Fernando León de Aranoa, Javier Bardem, Julieth Restrepo, Pablo Escobar, Penélope Cruz, Peter Sarsgaard, Virginia Vallejo
Loving Pablo (*1/2)

Loving Pablo: ¿Dónde está Escobar?
Biopic centrado en la figura del narcotraficante colombiano Pablo Escobar a través de su esposa y, principalmente, de una de sus amantes, la comunicadora Virginia Vallejo. Asistimos a su ascenso y posterior control del cártel de Medellín, que abrió las rutas de introducción de cocaína en Estados Unidos.
El cine, ya sea a través de documentales o de ficción, y la televisión se han encargado de que conozcamos bastante a fondo todo lo relativo a la figura de Pablo Escobar. No sólo su ascenso hasta encabezar el cártel de Medellín, sino también sus ayudas sociales en pos de un puesto en Parlamente, así como su posterior caída, detalle que posiblemente sea la mayor aportación de este film escrito y dirigido por Fernando León de Aranoa y que se aprovecha de Javier Bardem y Penélope Cruz como sus principales intérpretes para un mayor tirón comercial.
El argumento se basa en el libro de Vallejo Amando a Pablo, odiando a Escobar, en el que relataba sus vivencias junto al narcotraficante entre 1983 y 1987. A comienzos de aquella década era un personaje muy popular gracias a sus trabajos televisivos. También ejerció de modelo y llegó a participar como actriz en un par de películas. Cuando conoce a Escobar se enamora de él, aunque como afirma su todopoderoso amante, jamás se le hubiera acercado si fuera pobre.
Por un lado, la propia Virginia; por otro, la esposa del protagonista, María Victoria Henao –Julieth Restrepo, sin olvidarnos de la hija nacida en el seno del matrimonio –Lillian Blankenship-. Ellas son las mujeres que se retratan en este sesgado biopic. Seguramente, tuvo que haber muchas más, pero Virginia no las incluye en su libro de la misma forma que el guion del film obvia las controversias generadas por el mismo debido a la inclusión de ciertos nombres relevantes, como los de los políticos Alfonso López Michelsen, Ernesto Samper y Álvaro Uribe.
Llama poderosamente la atención que esta propuesta haya sido dirigida por Fernando León de Aranoa, un cineasta experto en un cine más intimista y que, sin embargo, las secuencias más relevantes sean las de acción. Ese detalle ya demuestra que algo falla, aparte de los saltos en la narración, la mínima intensidad de los personajes adyacentes, incluido el del agente norteamericano que interpreta Peter Sarsgaard, y a quien recurrió la autora del libro para protegerse después de figurar en el punto de mira tanto de personas vinculadas a Escobar como de otros cárteles del país.
Tras narrar el encuentro entre Pablo y la comunicadora, vemos el lado social de aquel antes de que se llegue a la secuencia más seductora, que no es otra que la de una aeronave cargada de mercancía aterrizando en una autovía de Estados Unidos. Las imágenes son muy atractivas, pero no se explica el hecho de que dejen abandonado el aparato en medio del asfalto. Un precio a pagar demasiado alto si no hay un argumento de peso que lo justifique. Aspectos como éste salpican toda la película, ya que parece realizada a base de fragmentos independientes sin aparente continuidad en la mayoría de las ocasiones.
Por ese motivo se recurre la voz en off. Aun aceptando que se trate de una vos neutra, no consigue su propósito. Este recurso, bastante peligroso en una propuesta de ficción, rara vez funciona, aunque tenemos ejemplos recientes, como el de Molly’s Game. Sin embargo, Aaron Sorkin es un especialista de producciones en las que apenas se da respiro al espectador y sabe cómo sacar partido a esa técnica.
Fernando León de Aranoa cumple su trabajo sin alardes. Parece un cineasta artesano que no expone apenas lo más mínimo, lo que no deja de ser una lacra para el conjunto. La pareja protagonista, auténtico reclamo del film, muestra luces y sombras. Ambos fueron nominados al Goya, pero en el caso de Penélope Cruz parece exagerado. Se trata de una actriz que aunque interprete a una campesina manchega parece que va siempre vestida de Chanel o de alguno de sus colegas diseñadores de alta costura. En ese sentido, este personaje le va como anillo al dedo, pero se ha olvidado de proporcionarle los matices necesarios para hacerlo más interesante.
Javier Bardem cumple con su reencarnación del narcotraficante y, seguramente, entre él y Benicio del Toro, que lo incorporó en Escobar: Paradise Lost, se hubiera podido extraer una actuación cumbre. Probablemente, al español le falte ese punto de cinismo que tenía su colega, mientras que aporta una credibilidad mayor. Consigue sus mejores momentos en la cárcel de oro que se fabrica a su medida y cuando decide poner fin a los litigios que tenía con otros señores de la droga lo que, al fin y al cabo, precipitó su caída. En cualquier caso, se trataba de un hombre con muchos recursos que en el film quedan minimizados. Por eso, superadas las dos horas de metraje nos preguntamos dónde está el verdadero Escobar.
From → Cine
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