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Hasta prácticamente el final del siglo pasado, los jóvenes etíopes raptaban sin mayor miramiento a las mujeres y abusaban de ellas antes de convertirlas en sus esposas o repudiarlas. El caso de Hirut Assefa, una niña de catorce años, conmocionó al país y originó un profundo cambio en su legislación al respecto.
Siempre comprometida por los derechos de la mujer, Angelina Jolie produjo este largometraje que, por primera vez en la historia de Etiopía cuanta con un elenco prácticamente femenino en su parte técnica. No se incluye en este capítulo a Zeresenay Mehari, director y guionista de este film basado en hechos reales y ganador del Premio del Público en el Festival de Sundance.
La historia se centra en dos mujeres. Meaza Ashenafie –Meron Getnet- abandonó su cargo de jueza para fundar la Asociación de Mujeres Juristas de Etiopía, por la que fue reconocida internacionalmente. Por otra parte, Hirut Assefa –Tizita Hagere- es una niña de catorce años que, al salir de la escuela es raptada por un grupo de hombres armados que la golpean antes de encerrarla en una cabaña. Posteriormente, uno de ellos la viola y le anuncia que, en el transcurso de pocos días la convertirá en su esposa. Ella consigue escapar del cautiverio, se hace con una escopeta y mata a su futuro esposo. Las leyes locales, a finales del siglo XX, condenaban sucesos de este calibre con la pena de muerte.
Al enterarse de los acontecimientos, Meaza decide intervenir de forma altruista para defender a la acusada. Para ello, tendrá que enfrentarse con dos oposiciones muy importantes: la tradicional y la legislativa. El juicio popular, al pie de un árbol centenario, condena a los padres de Hirut a satisfacer a la familia del hombre abatido con una importante cantidad de dinero o su equivalente en ganado. El castigo para ella es el exilio. Por otra parte, las leyes etíopes tenían establecida la pena de muerte para las autoras materiales del homicidio aunque se tratase en defensa propia.
Los hechos que narran la película sirvieron para modificar las ordenanzas locales, pero el trabajo de las juristas para conseguirlo resultó ímprobo. Esta producción, que denuncia sin miramientos el ínfimo papel social de la mujer en algunos países, se antoja necesaria desde el punto de vista de los derechos humanos. La situación de Hirut, cuya hermana mayor había sido previamente raptada sin que volvieran a tener noticias suyas, y que teme que la pequeña siga posteriormente el mismo camino, conmociona.
Sin embargo, la calidad fílmica está muy alejada del propósito primordial de la cinta. La denuncia es la razón primera, aunque si hubiese estado mejor rodada, y con un guion más esmerado, sus propósitos se hubieran visto mucho más compensados. La propuesta artística se queda muy por debajo de la humana. La producción resulta endeble en casi todos los apartados, lo que no impide la fuerza de un argumento cuya exposición pública resulta tan necesaria como esas otras películas que denuncian diversas formas de explotación de la mujer, el apartheid, la utilización inconcebible de los niños soldados, etc.
El continente africano, tristemente, proporciona demasiados ejemplos de este tipo. Algunos tan crueles como el protagonizado por Hirut Assefa. Afortunadamente, hay personas decididas, como Meaza Ashenafi, dispuestas a dejarse la piel por combatir estas injusticias. Bueno es que el cine las acerque a una gran mayoría.