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Passengers (**)

29 diciembre 2016

Una nave surca el Universo con más de cinco mil personas que serán nuevos colonos de un planeta situado a 120 años luz de la Tierra. Durante el viaje, un fallo del sistema despierta antes de tiempo a un pasajero, que se encuentra con el problema ético de envejecer solo o contar con la compañía de una mujer.

La nave Avalon se dirige hacia un lejano planeta con cientos de miembros de su tripulación y cinco mil viajeros hibernados. Tendrán que despertarse cuatro meses antes de llegar a su destino para adaptarse a la rehabilitación e iniciar los preparativos de su asentamiento después de abandonar la superpoblada Tierra. Noventa años antes de llegar a su destino, atraviesa un campo de asteroides, su escudo se debilita y sufre una colisión con una enorme roca. Se producen una serie de averías y, entre las consecuencias del impacto, Jim Preston –Chris Pratt-, mecánico de profesión, se despierta.

Como es lógico, Jim comienza a recorrer la nave, cuyo fuselaje se extiende a lo largo de un kilómetro, descubre las áreas cuyo acceso no le está permitido al no ser pasajero oro ni miembro de la tripulación, intenta hablar sin resultados positivos con el administrador Norris –Andy García- y visita el bar atendido por un robot camarero llamado Arthur –Michael Sheen-. Las conversaciones con él son las únicas que puede mantener el protagonista, si bien la inteligencia artificial de Arthur destaca porque parece razonar como un humano. Una vez más, el barman hace las veces de amigo, confidente y paño de lágrimas.

Un año después de su despertar, Jim conoce los pequeños robots de la limpieza, ha salido al exterior con un traje conectado siempre a la nave nodriza, y ha cambiado su habitación por otra de gran lujo. Pero se siente solo. El dilema está en buscar compañía, y escoge a una pasajera, Aurora Lane –Jennifer Lawrence-. Se trata de una bella periodista neoyorquina cuyo perfil de pasajeros grabado en un video ha llamado la atención del mecánico. Tiene ante sí una amenaza moral. Por una parte, su soledad le lleva al límite; por otra, la posibilidad de despertar a otra persona implica cortar su raíz sus deseos y condenarla a una muerte segura en mitad de ninguna parte. Finalmente, se encuentra con Aurora.

Jim le hace creer que ambos se han despertado a causa de un fallo del sistema. Ya llegará el momento de contarle la verdad. Lo cierto es que se encuentran dos personas agraciadas que, inevitablemente, se aproximarán emocionalmente. Su primera cita oficial se culmina con un paseo de ambos por bajo las estrellas infinitas. Así cualquiera. Seguro que si le propones algo así a tu próxima cita, triunfas. Claro que necesitas una nave espacial y estar en medio del Universo. Casi nada.

Poco después Aurora se entera de la verdad y, tras otro accidente de la nave, se despierta Gus Mancuso –Laurence Fishburne-, un miembro de la tripulación. Es el inicio de una sucesión de problemas relacionados con averías, algunas de las cuales afectan a centros neurálgicos de Avalon. Imprevistos absolutos, ya que no entraba en los cálculos de la compañía Homestead, responsable del ingenio, que algo de ese estilo pudiese suceder durante el viaje. Después de una etapa en la que Jim era una especie de Robinson Crusoe en el espacio, se dio paso al romance. Ahora, es el momento de la aventura y de un desenlace previsible.

Se mostraban varios frentes por cuidar y desarrollar. Principalmente, el dilema moral que se desataba con la situación de Jim, abandonado a su suerte en soledad y en medio del cosmos. Una vez que se decidió por despertar a Aurora parecía que el estudio sobre el calado de los personajes se iba a imponer, pero no. El hombre destaca porque le gusta reparar las cosas, no utilizar simples recambios, mientras que ella aspira a ser la primera escritora que narre un viaje de ida y vuelta a las estrellas. Bagaje insuficiente para lo que pudiera esperarse.

El guionista Jon Spaihts se dejó llevar por el camino más fácil, el del romance; y el director Morten Tyldum –The Imitation Game, 2014-, aprovechó la presencia de una pareja de actores atractiva, sin detenerse en nada más. Su química, no del todo perfecta, no sirve para resolver los problemas de una ecuación que debiera ser compleja y se queda en bastante simple. Tampoco el drama derivado de la amenaza catastrofista va mucho más allá de lo esperado. Ni hay problemas inesperados por el público ni soluciones imaginativas. El romance se impone por encima de la aventura y a pesar de que Tyldum recurre a un ambiente sofisticado y amplio, que evita la situación claustrofóbica, la cinta se queda reducida a un drama amoroso superficial que se ve con complacencia. En este sentido, no se puede desdeñar el influjo que ejercen sus actores principales ni la buena factura, aunque sin alardes, de su puesta en escena.

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