Magallanes (***)

La vida anodina de Magallanes da un giro radical cuando se encuentra, un cuarto de siglo después, a una mujer que conoció cuando formaba parte del ejército que se enfrentaba a los guerrilleros de Sendero Luminoso. Su presencia hace que el protagonista eche la vita atrás y quiera redimirse de lo que aconteció en el pasado.
Para su primer largometraje, el limeño Salvador del Solar se inspiró libremente en un relato de Alonso Cueto. Con una fotografía de Diego Jiménez, en la que dominan los contrastes y los colores cálidos, así como con una partitura descriptiva de Federico Jusid, el autor nos lleva a un relato de expiación. Harvey Magallanes –Damián Alcázar- busca el perdón de actos cometidos veinticinco años atrás que vuelven a su mente al encontrarse con Celina La Ñusta –Magaly Solier-, que intenta sacar adelante un salón de belleza.
Magallanes vive una existencia anodina. Trabaja como taxista y también como chófer de un coronel –Federico Luppi- que tiene lagunas seniles y se desplaza en silla de ruedas. Antaño, el protagonista sirvió a sus órdenes, lo mismo que su amigo Milton –Bruno Odar-, con quien le unen historias y secretos de antaño. Cuando Celina se sube accidentalmente a su auto para desplazarse hasta el lugar donde un charlatán se aprovecha de la falta de seguridad en sí mismo de sus seguidores, en la mente de Magallanes se agolpan los recuerdos.
Damián Alcázar se luce con un personaje exigente. Requiere buscar en su interior y, en ocasiones, abstraerse de sí mismo, como si le arrastrase al borde del esperpento o la caricatura. No cabe duda de que tanto él como la magistral aparición de Magaly Solier contribuyeron al éxito de este film, ganador en Huelva, en diversos certámenes internacionales. Por ejemplo, en San Sebastián se alzó con el Premio Cine en Construcción, y en La Habana fue destacada por el jurado a la mejor ópera prima. Además, fue nominada al Goya a la mejor película hispanoamericana.
La protagonista de Amador y La teta asustada no necesita palabras para expresarse. Esta cantautora y actriz sabe expresar como pocas los estados de ánimo de sus personajes. En este caso, aporta un dolor y una sinceridad a una altura que muy pocas actrices en el mundo pueden conseguir ahora mismo. Sabe ser vergonzosa cuando se le intenta administrar confianza en sí misma, firme negociadora cuando ha de enfrentarse a la usurera –Graciela Paola-, y determinante y convencida a la hora de rehusar la ayuda de Magallanes, que está dispuesto a todo para que ella goce de una vida mejor.
El protagonista revive momentos de antaño, y busca no sólo entre los recuerdos de su mente. Recupera viejas fotografías en las que se ve a Celina junto al coronel. Fue su jefe, pero no puede estar orgulloso de algunos actos y ahora comienza a desmarcase del militar conforme se acerca a la mujer que ha regresado a su vida en el momento más oportuno para que pudiera redimirse. Incluso, no duda en secuestrar a su hijo –Christian Meler- para obtener un rescate con el que Celina pueda relanzar su salón de belleza. Su compromiso es todavía mayor al descubrir que es madre de un disminuido psíquico.
La autocompasión, y también el dolor de lo vivido conforman los puntos principales de la radiografía de este film. Con sus altibajos, la mayoría de los cuales tienen relación con la situación primeriza de su responsable. Se alarga demasiado, hay situaciones que se nos antojan innecesarias, y algunos personajes no se resuelven con suficiente imaginación, como el relativo al hijo del coronel, o Hermelinda –Tatiana Espinoza-, la hermana de Magallanes. La cinta se mueve entre el thriller y el drama, elección que termina de definir su autor que, a cambio, consigue planos admirables, como el ascenso nocturna de la protagonista por una colina con las luces de la ciudad al fondo. Al fin y al cabo, esta producción supone un prometedor debut, con más luces que sombras, y nos deja otra soberbia actuación de Magaly Solier.