Robin Hood (2018) (*)

Otra visita a Nottingham
Robin de Locksley regresa desilusionado de las Cruzadas, tras permanecer un lustro fuera de Inglaterra. Vuelve con un árabe llamado Yahya, quien se convertirá en su mentor al conocer que, tras darle por muerto, el sheriff de Nottingham pretendía quedarse con sus tierras y las minas ubicadas en ellas.
Robin Hood, personaje del folclore inglés, regresa cada cierto tiempo a nuestras pantallas. Lo hace como ese turrón que vuelve por Navidad, ya sea con personajes reales, en dibujos animados o en producciones específicas para televisión. Este año, incluso, se presenta por partida doble merced a una producción británica y otra estadounidense. Ésta, que es la que nos ocupa ahora, de bastante mayor presupuesto y mucho más ambiciosa. Ese respaldo económico norteamericano la sitúa más próxima a las últimas versiones protagonizadas por Kevin Costner y Russell Crowe que a la protagonizada en 1938 por Errol Flynn.
Una vez más, Robin de Locksley, señor de Nottingham –Taron Egerton-, se marcha a las Cruzadas y regresa en compañía de un árabe que se hace llamar Yahya –Jamie Foxx-. Ha decidido volver tras desilusionarse por lo visto en sus andanzas. Principalmente, cuando su comandante, Guy of Gisborne –Paul Anderson- ejecuta a un niño a pesar de las súplicas paternas. De nuevo en casa, las cosas han cambiado mucho tras los cinco años transcurridos. Se entera por el fraile Tuck –Tim Minchin- de las principales novedades.
El sheriff de Nottingham –Ben Mendelsohn- declaró muerto a Robin dos años antes. Una buena fórmula para hacerse con sus tierras, incluidas las minas ubicadas en ellas. Necesita respaldo económico para financiar sus correrías bélicas a instancias del Cardenal –F. Murray Abraham-. Además, la bella Lady Marian –Eve Hewson- se ha convertido en la compañera de Will Scarlett Tillman –Jamie Dornan-, uno de los hombres que más rápidamente han ascendido en comunidad explotadora de los más débiles.
Una vuelta de tuerca a la historia aunque se mantengan los personajes más destacados, aun con diversas alteraciones. Los principales papeles del elenco se los reparten actores británicos y es que el trabajo del director, Otto Bathurst, que hasta ahora ha desarrollado su trabajo íntegramente para la televisión, sigue a pies juntillas el legado de Guy Ritchie. Sin embargo, cuando se quiere mantener una línea es necesario dominar el tempo. Esta propuesta, por el contrario, es una burda imitación, con más de lo primero que de lo segundo. Nada en la puesta en escena resulta arriesgado ni convincente de forma categórica.
La producción ha costado cien millones de dólares y parece que se han gastado íntegramente en el reparto, en unos decorados más llamativos que efectivos y en unos efectos visuales en los que abunda la cámara lenta sin que en ningún momento nos sorprendan. El reparto cumple y únicamente destaca Eve Hewson. No porque componga una Lady Marian convincente, ya que el guion no lo permite, sino por la propia categoría como actriz de la hija del músico Bono.
Es cierto que se ha pretendido ser singular, pero no siempre lo original es efectivo. El caso contrario es el de resultar estrambótico o extravagante. Vemos un Robin que se gana el apodo The Hood tras robar las riquezas del sheriff y repartirlas entre los más necesitados. Hay muchas más diferencias constatables respecto a la tradición popular, unas más evidentes que otras. La figura del protagonista se completa con una capucha en lugar del gorro rematado por una pluma. Su silueta está más cera de Assasins Creed que de un aventurero de la baja Edad Media. No hay flechas incendiarias, por lo que se debe felicitar a los guionistas, pero a cambio introducen una especie de ballesta capaz de disparar cinco saetas a la vez.
Realmente, pocas cosas funcionan en esta producción, más grandilocuente y atrevida que resultona. Pasemos por alto que Little John, el proscrito más cercano a Robin sea en verdad el sarraceno que regresó con él de las cruzadas. Parece que Yahya significa Juan. Igualmente respetamos que se convierta en el mentor del protagonista, como si para entonces no supiera manejar el arco. Se ha pretendido adecuar la historia con giros actuales en los diálogos y enfrentando a las clases sociales más desfavorecidas con los políticos corruptos y las fuerzas eclesiásticas. Esa es la idea que parece presidir el film, de algún modo loable, pero lamentamos que no se haya sabido explicar y casi ni siquiera exponer.