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Aliados (Allied) (***)

25 noviembre 2016

Un oficial de inteligencia norteamericano debe trabajar codo con codo con una agente de la resistencia, haciéndose pasar por marido y mujer. Ambos se enamoran, y tras la boda, cuando ambos residen en Londres y son padres de una niña, ella es investigada porque suponen que se trata de un agente doble que pasa información a los alemanes.

Después del inesperado fracaso comercial de El deafío –The Walk– , Robert Zemeckis ha dejado a un lado el protagonismo de los efectos especiales para entregarse a una historia de amor durante la Segunda Guerra Mundial. Las arenas del Sahara y el atractivo exótico de Casablanca representan el marco adecuado para que se enamoren el agente de inteligencia norteamericano Max Vatan –Brad Pitt- y una mujer de la Resistencia francesa, Marianne Beauséjour–Marion Cotillard-.

Max llega a Casablanca para fingir ser el esposo de alguien a quien no conoce. Tan solo que va enfundada en un vestido violeta y que debe prestar atención al colibrí. En una sala de fiestas aparece ella, que se comporta con una profesionalidad envidiable. No deja ningún detalle al azar y convence a todos de que quien ha llegado es realmente su marido, residente en París y propietario de una mina de fosfatos.

Su misión pasa por asesinar al embajador alemán, aunque para ello tengan que comportarse como un auténtico matrimonio bien avenido y convencer a Hobar –August Diehl-, un alto cargo de la Gestapo. Sus diálogos y la química que desprenden al anochecer en la terraza de su domicilio suponen uno de los puntos más atractivos del film. La noche antes se entregan a una pasión poco recomendable entre compañeros de una misma misión y, tras consumar el atentado y salir ilesos, se reúnen poco después en Londres para formar una familia con las bendiciones de la hermana de Max –Lizzy Caplan- y todos sus amigos.

Su vida transcurre como la de un matrimonio normal, con Vatan en un despacho a la espera de que los servicios secretos le encarguen una nueva misión clandestina. Posiblemente, dirigir a la Resistencia francesa el día D. Sin embargo, todo se tuerce cuando le advierten que hay motivos fundados para sospechar de Marianne, que bien pudiera ser una agente encubierta de los nazis. El deber de su marido y buscar la verdad y si ella en verdad es culpable debe ser él mismo quien la mate. De otra forma, sería acusado de traición y ajusticiado.

La historia de amor que había funcionado perfectamente se convierte en un thriller que no alcanza el nivel de la primera parte. El guion de Steven Knight, responsable del texto de Promesas del Este, introduce elementos de acción, pero ni él ni Zemeckis consiguen dotar a la historia del punto de tensión necesario. Además, durante toda la proyección se deja sentir el fantasma de Casablanca. Desde el atractivo de la pareja, con un Brad Pitt más duro de lo que posiblemente exigiera esta producción, hasta el hecho de parafrasear una de las frases más famosas pronunciadas en la pantalla por Humphrey Bogart: ya que la has tocado para los alemanes en 1941, tócala ahora para mí. Se refería a La Marsellesa que Manianne debería ejecutar al piano.

Es de agradecer la química de la pareja protagonista y su elegancia en Casablanca, donde Marion Cotillard se luce con un atractivo vestuario. Las andanzas del matrimonio ficticio, luego convertido en real, son subrayadas con acierto por la música Alan Silvestri. Acaramelada en ciertos pasajes, con profusión de violines, pero descriptiva y brillante durante casi toda la película, así como una producción artística meritoria que convirtió la isla de Gran Canaria en el sucedáneo ideal de Casablanca y sus alrededores.

El romance funciona, aunque luego se diluya por esa falta de tensión dramática a la que aludíamos. Después de un tobogán de experiencias, cuando los protagonistas abandonan África, desde el guion a la puesta en escena se tornan en más convencionales. Se echa de menos algo más de épica, de secuencias que mantengan al espectador atado a la butaca y que no se palían con la intervención de Mac tras las líneas enemigas. Esa falta de fuerza llega a su culmen en un final convincente, pero rígido y previsible. Falto de la imaginación necesaria, en cuanto al texto y al desenlace en sí, la cinta no consigue elevarse de nuevo a las cotas alcanzadas inicialmente.

From → Cine

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