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No sé decir adiós (***)

5 abril 2017

Carla vive en Barcelona y hace tiempo que no se habla con su padre, pero cuando recibe la llamada de su hermana diciéndole que está gravemente enfermo, se desplaza hasta Almería. No acepta el hecho de que los médicos le pronostiquen pocos meses de vida y se lo lleva de regreso para que sea atendido en un centro hospitalario de mayor prestigio.

Las reacciones familiares ante la inminente pérdida de un ser querido se han tratado en el cine desde muchos puntos de vista. Probablemente, nunca de manera tan profunda a partir de la visión femenina de dos hermanas cuya actitud y comportamiento son muy diferentes. La ópera prima de Lino Escalera nos deja una película intensa, dolorosa y con tres grandes interpretaciones que elevan el tono y salvan algunas secuencias en las que los diálogos ceden con respecto a la media general y otras quizá alargadas ligeramente.

José Luis –Juan Diego- es profesor de autoescuela en Almería y durante una de sus clases, la tos permanente deriva en esputos sanguinolentos. Algo no va bien, y lo sabe, como muy pronto se enterará del problema su hija Blanca –Lola Duelas-, quien decide llamar a su hermana Carla –Nathalie Poza-, que reside en Barcelona y con la que hace años que no mantienen relaciones fluidas. Cuando esta última llega a la casa familiar no acepta el diagnóstico de cáncer de pulmón y decide llevarse con ella a su padre para que sea atendido en la Ciudad Condal en un centro hospitalario prestigioso.

De esta forma, se plantea la reacción de las dos mujeres ante la inminente pérdida de su padre, quien parece aceptar los hechos de una forma más natural. Se convierte en el epicentro de los momentos de comedia dramática que reducen la tensión existente en el relato. Se agradece, porque la historia es dolorosa y nos lleva a una situación por la que pasan la mayoría de familias y cuya reacción no tiene una regla general fija a la que atenerse. José Luis aprovecha también encontrar su propia paz como ser humano y no dejar cuentas pendientes.

En ese aspecto, las dos hermanas se enfrentan con su propia realidad. Ninguna de ellas es realmente feliz ni está conforme con la vida que llevan. Blanca está casada con Nacho –Pau Durá-, que está sin trabajo,  y tiene una hija. Aunque forma parte del negocio paterno, siempre ha querido ser actriz. Resignada, acepta lo que hay. Carla es la antítesis. Hace años que se ha ido a Barcelona, es cocainómana, alcohólica y adicta al sexto ocasional. No duda en combinar las tres cosas sin que se nos explique cómo llegó a esa situación. Quizás, debido al desencanto por no haberse entendido con su padre ni con su hermana.

Trabaja en una agencia de cuentas y se muestra dura en su trabajo. Lo esgrime especialmente con un recién llegado a la empresa, Sergi –Miki Esparbé-, respondiendo siempre a la defensiva ante cualquier pregunta rutinaria. Es momento de recuperar el tiempo perdido, de acercarse a su padre, y de paso a su hermana, de luchar para que no se vaya, aunque él ha decidido dejar que la naturaleza siga su curso. Carla pelea para que la inercia se trunque mientras Blanca es partidaria de aplicar cuidados paliativos para aliviar el dolor entendiendo que la pérdida es inevitable. Aquella es inconformista; ésta acepta los acontecimientos, evitando en lo posible los problemas.

Lino Escalera se luce en una puesta en escena austera, sin recrearse en absoluto en los decorados ni en el paisaje. Alrededor de sus protagonistas pasan cosas, pero la cámara se centra únicamente en ellos a través de una fotografía muy valiosa de Santiago Racaj. Pero, sin duda, la gran fortaleza del film reside en la interpretación. Después de algunas elecciones discutibles en los últimos años, Juan Diego compone un personaje difícil al que aporta un innegable sentimiento. Duele más su problema por culpa del buen hacer del intérprete sevillano.

Lola Dueñas sabe cómo sacarle partido a esa mujer apocada, que decide aceptar la vida como viene aunque dentro de sí queda un poso de rebeldía que sale a la luz por momentos sin que la sangre llegue al río. En cuanto a Nathalie Poza, lleva tiempo reclamando un puesto de honor entre las actrices españolas. Nominada en tres ocasiones al Goya, y después de haber sido chica Almodóvar, su trabajo en esta película puede compensar todos los esfuerzos profesionales de esta madrileña. Su personaje es difícil, lleno de matices y le obliga a mostrar todo lo que lleva dentro. Mérito también del director, porque cada escena le exige mostrarse diferente, alternado la dulzura con la ira, la entrega y la pasión con el desencanto. Su paso por el Festival de Málaga no pasó desapercibido.

From → Cine

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