Una nueva a amiga (Une nouvelle amie) (***)

Dos mujeres son amigas desde la infancia. Juntas entran en la pubertad y se transforman en adultas. Se casan y una de ellas tiene un hijo antes de enfermar gravemente por lo que le hace prometer a la otra que cuidará del bebé y de su marido. Cuando visita al viudo se llevará una tremenda sorpresa al ver como da el biberón a su hijo vestido de mujer.
Después de triunfar en el Festival de San Sebastián con su mejor película, En la casa, el prolífico François Ozon regresó al certamen donostiarra con un nuevo trabajo tan transgresor e inquietante como la mayoría de sus anteriores puestas en escena. Para ello, se basa libremente en una novela de Ruth Rendell, habitual escritora de relatos sanguinolentos que, en este caso, se obvian en la pantalla grande.
Claire –Anaïs Demoustier- y Laura –Isild Le Besco-son inseparables desde la infancia. Juntas han asistido a sus primeros romances, desengaños, bodas y, en el caso de la última, su maternidad. Sin embargo, la nueva vida que llega al mundo se cobra una víctima y, poco después, Laura fallece no sin antes comprometer a su amiga para que cuide de su bebé y de su esposo David –Romain Duris-. Claire cae en una profunda depresión de la que ni siquiera Gilles –Raphaël Personnaz-, su esposo, consigue evitar.
Cuando por fin se anima a visitar a David una mañana, le encuentra dando el biberón a su hijo vestido con ropas de mujer. Una afición, más que un hábito, conocido por su esposa. El único secreto que no compartió con su amiga. Claire, inicialmente, repudia esa idea, pero no tarda en bautizar al nuevo personaje con el nombre de Virginia. Paulatinamente, se convertirán en inseparables, ocultándole la verdad a su marido y descubriendo una femineidad hasta entonces diluida en su interior.
Claire siempre había ido a remolque de Clara, que encontró antes que ella su primer amor, el definitivo, y también se quedó embarazada con anterioridad. Poco a poco, se da cuenta de que ella también puede ser una mujer entregada y sensual, lo que se pone en evidencia la primera vez que va de tiendas con Virginia y compra un vestido rojo que resalta sus pecas. Más adelante, en un club de ambiente escucha cantar a un travesti un viejo tema de Nicole Crosille: siente por primera vez convertirse en una mujer. La frase no es por David y su atuendo femenino. Él se siente atraído por las mujeres, sino por ella misma a quien, de pronto, comienzan a asaltarle visiones homosexuales.
Ozon vuelve a sumergirnos en un mundo irreal o, si se prefiere, de realismo fantástico. Inquietante a todas luces, perturbador casi siempre, pero nunca redondo. Flota el universo de Pedro Almodóvar a lo largo de toda la cinta, pero el cineasta francés se queda muy lejos del manchego. Incluso, cuando David viste a su esposa muerta con los atavíos de su boda, se echa de menos la solidez del creador del cineasta español. La cinta navega a través de la tragicomedia por convicción, pero no consigue convencernos del todo a pesar de que lo intenta por medio de la transgresión. Y, lo peor de todo, es que no sabe cómo rematarla.
Duris se crece en la película. Es más convincente como Virginia que como David, hasta el punto de que estuvo nominado al César como mejor actor principal por este trabajo. Demoustier se muestra más tímida. Puede que demasiado introvertida para el papel de esposa de Raphaël Personnaz, con quien ya estuvo compartió matrimonio en la ficción en Crónicas diplomáticas.