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La chica dormida (Girl Asleep) (**1/2)

30 abril 2017

Greta tiene catorce años y le espera un inmediato cambio conforme abraza la pubertad. En los años setenta, en Australia, llega a un colegio nuevo donde un chaval estrafalario se convierte en su amigo al tiempo que su madre prepara una gran fiesta de cumpleaños con el objeto de que la chica invite a todos sus conocidos e, incluso, a sus enemigos, si es que los tiene.

El póster que anuncia la película ya de por sí resulta extraño. Una fisonomía de los personajes cuando menos original y un vestuario que parece haberse extraído de un baúl de los recuerdos destinado a una casa de muñecas a tamaño natural. Cuando empieza la proyección nos sorprendemos todavía más al observar que se exhibe en 4:3, un formato prácticamente en desuso y que se utiliza para cuestiones muy puntuales. Luego están los pantalones campana, los uniformes cortos para los estudiantes y unos colores que parecen poco ensamblables: amarillo para las camisas y rojo, prácticamente granate, para la parte inferior.

Estamos en Australia a finales de los sesenta. Greta -Bethany Whitmore- es una muchacha pecosa que se enfrenta a su primer día en un nuevo instituto. Es tan debutante como la propia actriz en la pantalla grande o la directora Rosemary Myers, quien firma su ópera prima a partir de un guion de Matthew Whittet basado en su propia obra teatral, y que se reservó para esta adaptación el papel de padre de la protagonista.

Parte de un plano fijo en el campo de deporte. Por detrás suceden cosas. Hay, incluso, mayor movimiento que en el eje central del fotograma, donde Greta se muestra hierática, una condición que apenas se modifica cuando se le presenta Elliot –Harrison Feldman-, un muchacho en el que se mezclan muchas personalidades: repipi, apocado, echado para adelante, inseguro y hasta galante. Un todo en uno que provocaría el rechazo de cualquier muchacha con aspiraciones pero no el de Greta, a punto de dar el paso trascendente que significa dejar atrás la infancia.

La protagonista pretende vivir su vida sin injerencias. Admite como amigo a Elliot, pero solo eso. Incluso, sabe que tiene que dejarlo de lado cuando aparecen las compañeras dominantes del colegio, un trío que incluye a un par de gemelas –Fiona y Grace Dawson-. Como siempre, también aparece el tío bueno del centro escolar, Benoit Tremet –Eamon Farren- quien, de alguna forma, resultará fundamental en el despertar sexual de Grace. Una primera revolución de sus apetitos porque, en realidad, la cinta es absolutamente blanca y evita ir más allá de la alteración que pueda producirse en la sangre con la llegada de la primavera.

Después de las dos primeras secuencias ya nos olvidamos de que la película esté rodada en 4:3, calificamos como de interesante la fotografía de Andrew Commis y entendemos que el vestuario de Jonathon Oxlade es original y no una horterada, como habíamos pensado al principio. El debut de intérpretes y directora resulta más que prometedor y la cinta, que pasó con éxito por diversos festivales y muestra una clara influencia del mejor Wes Anderson, se antoja entretenida e incluso reveladora.

Aunque Greta quiere pasar desapercibida y está en contra de la idea, su madre Janet –Amber McMahon- pretende hacerle una fastuosa fiesta para su décimo quinto aniversario en la que estarían presentes todos sus amigos y quienes no lo fueran tanto. Es el transcurso de esa celebración cuando conocemos mucho mejor a la muchacha protagonista y sabemos de sus aprensiones y esperanzas. Al abrir una caja de música, huye precipitadamente al bosque de su inconsciente. Allí se encuentra con los fantasmas de su niñez y los miedos del futuro más inmediato. Se dan cita, sobre todo, tres personajes desconocidos y peculiares, que no son otros que sus padres y el chico por el que, sin duda, siente una innegable atracción.

Una propuesta muy diferente del paso de la infancia a la juventud en donde no hay tipos especialmente cachas ni el guapo o el patito feo se quedan con la chica. Ni siquiera los protagonistas resultan especialmente atractivos. Los personajes podrían haber participado sin desdoro en El Mago de Oz, formar parte de Monrise Kingdom, o participar en el Viaje a Darjeeling, pero de lo que no cabe duda es de que poseen un innegable atractivo surgido desde la más profunda incredulidad.

From → Cine

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