Jumanji: Bienvenidos a la jungla (Jumanji: Welcome to the Jungle) (**)

La hora del videojuego Cuatro adolescentes son absorbidos por un videojuego y cada uno de ellos tendrá que asumir su propio avatar sin perder buena parte de la personalidad mostrada en su vida real. No podrán regresar a menos que consigan devolver a su lugar de origen una joya que implica la pacificación del lugar. Más de dos décadas después de que Joe Johnston adaptara la novela de Chris van Allburg llega una nueva entrega de la mano de Joe Kasdan. El original sufre una significativa modificación porque el tablero mágico se ha sustituido por un videojuego, aunque se mantiene el entretenimiento. Cuatro adolescentes se ven nuevamente capturados en un mundo paralelo pero no será ellos quienes tengan que resolver su aventura, sino otras identidades, los avatares seleccionados inicialmente, antes de entrar en Jumanji. Una vez allí, los personajes adyacentes se comportan como los de cualquier aventura gráfica. Repiten las mismas frases hasta que escuchan la adecuada. Spencer Miller –Alex Wolff-, Bethany White –Madison Iseman-, Anthony Firdge Johnson –Ser’Darius Blain- y Martha Schwartz –Morgan Turner- son castigados en el instituto por diversos motivos. Se quedan en un aula en la que aparece un cartucho de videojuego adaptado a una desconocida consola con estética de comienzos de los noventa. Cuando la ponen en funcionamiento son transportados al corazón de Jumanji con los avatares seleccionados por cada uno de ellos. Spencer será el Dr. Smolder Bravestone –Dwayne Johnson-; Bethany, el profesor Shelly Oberonum –Jack Black- en una de mayores originalidades del film, que es el de ver una adolescente preocupada por su belleza en el cuerpo de un hombre gordo de mediana edad; Anthony se transforma en el zoólogo Franklin Moose Finbar –Kevin Hart-; y Martha en una especialista del baile-lucha, Ruby Roundhouse –Karen Gillan-. En Jumanji pronto descubren que cada uno de ellos posee tres vidas y que tendrán que enfrentarse a diversos peligros para devolver a un jaguar de piedra la esmeralda que ha sido robada por John Bardon –Bobby Cannavale-. Con ella puede controlar a todos los animales del lugar, aunque le saque un partido escaso y puntual. La acción se divide en diversas frases, al estilo de los shoot’em up hasta que llegan al nivel último y tienen que enfrentarse con el jefe final. Por el camino encontrarán a Jefferson Seaplane McDonough –Nick Jonas-, un aviador que lleva veinte años escondido dentro del juego para no malgasta su última vida. Resulta difícil de creer que una película con tantos lunares y diversos errores llega a entretener como lo hace esta producción. Los efectos visuales son pobres, los decorados limitados y algunas de sus propuestas casi se olvidan antes de que aparezcan, como la utilización del boomerang por parte del doctor Bravestone. Ni siquiera los entresijos del guion muestran propuestas originales. Hay reminiscencias de Indiana Jones y, cuando se incorpora Seaplane, enseguida viene a la mente El club de los cinco. La película comienza como una más centrada en estudiantes donde se dan cita el patito feo –Spencer-, el deportista cachas –Fridge-, la Barbie de turno –Bethaany- y la chica tímida que se aísla de los demás –Martha-. Todos los tópicos posibles del cine de aventuras se dan cita en este largometraje que, por si fuera poco, descarta un enfrentamiento final a la altura de un villano casi invencible de los videojuegos. Incluso éste tiene frases recuperadas de malas películas de acción. Pero ni siquiera eso evita la diversión porque, inesperadamente, casi todo funciona en esta producción. La taquilla lo ha demostrado, alcanzando la cifra de sesenta millones de dólares en sus primeros seis días de exhibición en el mercado norteamericano contra los 45 de coste total. Probablemente, el mayor mérito del film sea la definición de sus cuatro personajes centrales y la interpretación, sobre todo, de Dwayne Johnson y de Jack Black. A su manera, cada uno se ríe de sí mismo, y contagia al espectador. Ver al enclenque Spencer con los músculos de acero y el esculpido cuerpo de su avatar está a la altura del alma femenina del personaje de Black, que incluso asume el único momento escatológico de la propuesta. De ahí que lo que se presuponía como un encefalograma plano recobre la máxima intensidad sin necesidad de trasplantes ni transfusiones. Quizás, la entrega original fuera superior en la mayoría de sus aspectos, y ya no digamos en la presencia de los animales, pero personalmente me quedo con ésta. Creo que está hecha para que el espectador olvide cualquier problema durante dos horas y que piense incluso, que podría haber aguantado algo más. Puede que porque las aventuras que viven los protagonistas sean demasiado flojas, pero se compensan con el enorme sentido del humor y la aportación de los actores. No hay que buscar más claves una vez llegado un final sin sorpresas, repetido hasta la saciedad en el cine y que no se puede desprender de cierta capa casposa que se extiende en el film de principio a fin.
Buena crítica. Quisiera destacar que es Jack Black, no Joe Black 🙂
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