Barcelona y Real Madrid de baloncesto. El triunfo de un estilo (y III)
En el mes de diciembre Luis Enrique Martínez estaba prácticamente con los dos pies fuera del banquillo del Fútbol Club Barcelona, mientras que el Real Madrid jugaba su mejor fútbol en años. Al término de la presente campaña se han cambiado las tornas. Como en el caso de Pablo Laso, siempre discutido, y ahora convertido en el técnico de moda del baloncesto.
Según parece, Luis Enrique y Lionel Messi son enemigos íntimos. Curiosa la imagen del choque frente al Bayern Munich en el Allianz Arena, con el asturiano dando órdenes a sus jugadores pero el argentino recibiéndolas de Juan Carlos Unzué. El primer entrenador, después de unos primeros meses de despiste, sacó a relucir su látigo hasta que llegó el encuentro frente a la Real Sociedad. Desde entonces, jugaron Messi y diez más. El rosarino se aplicó en demostrar que él solo podía ganar lo que se propusiera. Dio lecciones de fútbol e hizo jugar a sus compañeros.
Mientras, en el Santiago Bernabéu sucedía todo lo contrario porque, quiérase o no, ambos clubes son vasos comunicantes y tienden al equilibrio. Si uno está arriba y otro abajo no tardarán en invertirse las tornas. Después de cautivar con su fútbol y sus goles, Carlo Ancelotti llevó a sus mejores hombres a un desgaste ilógico. Quiso contentar a su presidente y dio la titularidad a unos intocables avalados por su coste económico. Fundió a sus tres figuras de la vanguardia, no avisó a Sergio Ramos de que estaba firmando una temporada decepcionante y mandó a Isco al banquillo cuando dispuso a todos sus efectivos pese a que, en ese momento, era el mejor de los suyos.
Luis Enrique se mantuvo firme en la zona de presión de sus jugadores. En la segunda vuelta, asfixiaban al rival desde el área contraria y no le dejaban llegar a la suya en superioridad. Pese a sus carencias defensivas han recibido menos goles que nunca. En este apartado, tampoco exigió Ancelotti a los suyos, que quedaban muchas veces expuestos a merced del rival por su gran distancia entre líneas y el escaso sacrifico de algunas figuras. Aunque Cristiano Ronaldo salve el Pichichi, no fue determinante. Ni él, ni ninguno de sus compañeros.
La portería resultó otro foco de fricción. Mientras los culés abrazaban la llegada de Claudio Bravo y Ter Stegen para olvidarse de Victor Valdés, en Chamartín se crucificaba a Iker Casillas. Bien es verdad que el guardameta no ha ganado partidos como en otras temporadas, pero sigo siendo un portero de gran nivel. Su rendimiento también pudo haber sido afectado por las dudas del respetable y el nulo respaldo de Florentino Pérez.
Como su homónimo en el banquillo de fútbol de la Ciudad Condal, Pablo Laso siempre fue visto como un remiendo. Llegó al primer equipo en fase de reajuste, pero como devolvió una alegría olvidada a sus seguidores e iba ganando títulos o acumulando finales, se le mantuvo en el puesto. Al final, le ha llegado la hora de la revancha. Con una plantilla equilibrada y sólida, que no la mejor, su nombre ya figura entre los mejores técnicos del continente. A pesar de su presidente, que estuvo a punto de enseñarle la puerta en más de una ocasión. Sin embargo, su injerencia en esta disciplina fue mucho menos que el balompié y el tiempo ha puesto a cada uno en su sitio.
Por el contrario, el siempre alabado Xavi Pascual, comienza a estar en entredicho. Le puede salvar la obtención del título de Liga, pero con una plantilla en la que todavía se mantienen Juan Carlos Navarro, Ante Tomic, Álex Abrines, Tomas Storansky, y esa sensación que es Mario Hezonja, debía de haber aspirado a mucho más. Ser finalista de la Copa del Rey y quedarse a las puertas de la Final Four parece un premio menor. Si no se gana la Liga será un año en blanco que difícilmente se podría digerir. Como Carlo Ancelotti, Pascual se ha visto superado por los problemas físicos de su plantilla. ¿Mala preparación o, simplemente, una rotación inadecuada?
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