The Jungle Bunch: La panda de la selva (Le as de la selva) (**)

Animales al rescate
Surgida de una serie de animación televisiva, los cinco variopintos animales que componen la panda de la selva acuden inmediatamente en la ayuda de quienes lo solicitan. Esta vez tendrán que vérselas con un koala pirómano que trae en jaque a la colorida selva en la que habitan los protagonistas.
La serie de animación francesa en la que está basado este film diseñado por medio de CGI, ha gozado de una inmensa popularidad en casi todo el mundo. Presenta a cinco animales de muy diversa factura que, unidos, consiguen deshacer cualquier entuerto como si de un conjunto de súper héroes se tratase. No tienen poderes especiales pero gracias a sus habilidades alcanzan siempre su objetivo. Sus creadores, Jean François y Eric Tosti, junto a Favid Alaux, director del film, han optado por una historia principal y más compleja para este metraje de poco más de hora y media de duración. De la misma forma, aportan algunas pinceladas que elevan la edad media de los potenciales espectadores. Hasta ahora, estas aventuras iban destinadas a los más pequeños.
La acción se convierte en protagonista al inicio de la proyección. El drama está ocasionado por el fuego, con un animal a punto de ser devorado por las llamas. No se puede obviar el recuerdo de Bambi. De inmediato, conocemos a los héroes de la ficción. Maurice es un pingüino emperador que viajó desde la Antártida. Fue criado por una tigresa y él se pinta el cuerpo con rayas naranjas para autoproclamarse como El gran tigre guerrero. Siempre le acompaña Junior, su hijo adoptivo, un pequeño animal acuático al que enseña sus conocimientos y que habitualmente se desenvuelve en una pecera que el propio Maurice transporta bajo su brazo.
A ellos les acompañan Miguel, un gorila con mente de niño cuyo objetivo en la vida es comer cuantos más plátanos mejor; Gilbert, un tarsero fantasma que está usualmente de mal humor pero que también es el cerebro del grupo; y Batricio, una murciélago hembra de gran corazón que bebe los vientos por el primate. En la misma zona de la jungla se encuentran Bob y Al, dos sapos que comparten amigos, estanque y pasiones. Los cinco primeros son quienes componen la panda que acude a resolver entuertos. La señal de alarma procede de un volcán vecino por cuya base salen de su hábitat para, una vez escuchados los lamentos de quienes solicitan su ayuda, acudir al rescate.
Las historias cortas de la serie televisiva se sustituyen aquí por una aventura más extensa, en la que tendrán que enfrentarse a un enemigo voraz, nada menos que Igor, un koala pirómano dispuesto a no dejar títere con cabeza. La habitual bondad de las producciones para la pequeña pantalla, muy recomendables para niños a partir de seis años, se quedan parcialmente marginadas con secuencias más duras, que elevan notablemente la edad a la que va dirigida esta producción en un claro intento de comprometer también a los mayores.
El guion no resulta demasiado imaginativo, y los diálogos son pobres, como suele ser la norma en las creaciones de estos animadores franceses. Brilla más por el atractivo colorido de la selva y un movimiento bastante logrado de los personajes, que incluso se permiten, en el caso de Maurice, atrevidas piruetas como buen practicante de kung-fu. El humor aparece muy a cuentagotas y es casi inexistente, pero la aventura logra que pasemos por alto muchas de las carencias de esta producción.
Mencionamos las artes marciales, y hay aspectos que invitan a rememorar Kung-Fu Panda, pero igualmente Madagascar y otros clásicos que no solo se refieren a las películas animadas. Los Tres Mosqueteros, la saga de Indiana Jones, y también la de Misión: imposible tienen igualmente sus momentos de gloria en este largometraje, que tampoco se resiste a pasar por alto la presencia de Eye of the Tiger. El tema de Survivor suena en un momento en el que la psicología se impone en el argumento. Es uno de los referentes de la banda sonora de Olivier Cussac, estridente casi siempre y, sobre todo, rimbombante. Con el paso de los minutos te acostumbras aunque, de vez en cuando, te recuerda que no puedes confiarte demasiado.