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Suite francesa (Suite française) (***)

11 mayo 2015

Ambientada durante la ocupación germana en Francia durante 1940, se centra en el romance entre una campesina local y un oficial alemán. La acción se desarrolla en una pequeña localidad cuyas casas acogen a los altos mandos de un destacamento nazi. La mujer, cuyo marido es prisionero de guerra, vive en el domicilio de su autoritaria suegra.

El título de la película se corresponde con una serie de libros inacabados escritos por la autora judía Irène Némirowsky, cuyos manuscritos aparecieron en poder de su hija. Publicados en 2004, alcanzaron un gran éxito de ventas y narran desde la huida de los ciudadanos parisinos en las horas previas a la invasión –Tormenta en junio- hasta la vida cotidiana en la pequeña localidad de Bussy –Dulce-, donde llega un destacamento alemán. Hasta aquí, los dos primeros volúmenes, ya que los siguientes están únicamente esbozados –Cautividad, o solamente se conserva su título: Batallas y Paz.

Saul Dibb, responsable de La duquesa, fue el encargado de trasladar al cine una historia transformada en un romance entre Lucille Angellier –Michelle Williams- y el oficial Bruno von Falk –Matthias Schoenaerts-. Tanto la que se nos descubriera como actriz en  Mi semana con Marilyn, como el que protagonizara De óxido y hueso junto a Marion Cotillard, firman una espléndida interpretación, que eleva el nivel medio de la película, a lo que colabora la siempre creíble Kristin Scott Thomas, como Madame Angellier, suegra de la protagonista.

Se oculta la naturaleza judía de la protagonista y, después de un arranque espectacular, que da cuenta del exilio de los cuidados de París ante la inminente ocupación, el argumento se centra en la relación entre Lucille y Bruno. Una conexión tan inacabada como la serie de novelas, o la partitura homónima que compone el recién llegado en el piano que Madame Angellier tiene prohibido tocar a su nuera hasta que Gastón, su hijo, regrese de la contienda. Lo que le oculta a la joven es que su marido había tenido sus propias aventuras antes y después de su matrimonio.

El oficial se instala en casa de los Angellier, donde llega con un perro recogido en una aldea próxima, para mayor repulsa de la propietaria de una de las mansiones más imponentes de Bussy. Es arrendataria de varias tierras, entre ellas las que cultivan el lisiado Benoît –Sam Riley- y su esposa Madeline –Ruth Wilson-, la única amiga de Lucille. Un incidente provoca que el vizconde de Montmort, y alcalde del pueblo –Lambert Wilson-, denuncie a Benoît, lo que desemboca en una acción trágica.

La película va perdiendo fuerza a medida que avanza. La parte inicial muestra una innegable potencia, así como los primeros días de la ocupación germana en Bussy. La sensación de desaliento y la incertidumbre llega al patio de butacas gracias al buen hacer de Saul Dibb, que consigue completar una historia creíble y desasosegante. Después, cuando se centra en la historia de amor propiamente dicha, funciona gracias al buen hacer de los actores, ya que es cuando más flojea el guion y sus posibilidades escénicas.

Con una elegante producción, le falta fuerza a medida que avanzan los minutos. Su elaboración es convincente, aunque su escasa pasión emociona menos de lo que debiera. Si bien el conjunto es más que satisfactorio, siempre queda la duda de lo que se podría haber conseguido con algo más de entusiasmo en la relación entre los personajes. A cambio, ofrece una buena muestra de los comportamientos humanos bajo presión. Si quieres conocer a los hombres, provoca una guerra, se afirma. Las denuncias, anónimas o no, dejan un poso de ira e impotencia. Pero ese apartado pertenece también a la primera parte del film donde, insistimos, se alcanzan sus mejores momentos.

From → Cine

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