Divergente (Divergent) (**)
En un mundo distópico, la sociedad está dividida en cinco facciones atendiendo a las facultades de cada ser humano, cada uno de los cuales tendrá que decidir a qué grupo pertenece. Beatriz sorprende a su familia con una decisión inesperada, aunque lo cierto es que se trata de una muchacha con unas facultades muy especiales.
Era cuestión de tiempo. Después del éxito de Los juegos del hambre tenía que llegar a la pantalla grande la adaptación de la trilogía de Veronica Roth, una historia dedicada especialmente a las quinceañeras en la que se mezcla un futuro distópico con la acción y el romance. Ambas disfrutan de sendas heroínas que se elevan por encima de los demás aspectos del film, puesto que se trata de un tipo de literatura destinada a las adolescentes. En su primera entrega, el original literario, con luces y sombras, ha sido trasplantado con bastante fidelidad al cine, sin pulir ninguno de sus defectos. El resultado es bastante plano, al tiempo que deja algunos aspectos fundamentales por explicar cómo se merece.
Después de una guerra, el mundo civilizado parece reducirse a lo que quedó de Chicago. Los fundadores lo han dividido en cinco facciones a tenor con las cualidades de sus habitantes: Abnegación (ayuda a los demás), Cordialidad (cultivo de la tierra), Erudición (investigación), Osadía (fuerzas policiales) y Verdad (leyes). Abnegación es la que se encarga de gobernar, aunque Verdad, dirigida por Kate Winslet, pretende moverles de sus asientos. Lo normal es que quien nace en una facción la elija a los dieciséis años, aunque siempre pueden decantarse por una distinta.
Ha llegado el momento para Beatriz Prior (Shailene Woodley) y su hermano Caleb (Ansel Elgort). Lo primero es recibir un suero que les indicará la mejor opción. La utilización de los diferentes sueros en el film, fundamental en la novela, resulta confusa y ese es uno de los problemas del realizador Neil Burger, cuyo punto más álgido de su carrera es El ilusionista. Los dos hermanos sorprenden a su familia eligiendo Osadía y Verdad, respectivamente. Beatriz, que cambia su nombre por Tris, era apta para cualquier facción, lo que la convierte en una divergente. Tanto ella como sus iguales son peligrosos para el sistema y por ello se les persigue con saña.
Tras un comienzo prometedor, la cinta alcanza su velocidad de crucero y prosigue con encefalograma plano. Incluso su protagonista principal, Shailene Woodley parece no sentirse a gusto, todo lo contrario que Cuatro –Theo James- , su pareja masculina, un instructor de Osadía que termina siendo su pareja. Es el mejor de un reparto que tiende al feminismo, y en la que Kate Winslet y Ashley Judd –madre de Tris- aportan sus tablas pero ninguna sobresale, al igual que una puesta en escena en la que el juego de luces y sombras se erige como lo más destacable.
El guion, con bastantes defectos nos remite a otra historia reaccionaria, en la que los responsables de una ciudad o un estado imponen su férrea voluntad. Esta inclinación totalitaria tiene su prolongación en las distintas facciones, especialmente en Osadía, donde se cambian las normas a voluntad de sus dirigentes. A cambio, disfrutamos de las mejores imágenes, con saltos de trenes en marcha, tirolinas y otras acciones de riesgo. En ellas se desenvuelve mejor Neil Burger que en las secuencias románticas, que no terminan de cuajar por mucho que gusten a las quinceañeras, especialmente por la presencia de Theo James. A partir de ahora, llegarán otras tres secuelas en otros tantos años: Insurgente y las dos entregas de Leal. Lo más esperanzador es que queda mucho margen de mejora.
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