Foxtrot (**1/2)

Regreso al punto de partida
A un matrimonio acomodado israelí le informan de que su hijo ha muerto en acto de servicio. Tras unas horas terriblemente angustiosas, les advierten del error, ya que el fallecido responde al mismo nombre pero se trata de otra persona. Luego, asistimos a la función rutinaria de los soldados en un solitario puesto fronterizo.
En Israel el servicio militar es obligatorio tanto para hombres como para mujeres. Se trata de un país en estado de guerra desde el mismo momento de su fundación. Esa realidad presupone traumas nunca superados, recuerdos que cabalgan sin detenerse en la mente de sus protagonistas, y sentimientos de furia, rabia y amor. Todo ello es lo que ha querido expresar Samuel Maoz, director y guionista, en su segundo largometraje de ficción. Un trabajo que le ha reportado una cascada de galardones internacionales, encabezados por el Gran Premio del Jurado en Venecia.
El matrimonio Feldmann recibe una visita no esperada en su acomodado domicilio. Unos militares les anuncian la muerte de su hijo Jonathan en un acto de servicio. Daphna –Sarah Adler- no puede soportarlo y cae desvanecida: su esposo Michael -Lior Ashkenazi expresa todo su malestar y su frustración. Quiere ponerse en contacto con su hija Alma –Shora Haas-, rechaza inicialmente la ayuda del Ejército y aprueba la ayuda de su hermano Avigdor –Yehuda Almagor-. Solo acude al centro de mayores donde se encuentra su madre, visiblemente afectada de Alzheimer.
Horas después del anuncio, llega otro informe más esperanzador. El soldado muerto, aunque se llame Jonathan Feldmann no es el hijo de Daphna y Michael, sino que se trata de otro militar de idéntico nombre. La madre reacciona positivamente pero el padre, si cabe, se encuentra totalmente fuera de sí y reclama el inmediato regreso del muchacho, que se encuentra en un puesto fronterizo de control en el Golán. Guarda un secreto que le ha atormentado desde que cumplió su obligación para con el Estado.
El film está dividido en tres partes y un pequeño epílogo. En el segundo fragmento conocemos a Jonathan –Jonaton Shiray-, que cumple su destino junto con otros compañeros. Vigilan un paso por el que apenas pasan un par de vehículos diarios y algún que otro dromedario al que le abren y cierran la barrera. Son prácticamente críos, que cuentan con sus correspondientes fusiles y una ametralladora. Viven en un barracón situado en un terreno inestable que cada vez se hunde un poco más por uno de los lados y amenaza con hundirse definitivamente.
La situación de los soldados no deja de ser kafkiana. Se divierten entre bromas y contando historias, como la del propio Jonathan, que relata como su padre cambió en su día la Biblia familiar por una publicación erótica. Así hasta que por culpa de un mal entendido abaten a cuatro palestinos que iban de fiesta. Sus superiores echan tierra al asunto, también en sentido literal, al tiempo que informan al chico de su inmediato regreso a casa. El desarrollo de este incidente provocó el enfado de la ministra israelí de Cultura; cinematográficamente, la película pierde su interés a partir de ese momento. Lo que sigue, salvo el epílogo en el que se muestra la aproximación del matrimonio Feldmann tras un período de distanciamiento, resulta prácticamente innecesario y debilita el conjunto.
Hay diversas lecturas en esta producción, que permite inicialmente el lucimiento de Lior Ashkenazi. El decorado, con un suelo de mosaico, las ventanas que muestran a lo lejos el centro de Tel Aviv y algunos espacios reducidos provocan cierta claustrofobia incrementada por el extremo dolor del padre. Influyen también en este sentido las excesiva utilización de tomas cenitales y ciertos planos de larga duración. De esta forma, los personajes resultan empequeñecidos, como di un Dios espectador asistiese impávido al dolor de unos indefensos y desvalidosseres humanos.
Se pone igualmente en tela de juicio la presencia de soldados demasiado jóvenes y poco formados, capaces de provocar un incidente como el referido de los palestinos que se desplazaban en uno de los escasos vehículos que cruzaban el puesto. No le va a la zaga la posibilidad de informes sin contrastar que pueden alterar el rumbo de una familia. Todo ello está muy bien, pero el guion insiste en subrayar lo obvio, en contarnos lo que vemos y, sobre todo, en alargar una historia sin que se aporten novedades que lo justifique. Se trata de un film que te agarra al inicio, sorprende poco después y termina por desencantarnos en su propio hundimiento. De ahí que al terminar la proyección sintamos una indiferencia que no se ve acorde con la propuesta ni con su intensidad dramática.