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Promesa al amanecer (La promesse de l’aube) (***)

24 agosto 2018

Madre e hijo, amor y pasión

Nueva adaptación de la novela autobiográfica de Romain Gary en la que recordaba sus vivencias infantiles en Polonia, así como su posterior traslado a la Riviera frances junto a su sobreprotectora madre. Participó y fue condecorado en la II Guerra Mundial antes de convertirse en diplomático.

El título de la película coincide con una de las obras literarias más celebradas de Romain Gary. Se trata de un texto autobiográfico que relata la relación que mantuvo con su madre Mina Kacew -Chalotte Gaingsburg- desde que, siendo niño, vivían en Wilmo, hora Vilna, la actual capital de Lituania, aunque por aquellas fechas, en el período entre guerras, estaba enclavada en la Polonia Oriental. Su padre nunca quiso reconocerlo por lo que su madre dejaba entrever que era hijo de un notable actor, Iván Mozzhujin. Incluso, fantaseaba con que había sido actriz, y había compartido protagonismo sobre los escenarios en más de una ocasión con él, si bien lo había dejado todo para dedicarse a Roman Kacew, el nombre real del muchacho, mientras sobrevivía diseñando sombreros manufacturados.

Denunciados por ser judíos, ella juró vengarse de aquellas mujeres que, posteriormente, los humillaron, lo que representó la mayor afrenta que pudieron haberle hecho a su hijo durante su infancia. Recurriendo a un actor en paro -Juan-Pierre Darroussin-, dado a la bebida, organizó en Varsovia una presentación en la que un afamado diseñador parisino avaló sus creaciones. De esta forma, se consolidó como una modista prestigiosa de cara a la alta sociedad polaca.

Se mostró siempre como una madre absorbente que inculcó a su hijo diversos valores. Por ejemplo, le grabó a sangre y fuego que debía defender siempre el honor, a las mujeres, y a Francia, país que Mina idolatraba. Tanto es así que, en los albores de la Segunda Guerra Mundial se establecieron en Niza, donde ella comenzó a regentar un modesto hotel y esperaba que Roman consiguiera fama y reconocimiento. La meta era que se convirtiera en un gran escritor, que adquiriese honores y llegase a ser embajador galo en algún país. Al mismo tiempo, incrementaba casi a diario su amor por él, hasta el punto de advertirle que jamás encontraría una mujer que le amase tanto.

Roman casi consiguió que los deseos de su madre se cumplieran. Como escritor es el único que ha ganado dos premios Goncourt, hecho por el que llegó a ser muy discutido ya que el segundo, La vida por delante, en 1975, lo presentó con el pseudónimo de Émile Ajar para vengarse de los críticos que afirmaban que su estilo estaba trasnochado. Sí que consiguió honores, puesto que, a raíz de su participación en la contienda bélica, donde ingresó de cabo y resultó herido, fue condecorado por el general De Gaulle. Nunca alcanzó el grado de embajador, aunque sí fue cónsul francés en la capital búlgara y en distintas ciudades de América, como La Paz, Los Ángeles y Nueva York.

Precisamente, en una licencia que se permite esta adaptación cinematográfica de Eric Barbier, desmarcándose de la rodada en 1970 por Jules Dassin y protagonizada por su entonces compañera Melina Mercouri, se nos presenta al protagonista-Pierre Niney- en algún lugar de México. Tiene un enorme dolor de cabeza y piensa que se debe a un tumor por lo que le pide a su esposa, Lesley Blanch -Catherine McCormak-, que le lleve en taxi hasta la capital, situada a más de trescientos kilómetros de distancia. En el trayecto, ella aprovecha para leer el manuscrito de la última novela de su marido, La promesse de l’aube -Promesa al amanecer-, donde se relatan sus vivencias y la relación materno filial hasta que regresa a Niza para anunciarle a su madre que publicarán su primera novela con el nombre de Romain Gary, La educación europea, escrita durante su prestación militar.

La primera secuencia nos alerta de la altura del proyecto, con imágenes atractivas sobre la fiesta del Día de los Muertos. El resto no le andará a la zaga. Se nota el dinero invertido y hay que considerar la dirección artística, la ambientación y el vestuario como elementos fundamentales del film. La historia, por otra parte, es cien por cien femenina, ya que la parte del león se la lleva la madre del protagonista. Melina Mercouri fue nominada en su día al Globo de Oro y Charlotte Gaisnboug resultó candidata al César. Estos detalles hablan bien a las claras de la fuerza de este personaje.

La película se muestra elegante en todo momento, aunque Eric Barbier no captó con profundidad la transformación de su protagonista masculino. Desde un apocado chaval hasta un alocado adulto. Pierre Niney queda en un segundo plano respeto a la Gainsbourg porque su personaje, a través de tres etapas diferentes, lo soportan otros tantos actores. Conforme avanza, se hace más palpable su lentitud, por lo que llega a pesar en el espectador. En el conjunto, que podría más breve, se advierte falta de garra. No llega a impresionar como debiera porque su ritmo bajo, a raíz de la presencia en Niza de los dos ejes centrales de la historia, supone una frialdad muy lejana a la biografía de este literato, autor de diversos guiones de cine y director de dos largometrajes, protagonizados en ambos pasos por Jean Seberg, su segunda esposa, cuyo suicidio acortó sensiblemente su vida.

From → Cine

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