Mazinger Z Infinity (**1/2)

Puños fuera y algo más
Una década después de la victoria de la Humanidad sobre el Doctor Inferno, una inesperada oleada de bestias mecánicas pone cerco a la Tierra. Koji Kabuto, convertido en un eminente científico, deberá ponerse nuevamente a los mandos del Mazinger Z y, con la ayuda de sus amigos, hacer frente a su archienemigo.
Fue una serie de referencia en los setenta y ahora, cincuenta años después del debut profesional de su creador, Go Nagai, da el salto a la pantalla grande. Se aprovecha, respecto a la producción televisiva, de un avance cualitativo en los medios técnicos y cuenta con el respaldo de Toei Animation, compañía que dejó su huella en otros famosos animes, como Caballeros del Zodíaco. Su director, Junji Shimizu, es también un veterano, curtido en producciones como Yu-Gi-Oh! Y One Piece.
Después de una entrada en cápsula en la que vemos a bestias mecánicas atacar una planta de energía fotovoltaica y reduciendo a Shiro Kabuto, hermano menor del protagonista, entramos en materia con la canción original de la serie. Los personajes de han hecho mayores. Koji Kabuto es un eminente científico que acude al laboratorio de energía fotovoltaica que ahora dirige Sayaka Yumi, su inteligente novia. Dentro del complejo encuentran un gigantesco robot, al que bautizan como Mazinger Z Infinity, del que aparece un androide femenino evolucionado que, tras haberse reinicializado, se convertirá en ayuda indispensable de los protagonistas.
El ataque a la primera central fue perpetrado por las huestes del Doctor Infierno, a quien se creía muerto, y ahora se dirige hacia Tokio, concretamente a la base instalada en el monte Fuji, para recomponer el Mazinger Z Infinity. Antes los desmanes provocados por las hordas del maligno personaje, incluidos el Barón Ashura y el Conde Brocken, Koji debe pasar a la acción y recuperar su viejo robot, convertido en pieza de museo. Apoyado entre otros por el padre de Sayaka, ahora primer ministro, y por sus viejos camaradas, principalmente el Profesor Nossori, se enfrentará a su archienemigo en una contienda aparentemente desigual, pero donde se recuperarán las armas conocidas de la serie. A los ¡puños fuera! Le acompañarán las patadas barredoras, el fuego de pecho y otras lindezas que se aproximan a la destrucción masiva.
La calidad de los dibujos es muy superior al del original televisivo, y el largometraje sigue a pies juntillas las máximas del manga e, incluso de los videojuegos japoneses, especialmente los centrados en grandes monstruos mecánicos. No en vano, Mazinger Z fue la avanzadilla del sub género conocido como Mecha, abreviatura de mechanic. La acción no se detiene, pero tampoco las explosiones, la destrucción y el fuego. Los movimientos de los personajes siguen siendo más torpes que los de las propuestas occidentales, pero su compensan con sus detalles, casi exagerados. No importa detener a los personajes en el espacio, como si el tiempo se parase, y las macro explosiones son tan abundantes que dudamos de si después de cualquier ataque pudiera quedar títere con cabeza.
Estas detonaciones semejantes a una bomba atómica son constantes en este tipo de producciones. No serían creíbles en una producción de Hollywood, pero las echaríamos en falta si no apareciesen en este tipo de propuestas. El símil con los videojuegos es palpable cuando los enemigos, similares a los jefes de fase de computadoras y consolas, son cada vez más poderosos hasta llegar a uno final todopoderoso que parece poco menos que imbatible y con el que se debe utilizar, además de todos los recursos posibles, una inteligencia, reflejos y una rapidez de ejecución notabilísimos.
Pero Mazinger Z era algo más que lo expuesto. La serie proponía de pasada algunos elementos filosóficos al tiempo que tocaba de soslayo el machismo y una cierta dosis de erotismo. Todo ello se amplifica en este largometraje. La aparición del Doctor Inferno no conlleva como prioridad el dominio del planeta. Va mucho más allá. Nos habla de mundos colaterales en los que se dan la mano el pasado, el presente y el futuro, al estilo de Interstellar. Cada uno puede elegir entre ser un dios o un demonio y esa será la cuestión que haya de discernir Koji Kabuto. Propuestas filosóficas que van más allá de simples teorías, como la conjetura de que gracias a la energía fotovoltaica se consiguió la paz en el Planeta y un ahorro considerable en el gasto.
El machismo es evidente en las relaciones del protagonista con las mujeres que le rodean. Incluso, aparecen unas Chicas Mazinger a modo de muchachas de cabaret, con profundos escotes y nalgas sensuales. Porque el erotismo tampoco se queda atrás. La aparición inicial del robot femenino nos muestra una figura absolutamente desnuda que no deja nada a la imaginación. Todo ello, subrayado por la partitura occidentalizada de Michiaki Watanebe, se une a enfrentamientos mayúsculos, a una acción sin y a una propuesta fílmica que no defrauda ni engaña, pero que tampoco nos conduce a la excelencia.