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El poder del dinero (Paranoia) (*)

26 febrero 2014

Adam Cassidy quiere ser un ejecutivo de éxito. Frustrado porque Nicholas Wyatt no ha estimado su nuevo prototipo y, además, lo ha despedido junto a los demás componentes de su grupo de trabajo, no duda en efectuar un pequeño desfalco a la empresa. A cambio de no ir a la cárcel, se convertirá en un espía industrial.

Al cineasta Robert Luketic, responsable de 21 blackjack y Una rubia muy legal, entre otras, parece gustarle que sus películas las protagonice un tipo de buen ver cuyo físico exprimirá en la pantalla hasta decir basta. Da igual lo que cuente o como sea el envoltorio. La carne humana emerge como su más apreciada moneda de cambio. En este caso le ha tocado el turno al australiano Liam Hemsworth –no confundir con su hermano Chris-, un yogurín que no pudo pasar de unos cuantos planos en Los juegos del hambre. Debutó en Estados Unidos con La última canción, junto a Miley Cirus, pero sus cualidades como actor se encuentran muy ocultas.

Tampoco se puede decir mucho más de la protagonista femenina, Amber Beard, quien tampoco nos cautivó en Furia ciega ni en Los diarios del ron, y cuya química con Hemsworth brilla por su ausencia. Afortunadamente, la cinta posee  unos secundarios que saben su oficio y cumplen más que dignamente en un guion flojo que parte de una novela de Joseph Finder que no puede ser tan simple ni albergar tantas lagunas explicativas como la cinta. Nos referimos a los siempre cumplidores Harrison Ford y Gary Oldman. Incluso también a Richard Dreyfuss, que debe sacar adelante un papel al que le falta tanto oxígeno como a su personaje.

David Cassidy sobrevive con su padre, quien padece un enfisema pulmonar, al otro lado del puente, aunque su objetivo es triunfar en Manhattan. Su oportunidad se presenta cuando ha de mostrar a su jefe, Nicholas Wyatt (Oldman), un nuevo prototipo en el que han estado trabajando. Lejos de interesarle al magnate, David y los demás terminan de patitas en la calle por lo que el protagonista se toma la justicia por su mano gastándose alrededor de dos millones de pesetas en una noche de farra junto a sus colegas. A cambio de no ir a la cárcel, el chico debe trabajar en la sombra para el mismísimo Wyatt y convertirse en el hombre de confianza de la empresa rival, Eikon, dirigida por Jock Goddard -Harrison Ford-.

Esta mezcla de Wall Street, 21 blackjack y otras producciones, como Los fisgones, por ejemplo, parece recurrir a lo peor de cada casa en su intento de mantenerse en pie. Luketic no ha aprendido nada. Únicamente volver sobre sus pasos con el chico que comete una ilegalidad, se ve inmerso en un problema, y termina haciendo acto de contrición. En medio, claro, se enamora de la muchacha de turno a la que tendrá que engañar para salir adelante. La única diferencia con las demás es que se centra en la tecnología de los móviles de última generación, y la propuesta no puede ser más desesperanzadora.

Caminamos hacia un futuro impersonal en el que estaremos constantemente vigilados, si no lo estamos ya. Viendo avances de este tipo, creemos que George Orwell se quedó corto en su visión y El Gran Hermano es mucho más malvado de lo que habían supuesto en nuestras peores pesadillas. Mientras, guionista y director se afanan en que todo sea caótico, haciendo honor al título en inglés –Paranoia-; que los malos, a quienes se les ve venir de lejos, sean peores y que los buenos lo sean tantos que acumulen méritos para ser canonizados. El protagonista es otra cosa, que arrepentidos los quiere Dios. Y siempre situaciones inverosímiles, clímax de tensión sin clímax y una resolución pedestre que sólo nos deja una buena enseñanza: si no quieres que hurguen en tu vida, quita la batería de tu móvil.

From → Cine

One Comment
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