Mortdecai (*)

Un aristocrático y arruinado británico pretende salir de su crisis económica con el hallazgo de una pintura de Goya que alberga en su anverso el número
de una suculenta cuenta
bancaria. Otros marchantes sin escrúpulos también buscan el cuadro y los servicios secretos británicos no son ajenos al incidente.
Es difícil pensar en otro actor que no sea Johnny Depp para encarnar a Charlie Mortdecai, el protagonista de la novela escrita por Kyril Bonfglioli y Craig Brown. En ella se intenta parodiar las clásicas películas de robos basándose en un personaje histriónico, enormemente blando, casado con una bella mujer –Gwyneth Paltrow-, asediada desde la Universidad por un alto mando del MI5 británico –Ewan McGregor- y al que secunda en todo momento un fiel guardaespaldas, Jock Strapp –Paul Bettany-, experto en las artes amatorias pero que siempre sale mal parado
a causa de su señor.
Gran reparto, completado en sus principales papeles por Jeff Goldblum, Olivia Munn, Jonny Pasvolsby y Nicholas Farrell, para una historia dirigida por David Koepp, quien ya trabajara con Depp en La ventana secreta, a la que le falla su principal ingrediente: el humor. Con un aspecto visual que recuerda al de El Gran Hotel
Budapest, resultará muy difícil que alcance el éxito de ésta, ya que los mimbres resultan insuficientes como
para construir una película que mantenga el interés del espectador a lo largo de sus 106 minutos de duración.
Mortdecai se presenta a sí mismo como un brillante aristócrata, entendido en arte, buen espadachín y mejor tirador. Conforme avanza la cinta vemos que ninguna de esas cosas es realmente cierta. Únicamente queda un cierto aire de Lord británico, gusto trasnochado y su reciente bigote, por el que su esposa no siente ningún cariño.
Cuando las deudas les asfixian, un incidente viene a jugar a su favor. Una acreditada restauradora ha sido asesinada mientras trabajaba
en un cuadro perdido de Goya que, al parecer, contiene el número
de cuenta
de la fortuna del nazi Hermann Göering depositada un banco suizo. Entre
aquellos que buscan la pintura, robada tras el asesinato, figura un terrorista internacional, lo que hace que los servicios secretos e tren en juego, mientras mafiosos y marchantes de dudosa honestidad también se lancen a la caza y captura de una pieza tan valiosa.
Sin duda, el elenco artístico, y suponemos que también el técnico, se lo han pasado mucho mejor poniendo en pie esta producción que los propios espectadores. El histrionismo de Johnny Depp alcanza cotas inimaginables, lo cual resulta muy difícil de entender en el protagonista de Eduardo Manostijeras y Piratas del Caribe. Los demás le acompañan en papeles muy distintos a los que les han dado fama, pero casi siempre mostrando el lado más sarcástico de su profesionalidad.
El problema es que la cinta se ahoga en su propio humor porque no sabe mantenerlo y, con ello, desvaría el aspecto de thriller que se suma al de comedia de acción. Poco se puede
achacar a su director, que salva las escenas de acción y consigue una
puesta en escena más que salvable. Simplemente, el guion no da para
más, y ni siquiera el cachondeo recurrente del anticuado mostacho del protagonismo logra arrancar más sonrisas que las iniciales. Sucede lo mismo con
los accidentes que sufre casi constantemente Jock o con
algunas situaciones manidas que apenas llegan a entretener.