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Malas madres (Bad Moms) (*)

29 julio 2016

Amy es una madre comprometida con exceso de trabajo. Procura que sus hijos estén atendidos, trabaja más horas y días de los que figuran en su contrato y acude a todas las reuniones del colegio aunque siempre vaya acelerada y llegue tarde a todos sus deberes. En la vida de una persona hay en un momento en el que se dice basta. Para ella ha llegado la hora.

El sacrifico de una madre no se sabe a ciencia cierta hasta el día en que ella decide que también tiene que disfrutar de la vida. El caso de la treintañera Amy Mitchel –Mila Kunis- es un buen ejemplo. Prepara el desayuno a sus hijos y los lleva al colegio antes de incorporarse a su trabajo en una empresa de venta de café dirigida por Dale Kliper –Clark Duke- donde es la mayor de todo el equipo de trabajo. Acude a las reuniones de la Asociación de Padres y procura que su vida familiar estén en orden aunque no puede evitar el estrés y llegar tarde a todas sus citas.

Cree tener un buen matrimonio, que goza de buena salud financiera gracias a su trabajo y al éxito en los negocios de su marido Mike -David Walton- un agente de ventas inmobiliario. Pero llega un día en que debe replantear toda su vida. Justo después de que sorprenda a su esposo teniendo sexo a través de Internet con una rubia con la que lleva en contacto desde hace diez meses. A partir de ese momento, Amy, que echa a Kent de casa y se plantea ser una mala madre. Cuenta con el apoyo de liberal Carla Dunkler –Kathryn Hahn-, una progenitora que piensa más en el sexo y la diversión que en ninguna otra cosa, y la atribulada Kiki –Kristen Bell-, todavía más ajetreada que la propia Amy y que terminará poniendo las pilas a Kent –Lyle Brocato- su perezoso marido.

La protagonista cambia su relación con sus hijos, Dylan –Emjay Anthony- y Jane –Oona Laurence, se enfrentará a la todopoderosa Gwendolyn –Christina Applegate-, la presidenta de la Asociación de Padres, secundada por Stacy –Jada Pinkett Smith- y Vicki Latrobe –Annie Mumolo, quien tiene dominado al director Burr –Wendell Pierce- y al entrenador del equipo de fútbol en el que Jane aspira a ser titular. Asimismo, vivirá una aventura con Jessie Harkness –Jay Hernandez-, el padre cachas por el que todas suspiran en el instituto.

Un punto de partida interesante para el nuevo guion de Jon Lucas y Scott Moore, los autoress de Resacón en Las Vegas, que debutaron detrás de la cámara con Noche de marcha. Sus historias son desmadradas, sin complejos. Parten de una idea convencional, que puede ser una despedida de soltero, una fiesta de cumpleaños o una madre comprometida, para construir un guion lleno de excesos que hilvana gags sin apenas solución de continuidad con el objeto de que el público se entretenga con las alocadas vicisitudes de sus protagonistas.

Su trabajo en la dirección, con repetición de planos, y una puesta en escena escasamente talentosa, obligan a que, en algunas ocasiones, la película pierda ritmo. Tampoco colabora un desenlace previsible, que se vuelve extremadamente condescendiente para que todos quedemos satisfechos. Hasta llegar a ese momento, las situaciones cómicas alternan secuencias muy divertidas con otras tópicas y mucho menos brillantes. No es óbice para que muchas madres jóvenes y trabajadoras puedan verse agitadas por la toma de decisiones de Amy. Muchas quisieran ser como ella, aunque la realidad de la vida no se lo permita nada más que a un escaso número de mujeres muy echadas para adelante.

La propuesta de Lucas y Moore entronca con unas comedias universitarias de acelerado desmadre. La diferencia es que, en este caso, las protagonistas son las progenitoras, cuyos grupos se desenvuelven de tres en tres, como es habitual en estas propuestas. Sustituyamos las madres pijas por las señoritas estudiantes que se preocupan más de su aspecto físico, de presumir de novios cachas y gastas el dinero de papá, por Gwendolyn y sus dos secuaces. Los patitos feos, que terminan siendo adorables y llevándose al chico guapo a su redil son las equivalentes de Amy, Carla y Kiki. Muchas veces, la realidad no es así, pero en el celuloide estamos acostumbrados a que se cumplan esas normas casi convertidas en ley.

Los personajes, salvo el de Emy, son estereotipados o escasamente profundos. Los diálogos son escatológicos o forzados al máximo. Como los pasteles imposibles que deben cocinar las madres a los que no les deben echar ningún producto que eleve el colesterol y el peso, incluido los huevos, provocan la sonrisa o la carcajada, pero en su conjunto es como una mayonesa mal ligada. Los actores hacen lo que pueden, aunque tampoco brillan en demasía. Salen mejor paradas las mujeres, dejando a los hombres como meras comparsas, desde los maridos a los ejecutivos, pasando por los profesores. El desmadre absurdo y controlado hasta cierto punto de Resacón en Las vegas es muy difícil de conseguir. Aceptamos que se trata de una película de verano con la que pasar un rato divertido y sin otras aspiraciones. Para muchos, seguro que será suficiente.

From → Cine

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