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Güeros (****)

12 mayo 2015

Sombra, que vive en Ciudad de México en plena huelga estudiantil, recibe la visita de su hermano Pablo. Recién llegado de Veracruz, se entera de que Epigmenio Cruz, el hombre que según ellos pudo haber cambiado el rock nacional, se está muriendo, por lo que deciden salir en su búsqueda.

La película mexicana más premiada de 2014, con galardones en San Sebastián, Berlín y Tribeca, es un alegato contra el inmovilismo de la juventud. El debutante Alonso Ruizpalacios ha firmado una obra especialmente madura en cuanto a su puesta en escena se refiere. Conceptualmente ha dado con la tecla para vestir un guion concienzudo, que ofrece muchas lecturas, aunque con un claro mensaje final que salpica con diversas opiniones personales entre líneas. Se podría hablar de un film antisistema, que tiene claro el camino a seguir y que podría encajar perfectamente en los años dorados de la nouvelle vague.

Fede –Tenoch Huerta-, más conocido por Sombra, vive junto a su colega Santos –Leonardo Ortizgris- en un apartamento situado en un bloque de los extrarradios de México D.F. en el que ya no tienen luz por falta de pago. Hasta allí llega Pablo –Sebastián Aguirre-, el hermano del primero, quien ya no se entiende con su madre en Veracruz. Al día siguiente, Pablo lee en un periódico que Ipigmenio Cruz –Alfonso Charpener- se está muriendo a causa de una cirrosis. Se trata de un músico admirado por el padre de los hermanos que, en su opinión, pudo haber salvado el rock nacional. Su mayor mérito, según la leyenda popular, fue haber hecho llorar a Bob Dylan.

El largometraje se convierte en una road movie urbana que, rodada en blanco y negro, nos muestra con destellos de gran cine, diversas zonas de una de las ciudades más populosas del Mundo, con atención especial a su Universidad Autónoma, y la situación de los jóvenes, bastante inmovilistas, para denunciar que no hay avance si no hay movimiento. Al fin y el cabo, una metáfora de la ideología. El poeta, en una estación de tren es aquel no se sube al convoy, que estudia cómo se mueven los demás. La clarividencia en oposición a la inercia sin imaginación de la masa.

Ruizpalacios utiliza unos cuantos pasajes para reafirmar su tesis de que los jóvenes necesitan compromiso, avanzar hacia cualquier meta, en lugar de quedarse con los brazos cruzados. A las secuencias callejeras se une la ficticia huelga universitaria, basada probablemente en la que tuvo lugar en 2002 con el propio cineasta como testigo de primera mano. Lo refuerza con el personaje de Ana –Ilse Salas-, el amor platónico de Sombra, activista y una de las voces principales de Radio Contrabanda, una emisora contracultural y antisistema.

Aprovecha también su autor para criticar la cultura actual, especialmente la de consumo, tanto por lo que se refiere a la música como al séptimo arte. La fiesta de presentación de una película, en una de las mejores secuencias del film, sirve de excusa para mostrarnos una de las formas de rebelión de los jóvenes. Todo ello, subrayado con canciones de Agustín Lara interpretadas por Natalia Lafourcade.

Esta producción atípica, en ocasiones críptica, es una obra que sirve para fustigar a la juventud. Es difícil que lleve un público mayoritario a la sala, pero una vez comenzada resulta difícil sustraerse a sus valores. Ruizpalacios, además, juega con diálogos a veces ininteligibles que se vuelven completamente comprensibles cuando se necesitan. De ahí que el conjunto sea todavía más difícil de aceptar.

From → Cine

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