Saltar al contenido

Cincuenta sombras más oscuras (Fifty Shades Darker) (-)

13 febrero 2017

Christian Grey y Anastasia Steele vuelven a encontrarse y retoman su relación, que ahora pretende alejarse de las reglas y los castigos. El multimillonario intenta doblegar a sus demonios interiores mientras su novia navega con sus sentimientos entre la confusión y el ansia por cruzar ciertos límites.

La segunda entrega cinematográfica de la trilogía escrita por la autora británica E. L. James tiene bastantes puntos negativos, aunque el peor de todo es que todavía queda por llegar la última entrega, prevista para el 18 de febrero de 2018. Curioso, pasado San Valentín. Dakota Johnson y Jamie Dornan encarnan nuevamente a la pareja protagonista y ahora más que nunca parecen empeñados en demostrar que la química entre ellos, al menos cuando encarnan a Anastaia –Ana Steele y Christian Grey, más que inexistente parece de repulsa.

Después de alejarse al final de la primera entrega, se reencuentran en una exposición fotográfica de José Rodríguez –Victor Rasuk-. En una nueva cita, él confiesa su deseo de volver al cuarto rojo, aunque esta vez sin reglas ni castigos. Ambos vuelven a las andadas, con el multimillonario cediendo en sus pretensiones, intenta doblegar a sus demonios interiores, mientras que ella, entre confusa y arrebatada, pretende cruzar ciertos límites que hasta entonces no se atrevía a sobrepasar.

James Foley es un director más experimentado pero se encuentra con un guion absurdo para demostrar que lo suyo no es precisamente el cine erótico. En su día, especialistas como Just Jaeckin o David Hamilton se hubieran regocijado con propuestas como ésta. Al menos, no hubieran rodado una escena de sexo en la ducha sin que el caballero se hubiera quitado los pantalones, o se regodeara en las secuencias de sexo subrayándolas con bases de rock. Ya sucedió en la primera entrega. La excitación producida por sus imágenes era prácticamente nula y en esta continuación alcanza niveles todavía inferiores.

Nunca pude entender como la prensa amarilla no seguía los pasos del soltero más enigmático de Seattle. Mientras unos pensaban que era gay, la foto con Anastasia fue portada en muchas revistas aunque él parecía transparente en la ciudad. Continúa con idéntica pauta, solo que ahora los secretos de Christian se acumulan. Su hombre de confianza, Jason Taylor –Max Martini-, se revela como chico para todo. Guardaespaldas, chófer y hasta matón si es necesario. Por su parte, Anastasia ha comenzado a trabajar como ayudante de Jack Hyde –Eric Johnson-, que ocupa un puesto de responsabilidad en una editorial. Cuando intenta forzar sexualmente a la protagonista, su novio le quita de en medio. Parece que renunció voluntariamente después de que Jason Taylor le hiciera una visita.

Entre los juguetitos del cuarto rojo y la relación fluctuante de la pareja, la historia no va más allá del puro lujo y oropel propiciado por la situación económica de Christian, que lo mismo muestra su helicóptero, que un yate o se convierte en el centro de atención de un baile de disfraces que haría palidecer a muchos de los organizados durante los carnavales de Venecia. Y ella, sin inmutarse. Como si hubiera llevado una vida similar desde niña. A un guion flojo de por sí le perjudican ciertas puntualizaciones que convierten en más que confusa la relación del multimillonario con su madre adoptiva, Grace Trevelyan-Grey  –Marcia Gay-Harden-, quien posee una participación más activa y determinante que en la primera entrega.

Como no hay más que rascar entre los personajes centrales, ni tan siquiera entre Anastasia y su mejor amiga, Katherine Kavanagh –Eloise Mumford-, que sigue manteniendo su relación estable Elliot –Luke Grimes-, hermano mayor de Christian-, se introducen nuevos personajes para alimentar una tensión que explotará en la tercera parte. A la presencia de Jack Hyde, que está dispuesto a vengarse, aunque ese hecho se dilata hasta dentro de doce meses, se eleva la figura de Leila Williams –Bella Headthcote-, antigua sumisa de Christian, personaje a todas luces inestable. También la de Elena Lincoln –Kim Basinger-, apodada Señora Robinson por Anastasia. Se trata de la mujer que, siendo amiga de Grace, introdujo al muchacho en el oscuro mundo sexual que ahora domina completamente. Gracias a ella, se pronuncia la frase genial de la película: Tú le has enseñado a follar y conmigo ha aprendido a amar, dice Anastasia.

La propuesta en general, como la relación entre los personajes principales, se echa en manos de los parámetros de cualquier  folletín televisivo.  No discutimos el posible éxito comercial, pero convengamos en que los diálogos y acciones dignos de Falcon Crest o Dinastía, sin obviar citas de otros filmes que parecen haber sido descubiertos ahora. Por ejemplo, cuando Anastasia le dice a su secretaria que solo espera que le traiga café cuando a ella también le aparezca y que el resto de las cosas las irán viendo sobre la marcha. ¿Qué podría decir al respecto la heroína de Armas de mujerWorking Girl, 1988-? Melanie Griffith era mucho más sincera y creíble después de cargarse al personaje interpretado de forma contundente por Sigourney Weaver. Si vas a empeorar una cita, para qué demonios utilizarla.

From → Cine

Deja un comentario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: