Alice de Lencquesaing, André Wilms, Carine Tardieu, Cécile de France, Esteban, François Damiens, Guy Marchand, Serge Reggiani, The Barry Suster
Sácame de dudas (Ôtez-moi d’un doute) (**)

Padres, hijos y hermanos
En una revisión médica, Ewan descubre que el lobo de mar que lo crio no es su padre. Inicia la búsqueda de su verdadero progenitor y se encuentra con un octogenario que le atrapa desde el primer momento. También su hija Anna, una médica impetuosa, pero a la que no se quiere acercar demasiado por su posible relación familiar.
En una cantera de la Bretaña francesa, de la que se pretende extraer arena para la construcción de una carretera, aparece un auténtico arsenal perteneciente a la Resistencia de la Según da Guerra Mundial. Ewan Gourmelon –François Damiens- se viste con el traje de especialista para desactivar bombas. Hace año que dejó su Bélgica natal para cuidar de su hija, ya que su esposa le abandonó. Ahora, Juliette –Alice de Lencquesaing- está embarazada sin que sepa a ciencia cierta quien es el padre, por lo que ambos efectúan las pruebas médicas pertinentes.
Una tía de Ewan falleció a causa de una enfermedad hereditaria y el doctor Rio –Sam Karmann- confirma a Ewan que su padre es portador pero que él nunca padecerá dicho mal porque las pruebas genéticas confirman al cien por cien que Bastien –Guy Marchand-, un viejo lobo de mar, no tiene ninguna ascendencia biológica sobre él. Un anuncio sorprendente, puesto que a sus 45 años no había tenido la menor sospecha y evidencia que estaba muy único y encariñado con él.
Desde ese momento, el protagonista ha de lidiar en varios frentes. Duda si preguntar a Bastien si sabe algo de esa situación; por otra parte, presiona a su hija para que le diga el nombre del progenitor de su nieto, y ha de hacer frente a los errores de un recomendado de Juliette, que a través de una ONG le ha colocado como becario a Didier –Estéban-, un tipo negado para casi todo y al que, evidentemente, le hace falta un alto porcentaje de responsabilidad.
El primer paso es contratar a una detective privada, Cécile –Brigitte Roüan-, quien le informa que su padre biológico es un octogenario sutil, Joseph Levkine –André Wilms-, con quien se compenetra desde el primer momento. Lo malo es que, tras un encontronazo en la carretera con Anna –Cécile de France-, una doctora, ambos muestran un interés mutuo, pero no tarda en descubrir que ella es hija del propio Joseph. El enredo, por tanto, se aprecia en varios frentes, afectando a padres, hijos y hermanos. Una comedia romántica de la que es responsable Carine Tardieu, ganadora en su día del Premio Europeo al mejor cortometraje.
A pesar de las muchas aristas del guion, la historia no se pierde en recovecos ni se vuelve farragosa, lo que implica un mérito innegable. Por el contrario, resulta bastante complaciente con sus personajes. En todos ellos destaca su lado bueno, lo que obliga a que el conjunto tienda a la ñoñería. Transita por una delgada a línea en la que está a punto de precipitarse, pero el buen trabajo de Carine Tardieu le permite mantenerse a flote. Le ayuda en su empresa un buen reparto, en el que sobresale la dedicación de François Damiens, que sabe desenvolverse con soltura en el género, como demostró anteriormente en La familia Bélier o en La delicadeza, por ejemplo.
Los enredos pretenden ser cómicos, pero no lo son tanto porque la trama es bastante profunda, y hasta preocupante, pero se enfoca con bastante simpleza. Que un hombre hecho y derecho descubra a sus 45 años que su padre no es la persona que él creía desde diño resulta complicado. Mucho más, por los problemas que se le presentan y que conforman un absoluto conglomerado del que cualquiera podría salir marcado. La historia, sin embargo, camina por el sendero menos envolvente. Tiende a despreocuparse de cuestiones importante, pero menos banales para su desarrollo, como el trabajo, para centrarse mucho más en los enredos de familia.
Por sí sola, cada una de las situaciones es de una importancia suficiente. El padre que no es, la presencia de quien puede serlo, el amor entre dos posibles hermanos, el embarazo de una hija que ni sabe ni quiere saber quién es el padre de la criatura, la presión laboral… Todo ello se entremezcla en el film, suavizando cualquier escollo y desarrollando una historia tierna, amable y aparentemente sin alardes.
Su responsable no se entretiene con los atractivos escenarios naturales de la Bretaña francesa. Les dedica una atención que se pudiera considerar mínima. Encaja perfectamente con el resto. Al igual que su banda sonora, que recurre a temas conocidos, aunque no demasiado populares, como el machacón Chiribum, chiribom, de The Barry Sister y, sobre todo, Ma fille, a cargo de Serge Reggiani. Fallecido en 2204, este intérprete musical y actor de origen italiano canta una letra que parece compuesta especialmente para la película. Un hallazgo que se haya rescatado.
From → Cine
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