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Un traidor como los nuestros (Our Kind of Traitor) (**)

17 noviembre 2016

Una pareja británica conoce durante unas vacaciones en Marruecos a un mafioso ruso que les invita a una fiesta. Temiendo por su vida y por la de su familia, le entrega a la pareja una documentación comprometedora con la intención de que la haga llegar al MI6 y, de esta forma, pueda conseguir la protección necesaria para él y los suyos.

De nuevo John Le Carré vuelve a escena con esta adaptación de su penúltima novela hasta la fecha, coproducida por él mismo y dirigida por Susanna White, cuya anterior película fue La niñera mágica y el Bing Bang. No es el mejor trabajo literario del autor, que presenta algunas situaciones difíciles de aceptar, aun cuando mantiene su habitual estilo de distanciamiento. Una frialdad que le sirve para radiografiar el mundo del espionaje que tan bien conoce y que, en esta ocasión no lleva a hasta Marruecos, Francia y Suiza, aunque siempre con Londres como denominador común.

Un matrimonio británico en crisis intenta recomponerse mediante unas vacaciones en Marrakech.  Se trata de un profesor de literatura, especializado en poesía, llamado Perry McKendrick –Ewan McGregor- y de una exitosa abogada, Gail Perkins –Naomie Harris-.  En la ciudad africana conocen a un oligarca de la mafia rusa, Dima –Stellan Skarsgard-, quien después de coincidencias e invitaciones, proporciona a Perry un pen drive con la intención de que lo haga llegar hasta el MI6.

El nuevo capo de la mafia rusa, conocido como  El Príncipe –Grigoriy Dobrygin-  tiene un plan para lavar millones de dólares en la City londinense, y para ello funda un banco al que todos los caciques deben de transfundir sus cuentas. Un hombre de ojos azules –Pawel Szajda- eliminó a otro de los miembros más poderosos y a los miembros de su familia después de firmar para El Príncipe, siempre escoltado por su hombre de confianza, Emilio del Oro -Velibor Topic-. El temeroso Dima teme que seguirá la misma suerte y está dispuesto a proporcionar números de cuentas y datos en los que están involucrados miembros de la alta sociedad financiera británica.

Uno de lo que saldrían peor parados en el anterior jefe de los Servicios Secretos, con el que el agente Héctor –Damian Lewis- tiene cuentas pendientes y una venganza que cumplir después de haberle hecho de menos en otra operación. Desatendiendo las órdenes de su superior, junto a un compañero –Khalid Abdalla- se dispone a investigar por su cuenta, comprometiéndose a una serie de contrapartidas que no tiene autorización para proporcionar y situando a la pareja protagonista en un peligro constante.

La tesis de Le Carré se pone de manifiesto al considerar que tan traidores son los malos como los buenos. Cada uno busca salir airoso a través de engaños, mentiras o vendettas, pero no dejan de ser distintos perros con los mismos collares. La historia es compacta, mantiene el interés a pesar de algunos puntos difíciles de creer, y la interpretación es sólida, especialmente por parte de Skarsgard y un Damian Lewis que se convierte en el alma de la función. Se está ganando un puesto entre los actores más sólidos de la nueva ola británica. Sin embargo, el conjunto no llega a transmitir lo que pretende, y no se debe en absoluto a la puesta en escena de Susanna White.

Al final, suena todo a un quiero y no puedo. La fotografía de Anthony Dod Matle quiere seguir los pasos de relatos afines, con tonos fríos y azulados, aunque pretende darle su toque original sin llegar a convencernos. Lo mismo sucede con la partitura de Marcelo Zarvos. De todas formas, las trabas más importantes se encuentran en las premisas que establecen las líneas fundamentales del film. El personaje de Perry, aunque se trate del único sincero y confiable del elenco, no justifica que se involucre hasta el fondo a las primeras de cambio. También nos preguntamos cómo es posible que Héctor desaparezca de su trabajo sin tener autorización para investigar esa trama y que incluso viaje por media Europa occidental.

Usualmente, Le Carré es mucho más preciso en sus datos y bastante más eficiente a la hora de elaborar sus historias. Lo cierto es que en Un traidor como los nuestros parece que nada falla, pero la verdad es que nunca llega a convencernos. Hasta el punto de que el resultado final convierte a esta producción en una de las más flojas adaptaciones a la pantalla grande de los textos de su autor. Quedan demasiados cabos sueltos, se aprecian bastantes interferencias, y las suficientes propuestas erráticas para que se quede por debajo de la mitad del camino.

From → Cine

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