Election: la noche de las bestias (The Purge: Election Year) (*)

La senadora Charlie Roan, que vio como mataban a su familia durante una purga, acaricia la victoria en las presidenciales y está dispuesta a terminar para siempre con esa locura. Como responsable de la seguridad de su equipo figura el ex sargento Leo Barnes, quien dos años antes se prometió a sí mismo no vengarse del hombre que mató a su hijo.
Hace tres años James DeMonaco nos sorprendió con un thriller distópico de terror ubicado en los Estados Unidos durante 2022. Los segundos Padres Fundadores, para combatir la ascendente criminalidad y la saturación de sus cárceles, decidieron que una vez al año, durante doce horas, se permitiría cualquier acto violencia en el país. Sería cada 21 de mayo y esa noche sin ley sería conocida como La Purga. En ese tiempo, no estarían abiertos los hospitales y la policía no patrullaría las calles.
El éxito de la cinta propició una segunda entrega, al año siguiente y ahora DeMonaco insiste en su proyecto con un film cuya rentabilidad está fuera de toda duda, ya que sólo en Norteamérica quintuplicó su recaudación respecto a los diez millones dólares de coste. Bien es verdad que su responsable se ha permitido ciertas licencias con respecto a la propuesta original. Por ejemplo, que voluntarios patrullen en ambulancias acorazadas, que los hospitales mantengan abiertas las urgencias y hasta que se ponga en duda La Purga. Han surgido voces discordantes para sostener que esa noche sólo beneficia al Gobierno. Los sin techo son las víctimas referidas en esa noche y con su muerte, se ahorra mucho dinero en prestaciones sociales.
Al margen de esa propuesta, la senadora Charlie Roan –Elizabeth Mitchell-, quien dieciocho años antes vio morir a toda su familia a manos de unos desalmados, está en contra de esa violenta noche. Para los políticos continuistas su presencia es un peligro ya que las encuestas pronostican un empate técnico de cara a la presidencia entre su candidatura y la continuista, encabezada por el sacerdote Edwidge Owens –Kyle Secor-, respaldada por los Segundos Padres Fundadores cuya cabeza visible es Earl Danzinger –Terry Serpico-.
Esa noche, el jefe de seguridad de Charlie Roan, el ex sargento Leo Barnes –Frank Gillo-, protagonista de la segunda entrega, se encarga de que el domicilio de la senadora sea un lugar seguro, pero sus hombres de confianza se han vendido al enemigo, que no es otro que en Gobierno, quienes cuentan además con mercenarios armados hasta los dientes cuya misión es entregar a sus rivales a la protagonista. Paralelamente, un tendero llamado Joe Dixon –Mykelty Williamson- intenta defender su local con la ayuda de Marcos –Joseph Julian Soria-, un inmigrante mexicano al que dio trabajo siete años antes, y de una muchacha Laney Rucker –Betty Gabriel- a la que recogió de la calle cuando era niña. Todos ellos se verán obligados a colaborar para defenderse de diversos ataques junto a Dante Bishop –Edwin Hodge-, quien dirige un ejército de voluntarios dispuestos a terminar esa noche con los actuales dirigentes.
Si en la primera entrega una familia debía defender su casa de los asaltantes, la segunda salía a la calle. Ahora se mezclan ambas propuestas, sublimando el terror psicológico, no exento de pinceladas de gore, que proponía el original, en aras de una persecución cruenta a la que se añaden situaciones tremendamente sanguinarias. Según se explica al inicio, la popularidad de La Purga es tal que llegan gentes de todas las partes del mundo para disfrutar de un turismo de asesinato en el que todo está permitido, desde decapitaciones hasta ensañamientos viscerales.
El guion mezcla muchas constantes del género. Tantas, que se ha perdido la originalidad y la frescura de la primera propuesta. La mayoría de los personajes, aparte de estereotipados, resultan planos y todo se acepta en beneficio del ritmo y la acción. Probablemente, se gasten más balas en este film que en una batalla de la Segunda Guerra Mundial, pero los aficionados al thriller con añadidos de gore lo pueden disfrutar.
No hay ningún elemento que nos llame la atención, aparte de pequeños detalles, como el coche iluminado hasta en el más mínimo rincón con el que se dirigen a la tienda de Joe Dixon un grupo de muchachas. Quieren vengarse de él porque pocas horas antes a su cabecilla, que afirma haber matado previamente a sus padres, la descubrieron robando una chocolatina. Las visiones de algunos actos sangrientos resultan casi espeluznantes, como el callejón en el que una guillotina corta cabezas o los ahorcados en un árbol imitando un carrusel. En cuanto a la línea principal, no es más que una historia de acción convencional con aditamentos, algunos de ellos difíciles de creer, que tiene que ver con el racismo o la revancha.