Infiltrados en Miami (Ride Along 2 (-)

Ben está a punto de casarse con Angela y sueña con ser detective, como su futuro cuñado James. Tras una intervención en Atlanta no demasiado exitosa, James sigue la pista de un capo del tráfico de drogas hasta Miami, no sin antes de que Ben le hubiera convencido para acompañarle. Una vez en Florida, los problemas se acumulan.

La primera entrega de las aventuras de esta pareja interpretada por Ice Cube y Kevin Hart se tituló en España nada menos que Vaya patrulla y despertaba unas sensaciones parejas a esta, dirigida nuevamente por Tim Story, cuyo mayor mérito ha sido responsabilizarse de las dos entregas de Los Cuatro Fantásticos. Se trata de una de esas películas en las que da igual lo que piensen críticos y espectadores porque, de salida, tiene garantizado un fijo importante y sus rendimientos en taquilla son mayúsculos. Con un presupuesto de cuarenta millones de dólares, en los primeros tres meses del año había recaudado más de noventa únicamente en Estados Unidos. Eso sí que es un buen negocio.

Esta puesta en escena es un calco de la primera. El locuaz Ben Barber –Kevin Hart- dejó de ser guarda de seguridad para graduarse en la academia de policía y, aunque sigue siendo un tenaz aficionado de los videojuegos, se va a casar con Angela –Tika Dumpter- dentro de una semana. Mientras, su futuro cuñado James Payton –Ice Cube- se infiltra de incógnito en el ambiente nocturno de coches de lujo y mujeres ligeras de ropa para atrapar a un traficante de drogas. Le acompaña Ben, que mete la pata y desbarata la operación. Su jefe, el Teniente Brooks –Bruce McHill- duda que pueda ser detective algún día, pero le permite acompañar a James en su viaje a Miami para seguir la pista del capo.

En Florida, Antonio Pope –Benjamin Bratt- asesina al comisionado del puerto y persigue a su informático AJ –Ken Jeong- porque le ha robado una importante cantidad de dinero. Cuando llegan los dos policías de Atlanta, el recién salido de la academia se enfrenta con todos. Desde el capitán Hernández –Carlos Gómez-, a una dura agente de homicidios, Maya Cruz –Olivia Mumm-, que se convertirá en la mejor colaboradora de James. Claro que las diferencias del cuñado de éste con el mundo se arrastran desde Georgia, especialmente con Cori –Sherry Shepherd-, la organizadora de bodas contratada para el evento.

Aun aceptando que el argumento tiene un pase y que hay una atractiva persecución automovilística, todo lo demás en olvidable incluso antes de levantarte del patio de butacas. Los personajes son estrambóticos, ligeros y tienen una serie de definiciones que, en muchos espectadores, ejercen el efecto contrario del que se busca. Por ejemplo, el dicharachero Ben obliga a Kevin Hart a estar hablando continuamente ya una velocidad de vértigo. Su personaje tiene tal verborrea que llega a levantar un incontrolable dolor de cabeza. Claro que encuentra el abono perfecto en el personaje de Ken Jeong, el oriental de la saga Resacón en Las Vegas. La persecución entre ambos es una de las más desperdiciadas de la historia del cine.

Aceptamos que se deban hacer películas de todo tipo y para todos los públicos. Incluso, entendemos que se produzcan proyectos como éste. A la vista está que dan dinero, pero que nadie pretenda justificar una pizca de arte en sus imágenes. Los intérpretes cargan con estereotipos usuales de este tipo de propuestas que, en esta ocasión, están al servicio de Kevin Hart, un cómico que arrastra masas en Estados Unidos. Es el referente actual del género para los afroamericanos, y sabe sacar partido a su manera de hablar y a su corta estatura, lo que le ha servido de apoyo para sus espectáculos. Incluso, es normal que lo pongan al lado de aquellos que suponen un contrapunto, incluso exagerado, como Will Ferrell –Dale duro– o Dwayne The Rock Johnson, con quien comparte honores estelares en Un espía y medio, cuyo estreno está previsto este mismo año.