París a toda costa (Paris à tout prix) (*)
Maya trabaja en París y está a punto de conseguir su sueño, que pasa por convertirse en una estrella de la moda. Sin embargo, cuando una noche la detiene la policía por un leve incidente, es deportada a su país natal. En Marruecos deberá convivir con su familia entre unas tradiciones muy distintas y que prácticamente había olvidado.
Quiere beber en las fuentes de El diablo viste de Prada o en las de cualquier otra película sobre el mundo de la moda, como Prête á porter. También toma parte de una de esas típicas historias de emigrantes que regresan a su país y a los que les cuesta Dios y ayuda su readaptación. No es nada de eso por el planteamiento en sí de un film con muy buenos propósitos y exento absolutamente de garra. La culpa deben repartírsela al alimón los dos guionistas y la responsable de esta producción, Reem Kherici, que también es la protagonista y a quien se le debe la idea original.
No dudamos que haya una buena parte de elementos biográficos en el desarrollo de la historia, aunque su gestación bien podía ser ésta: inmigrante triunfadora en París ha de regresar obligatoriamente a Marruecos, donde encontrará una tradición y una cultura que creía olvidadas. Al principio, odia lo que le está pasando aunque paulatinamente se acostumbra a un mundo al que nunca ha dejado de pertenecer. Todo ello, con el universo de la moda como trasfondo.
El desarrollo, sin embargo, se marcha por el camino de la comedia más facilona, la que pretende arrancar sonrisas o carcajadas a base de anacronismos. Recurrir a los estereotipos tampoco es bueno para la calidad final de cualquier película y aquí tenemos a la realizadora debutante, que como actriz sólo había intervenido en OSS: perdido en Río, caminando con tacones por un camino pedregoso o pasándose la vida en shorts o con la espalda al aire hasta la cintura en pleno Marrakesh. Nos quedamos, de todas formas, con las bromas que le gasta su hermano y que ella, toda una parisina, se traga con la misma facilidad que la mayoría de los objetivos de cualquier timador.
Ni siquiera los modelos que las actrices lucen en el film resultan sorprendentes para una película relacionada con el mundo de la moda, pero tampoco nos tragamos que alguien pueda cambiar la capital francesa por un picnic en el desierto con cuatro camellos recortando su figura a contraluz. Únicamente la alegría que contagia la protagonista y el buen trabajo conjunto del elenco en la ciudad marroquí nos permite seguir el planteamiento con cierta curiosidad, porque el resto es directamente olvidable. Una de esas películas que si no se hubiese estrenado comercialmente tampoco la hubiésemos echado en falta.
Parafraseando a Joan Manuel Serrat, el sur también existe, pero este sur que nos plantea París a toda costa es de folklore con pandereta. Se queda en lo superficial sin ahondar en una problemática profunda y cuya moraleja se resume en que Marrakesh está muy bien para irnos de vacaciones pero no para nacer y vivir allí.
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