Ice Age: El gran cataclismo (Ice Age: Collision Course – Ice Age 5) (**)

La quinta entrega de esta saga nos devuelve a la ardilla Scat que, en busca de su querida bellota, se encuentra dentro de un platillo volante. Tras diversas peripecias, desencadena una serie de adversidades que determinan la formación del Sistema Solar y provoca que un inmenso asteroide amenace la vida sobre la Tierra.
Una de las sagas más prolíficas en el género de animación vuelve a escena e incluso, a tenor de los visto, en Blue Sky Studios, prevén que hay cuerda para algo más. La presencia de seres humanos queda nuevamente restringida a la primera entrega y los acontecimientos que se relatan están provocados por la simpática ardilla Scat en su intento de hacerse definitivamente con la gigantesca bellota, que persigue desde el inicio. Ahora, sus desventuras, afectan a todos los seres vivos de nuestro planeta, y en especial a unos viejos conocidos: la familia de mamuts que encabeza Manny, el tigre dientes de sable llamado Diego y el perezoso Sid, así como el resto de la manada.
Scat vuelve a las andadas. Con la intención de degustar de su querida bellota se encuentra a los mandos de un platillo volante que reposaba en un gran bloque de hielo. No solo lo libera, sino que provoca un enorme conflicto en el espacio. Tanto que, a resultas de sus torpes movimientos, se conforma el Sistema Solar y también una gran lluvia de meteoritos. Uno de ellos es enorme y se dirige hacia la Tierra, dispuesto a impactar en la zona habitada en la que se encuentran los animales mencionados.
La comadreja Buck será quien urda un plan para arreglar el entuerto, aunque ello pasa por privar a un conjunto de seres de su paraíso particular, un hábitat protegido por diamantes que les garantiza la eterna juventud. Su guía espiritual es Shangri Llama, quien no desea ni por lo más remoto que rompan su armonía. Mientras continúa la aventura, Scat sigue adelante con el único quehacer de su existencia, lo que provoca altibajos en el peligro que amenaza nuestro planeta. Mike Thurmeier se erige nuevamente como responsable último, aunque esta vez ha contado con la colaboración de Galen T. Chu, quien ya aparecía en la cuarta entrega.
El sentido de road movie de la entrega original, presentada hace catorce años, queda diluido en esta continuación de El gran cataclismo. Se trata de la primera en la que no aparece su número en el título y la tercera que muestra una versión en 3D. Lo cierto es que después de lo visto anteriormente, esta puesta en escena no sorprende, pese a que sigue teniendo un buen tratamiento de sus personajes y se busca, por encima de todo, el divertimento. Hay gags que funcionan muy muy bien y otros no tanto porque la capacidad de asombro ha ido disminuyendo con cada uno de los títulos.
Hay nuevos caracteres, como la llama mencionada anteriormente, y también la femenina novia de Sid. Se recupera un espíritu familiar porque Melocotón, la hija de Manny y Ellie se presenta con un novio llamado Julián, cuya presencia no parece ser aceptada inicialmente por el cabeza de familia. Dos zarigüeyas hermanas, Crash y Eddie, aportan el contrapunto de irreverencia con el que se pretende dotar al film de un humor más sostenido.
El problema de esta producción, que tiene como objetivo llenar las salas de niños este verano, y a fe que puede conseguirlo, es su excesivo diálogo y la profusión de personajes. Los protagonistas de entregas anteriores quedan oscurecidos por una propuesta sumamente coral. Como quiera que reaparecen varios de los añadidos en los capítulos anteriores y se incorporan otros nuevos, se deambula por una situación próxima al caos. Aunque dura poco más de hora y media, más que suficiente para un título de animación, los únicos momentos de pausa en cuanto a conversaciones se refiere tienen lugar cuando Scat se adueña de la pantalla. Ni siquiera hay solaz por medio de números musicales. El rap que ejerce de tema central únicamente se escucha poco antes de que aparezcan los créditos finales.