La gran muralla (The Great Wall) (*1/2)

Dos mercenarios europeos son testigos, por casualidad, del secreto que esconde la construcción de la Gran Muralla China. Los aproximadamente veinte mil kilómetros de fortificación se alzaron, según la leyenda, para defenderse del ataque de los taoti, unos monstruos de origen extraterrestre y devoradores de carne humana.
Desconozco la responsabilidad de lo que se cuenta al inicio de este film, que se refiere a que en China hay muchas leyendas, y un buen porcentaje de ellas no están contrastadas. La verdad, resulta muy difícil de aceptar, como se narra en este caso, que la Gran Muralla China se construyó para contrarrestar los ataques de unas criaturas extraterrestres devoradoras de carne humana y no para para protegerse de las incursiones de tribus asentadas en Mongolia o Manchuria, especialmente en lo que se refiere a los xiongnu.
Como quiera que el dinero chino ha llegado a Hollywood a borbotones, las coproducciones entre ambos países comienzan a hacerse notar, y parece ser que Zhang Yimou se muestra proclive a ello, puesto que ya fue el responsable de Las flores de la guerra, con Christian Bale como protagonista. Suponemos que la misma fórmula que se utilizó para convencer al actor galés, con una suculenta cantidad de dinero por delante, sirvió para atraer a Matt Damos, quien suponemos tendría muchas cosas mejor que hacer, al igual que Willem Dafoe, otra de las estrellas del reparto.
Partiendo de una historia firmada por algunos habituales de Hollywood, entre los que figura el también cineasta Edward Zwick –Diamantes de sangre, 2006-, Yimou y su equipo construyeron un guion insostenible en cuanto a su contenido. Las referencias históricas se han ocultado en lo posible, pero no se pueden evitar épocas o ciertas cuestiones temporales que en modo alguno pueden ajustarse a la realidad. Por ejemplo, que dos europeos, William Garin –Damon- y Pero Tovar, encarnado por el chileno Pedro Pascal, lleguen al Lejano Oriente para buscar el secreto de la pólvora con un acento yanqui que entonces ni existía ni se le esperaba. Para colmo, allí se encuentran con Ballard –Willem Dafoe-, otro hombre proveniente del Viejo Continente, que lleva quince años enseñando inglés a los líderes del destacamento. Gracias a eso, el idioma de Shakespeare se alterna con el local.
William y Tovar son expertos en intercambios de mercaderías, pero a ellos les interesa encontrar la fórmula del polvo negro. Cuando son atacados por unos khitan, únicamente sobreviven cinco mercenarios, pero seguirán con vida los dos personajes principales tras enfrentarse en una cueva a un ente desconocido del que conservan una de sus manos. En su huida, una vez que los bandidos regresaron tras su pista, se topan con la Gran Muralla, donde son apresados por las tropas del general Shao –Zhang Hanyu-, que se apoya principalmente en el estratega Wang –Andy Lau- y el comandante Lin Mei –Tian Jing-, porque entonces sus compatriotas ya tenían mujeres en puestos de confianza ¿…?.
La mano del monstruo les sirve inicialmente para que no les ajusticien de inmediato, lo que antecede a un ataque de los taoti, esas criaturas que, según narrarán después los aborígenes, llegaron del espacio exterior y atacan en manada, miles y miles realmente, cada sesenta años. Ni más, ni menos. La destreza con la espada, las flechas y las habilidades para sortear peligro de los dos europeos les sirve para que sean respetados por los hombres de Shao, cabecilla de una orden militar a la que la corte imperial de la dinastía Song encargó la defensa de las tierras del norte. Gracias a este detalle podemos fijar la fecha de la historia entre los años 960 y 1279, cuando la existencia de europeos en aquellos parajes resultaba poco menos que imposible. Además, hasta la invasión árabe no se utilizó en el Viejo Continente, por lo que la intención de Willian y Tovar, así como la de su predecesor Ballard, es poco menos que una quimera.
Cualquier cuestión de la película queda sublimada por la acción. Más bien parece una de romanos transformada en cuento chino. La mayor diferencia es que la principal característica del péplum, los decorados de cartón piedra, ahora son realmente escenarios naturales. Cuesta aceptar la hipótesis de partida. En realidad, cuesta aceptar casi todo, pero hay un actor como Damon que tira del proyecto, y un acreditado director que también deja su huella, especialmente en barridos y planos generales.
Yimou se vuelca con el color, como en casi toda su obra. Se recrea en las cinco facciones del ejército de Shao, en la que cada una es dominada por una coloración. Hay acróbatas, jinetes, arqueros, ingenieros e infantería. Le saca partido a la sección de contorsionistas, en la que unas mujeres guerreras se lanzan atadas a una cuerda para infligir daños al enemigo en la caída y regresar después a su punto de partida. Algo así como especialistas de puenting con espadas. Sus imágenes, cuando se lanzan al cielo nocturno globos de aire caliente inestables, nos congratulan con una película que, como línea argumental es poco menos que desesperante.