La clase de esgrima (The Fencer – Miekkailija) (***)

Un experimentado deportista de esgrima se ve obligado a dejar Leningrado para desplazarse hasta una población de Estonia, su tierra natal. Nombrado profesor de educación física, funda un club deportivo y, muy a regañadientes, introduce a sus alumnos en el manejo del florete. La convocatoria de un torneo es Leningrado le forzará a tomar una decisión.
En las últimas semanas han llegado a nuestra cartelera dos películas centradas en otros tantos deportes minoritarios: los saltos de esquí –Eddie El Águla– y la esgrima –The Fencer–. En ambos casos se trata de dos biopics y éste último, elegido por Finlandia para representar a sus país en el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, y finalista en el Globo de Oro en idéntico apartado, se centra en la figura de Endel Nelis –Märt Avandi-, entrenador de varios campeones mundiales a lo largo de su vida.
Su historia fílmica comienza en 1953, durante la represión de Stalin. Por entonces, era una de las figuras destacadas de la esgrima en Leningrado, donde entrenaba a las órdenes de su buen amigo Alekseo –Kirill Karo-. Sin embargo, se vio obligado a regresar a su tierra natal para huir de la policía secreta. Durante la II Guerra Mundial, Alemania incorporó a sus filas a muchos estonios, declarados posteriormente enemigos de la URSS cuando la Unión Soviética se anexionó diversos países satélites.
En la localidad de Haapsalu trabaja como profesor de educación física. Cuando su superior en el centro –Hendrik Toopere Sr.- le exige mayor dedicación, funda un club deportivo, que se vuelca hacia la esgrima por culpa de algunos de sus alumnos, como la joven Marta –Liisa Kopel- y Jaan –Joonas Kof-, cuyo abuelo –Lembit Ulfsak- también era un apasionado de esta disciplina.
La convocatoria de un torneo en Leningrado llega a oídos de sus discípulos, estos no quieren dejar pasar la oportunidad de competir. Endel, que había cambiado su primer apellido por el de su madre, deberá elegir entre no defraudar a los chicos, que ven en él al padre desaparecido durante la purga estalinista o dejar atrás todo, incluida su novia Kadri –Ursula Ratasepp-, una compañera del colegio. Para entonces, el director había indagado lo suficiente para conocer el pasado del protagonista.
Lógicamente, cualquier guion de estas características suele llevar consigo una historia de superación personal, pero este caso es una de las excepciones. La superación, fundamentalmente, es anímica. Endel vive con el alma en vilo sabiendo que cualquier día alguien puede ir a por él y llevárselo a Siberia. Evita los compromisos y pretende pasar lo más desapercibido posible. La disyuntiva se crea cuando tiene que discernir entre no defraudar a sus alumnos o luchar por su supervivencia. Regresar a Leningrado significaría decir adiós a su libertad y al mundo en que se había ubicado. Por entonces, no sabía que el fallecimiento de Iósif Stalin estaba próximo y con ello el fin de las depuraciones.
El argumento y la puesta en escena se debe al finés Klaus Härö, un cineasta a tener en cuenta. Inició su carrera en 2002 y sus cuatro películas anteriores no bajan del notable. Su buen hacer se nota, especialmente en las tres cuartas partes del film. Mantiene la intriga acerca de un hombre de pocas palabras, que apenas confía en nada y en nadie. Logra una atmósfera convincente y se luce en algunas secuencias, rompiendo la armónica tristeza con evocadoras imágenes a las que transporta un romance tan difícil como creíble. A ello se unen las buenas interpretaciones, tanto de los más jóvenes como de los adultos.
Falla en lo que, a priori, debiera de ser más asequible: la parte deportiva. Las confrontaciones no alcanzan el nivel dramático anterior, y estamos más pendientes del protagonista de lo que pudiera suceder en los diferentes duelos. Lástima que no se mantenga el clímax y, como sucede con el florete, sólo se pueda anotar con su punta. Al principio, acumula tocados con facilidad, pero la última parte está a punto de hacer rodar por los suelos la ventaja conseguida.