The Amazing Spider-Man: El poder de Electro (The Amazing Spider-Man 2: Rise of Electro) (***)
Peter Parker tiene su tiempo muy ocupado entre perseguir a los delincuentes y completar su graduación. Tampoco olvida la promesa que le hizo al padre de Gwen, en el sentido que debía protegerla y mantenerla lejos de él, algo muy difícil de cumplir. Por si fuera poco, aparecen dos nuevos villanos, Electro y su viejo amigo Harry Osborn.
La multinacional Sony quiere hacer de Spider-Man su principal franquicia y desde que Marc Webb se hizo cargo de la saga The Amazing, parece que ha puesto los mimbres necesarios para ello. Con unos personajes más jóvenes, un lenguaje más propio de adolescentes y una mayor carga emotiva, esta segunda entrega supera al original, si bien Webb sigue mostrando los mismos problemas a la hora de enlazar la acción con los problemas personales de sus personajes.
No cabe duda de que este film resulta espectacular, muy entretenido y alberga algunas sorpresas que no sería justo desvelar. Eso sí, no hay que esperar al término de los títulos de crédito para disfrutar del avance de un próximo capítulo cinematográfico, que llegará en 2016 con innegables alicientes. Mientras, tenemos dos años por delante para paladear como se merece la lucha de Spider-Man –Andrew Garfield- consigo mismo y dos villanos de altura, el Duende Verde y, sobre todo, Electro. A esta producción se añaden más toques de comedia, muy al estilo del cómic, aunque dudamos, especialmente al principio, que resulten tan efectivos como se pretende.
El Hombre Araña continúa con su amargura. Tiene varios frentes abiertos que son dignos del mejor psiquiatra. No solamente lucha contra los criminales al tiempo que ha de hacer frente a su graduación, sino que sufre con la soledad de su tía (Sally Field) y se debate internamente a causa de los problemas con Gwen (Emma Stone). Prometió a su padre moribundo que no solo la protegería sino que la apartaría de su lado para no ponerla en peligro. Un voto muy difícil de cumplir porque cuando dos se quieren…
Eran pocas sus vicisitudes, y aparece Electro. Se trata de Maxwell Dillon –Jamie Foxx-, un pusilánime e imaginativo operario de Oscorp Industries, que se convierte por casualidades del destino en un siniestro personaje capaz de, en una de las mejores secuencias, dejar sin luz a toda Nueva York, ciudad en la que se rodó íntegramente la película. En el propio argumento se aportan las claves para vencerle: una sobrecarga. De todas maneras, el súper héroe lo pasa muy mal, y el problema para su supervivencia estriba en que se pueda acceder al interruptor adecuado.
Los guionistas que trabajaron en esta adaptación incluyeron también a otros de los villanos más peligrosos para Spider-Man: El Duende Verde. Un viejo amigo de Peter Parker regresa a la ciudad. Se trata de Harry Osborn –Dane DeHaan-, cuyo padre le advierte en su lecho de muerte que una enfermedad hereditaria degenerativa se hará notar muy pronto en su cuerpo. Harry estima que la única posibilidad que tiene de retrasar su muerte es una transfusión de la sangre de Spider-Man, ya que el fluido vital del enmascarado tiene la virtud de regenerarse. No hay cosa más peligrosa para un humano con súper poderes que tener como rival al tipo más adinerado de los alrededores.
Con tanta acción, secuencias espectaculares que en 3D lo son todavía más, y la emotividad que suele acompañar al protagonista, el film se disfruta, aún con algunas obviedades del guion que pudieron salvarse con propuestas más imaginativas, y unos deseos incontrolables de demoler todo lo que se mueve. Se plantea en la película quién paga todo lo que se destruye al paso de Spider-Man. Por nuestra parte nos preguntamos si todavía quedan coches en el parque automovilístico de la policía de Nueva York tras el rodaje de esta película. Y de postre, dos detalles: la pegadiza canción It’s on Again, compuesta por Hans Zimmer e interpretada por Alicia Keys y Kendrick Lamar y el anuncio de que un Paul Giamanti, convertido en un armario de tres cuerpos, será un rival a tener en cuenta para el Hombre Araña.
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