La historia de Marie Heurtin (Marie Heurtin) (***)

A finales del siglo XIX un artesano modesto decide internar a su hija Marie en el orfanato próximo de las Hijas de la Sabiduría. Se trata de una muchacha ciega, sorda y muda de nacimiento, lo que la convierte en un pequeño salvaje. La hermana Margarita intentará enseñarle el lenguaje de gestos y que aprenda a guiarse por el tacto.
La pequeña Marie Heurtin sólo puede valerse del gusto y el tacto. Ciega, sorda y muda de nacimiento, sus padres no pueden hacerse cargo de ella, por lo que la confían al orfanato de las Hijas de la Sabiduría, cuyas internas son sordomudas en su mayoría, al igual que algunas de las religiosas que lo atienden. No así sor Margarita, que se aplica desde el primer momento para conseguir socializar a la recién llegada. La tarea es ardua pero, paulatinamente y por medio del amor hacia el prójimo que guía sus actos, va consiguiendo su propósito mientras sobrelleva una tuberculosis que amenaza con adelantar en demasía su final.
Después de cinco largometrajes, que incluyen la curiosa Tímidos anónimos y El hombre que ríe, con Gerard Depardieu, el cineasta francés Jean-Pierre Améris se decidió por otro drama nada convencional centrado en un nuevo personaje debilitado socialmente a causa de sus carencias. En este caso son físicas y no anímicas, como hasta el momento resultaba habitual en sus anteriores trabajos.
La cinta se da la mano, además, con los tradicionales filmes de la cinematografía gala centrados en la superación personal. En este caso, Améris se decide por construir una historia intemporal, pese a tratarse de un biopic, donde no enjuicia la religión desde el punto metafísico. Pocas preguntas acerca de ella y de sus misterios. Únicamente, su protagonista, llega a plantearse quién ese Dios del que le hablan al que no se le puede tocar.
De esta forma, la producción navega por la dificultad de su propuesta y la belleza de sus emociones. La secuencia en la que Marie descubre la nieve es seductora, aunque no así los falsos finales que conducen a que la película se enrosque sobre sí misma para cubrir el expediente de una duración estándar. El guion deja algunos cabos sueltos, como la relación de la protagonistas con las otras internas, al margen de sus primeros días en el orfanato, o también con sus padres, que únicamente acuden a verla una sola vez a los largo de varios años. Se intenta sublimar con la poesía que se desprende de las imágenes y de la hermosa relación entre Marie y la hermana Margarita.
Améris recurrió a Isabelle Carré, la protagonista de Tímidos anónimos para encarnar a la monja que consigue reconducir la vida de la recién llegada al centro en el que, hasta ese instante, solamente se ocupaba del huerto. Para la niña que da título al film, se decidió por Ariana Rivoire, sorda en la vida real, quien no se presentó al castin reclamado en su colegio pero a la que se le ofreció el papel, consiguiendo una actuación notable, por encima incluso de actrices profesionales, especialmente en lo que refiere a su adaptación para encarnar un personaje ciego. La química entre las dos protagonistas resulta notable y compone otro de los puntos a favor de este título de difícil carrera comercial, ya que su argumento está muy lejos de ser atractivo. Nada que ver, desde luego, con la sensibilidad que emana constantemente a lo largo de sus secuencias.
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