se trata del Profesor Moriarty, quien parece ir siempre un paso por delante tejiendo una red de muertes y destrucción.
La segunda entrega cinematográfica de las aventuras del Sherlock Holmes llevado al cómic por Lionel Wigram nos remite a un personaje mucho más aventurero, menos seductor y bastante más arriesgado que el de la primera entrega. Será que el realizador Guy Ritchie se ha despojado de algunas dudas y se manifiesta tal y cual es. Razón por la cual en el segundo capítulo de esta saga inspirada en los personajes de Sir Arthur Conan Doyle prevalece el vértigo narrativo por encima de la imaginación seductora que se supone a sus personajes.
Nos quedamos con el Ritchie de Snatch, cerdos y diamantes, un artesano mucho más contenido, hiriente y razonablemente trasgresor. Muy superior en su propuesta a este enamorado de las explosiones y de los escenarios abigarrados. Aunque pretende mantener la propuesta de la primera entrega, lo consigue en parte gracias a una ambientación que mantiene el pulso hasta que el guion obliga a sus protagonistas a deambular por París, Alemania y Suiza.
Con una historia de menor encanto, con un humor bastante poco inteligente y unos razonamientos casi inexistentes, Sherlock Holmes se convierte en un James Bond cualquiera que se enfrenta al villano de turno, aunque en esta ocasión sea el de siempre. El Profesor Moriarty pierde su magia en este Juego de sombras, ya que su rostro –el de Jared Harris, que lo interpreta con acierto- se hace visible para el espectador en los primeros compases del film. La magia que, si se aceptaba la propuesta, desprendía el capítulo original se ve sublimada en esta ocasión por armas de fuego, tiroteos y persecuciones, mucho más dignas de cualquier agente secreto al uso que no de un sesudo y sagaz detective abonado a los disfraces y a todo tipo de bebidas alcohólicas.
Con una historia que nos deja indiferentes y una realización exagerada, lo mejor reside un la actuación. Robert Downey Jr. ha hecho de Sherlock Holmes su personaje por excelencia. No podemos imaginaros a otro inquilino del 221B de Baker Street con mayor sutileza y más sugestivo, No le anda a la zaga un eficiente Jude Law como el Doctor Watson, tan leal como aficionado a las cartas, Ambos bordan sendos papeles que parecen hechos a medida. Incluso se diría que provocan una cierta atracción física de la que se beneficia su interpretación y, por extensión, al conjunto de la obra.
Pero si su emparejamiento es un acierto no lo son tanto los personajes femeninos que pululan por el film. La prometida de Watson ve como la víspera de su boda su futuro marido parte con el siempre impredecible Holmes hacia un destino incierto. Rachel McAdams, heroína de la primera entrega y antigua enamorada del detective, se muestra en el comienzo de manera testimonial, mientras que la aparición de una gitana, curiosamente interpretada por una nórdica, permite a Noomi Rapace debutar fuera de su país y coincidir en las pantallas de todo el mundo con la versión norteamericana de Millenniun¸ cuya trilogía original siempre le estará en deuda.