Un seductor a la francesa (Le retour du hero) (**1/2)

Desertor y pícaro
El capitán Neuville se compromete con Paulina, la hija menor de una acomodada familia, pero de inmediato es reclamado en el frente. Sin noticias de él en años, regresa convertido en un vagabundo que sobrevive con engaños. Intenta recuperar su antiguo status y se instala en la mansión de la que un día fuese su prometida.
El protagonista de esta historia, que arranca en la Francia de 1809, es un apuesto militar, pero también un desertor que, finalmente, se convierte en un charlatán embaucador. En una mansión de la campiña francesa esperan la llegada del capitán Neuville -Jean Dujardin-. Todo está preparado para que el matrimonio Beaugard –Christian Bujeau y Evelyne Buyle- acepte entregar como esposa a su hija menor, Pauline -Mélanie Laurent-. La llegada del militar no puede ser más llamativa. Vestido con un singular uniforme, que destaca su buen porte, accede hasta la puerta principal a lomos de un corcel.
Todos están encantados con el acuerdo prematrimonial cuando Neuville recibe la llamada del ejército para que se incorpore al frente abierto por el Emperador en Centroeuropa. Promete escribir cada día, ilusionado por regresar cuanto antes. Pasa el tiempo y no hay noticias de él. Pauline cae enferma y solo podrá superar la neumonía que le aqueja si lucha por sobrevivir. Es entones cuando su hermana mayor, Elisabeth -Noémie Merlant- toma una decisión arriesgada: escribir cartas supuestamente firmadas por el oficial en las que renueva sus votos de amor. Finalmente, una última misiva habla de escasas posibilidades de seguir con vida ya que está rodeado por cientos de soldados ingleses dispuestos a darle muerte.
Su enamorada acepta el cruel destino y termina desposándose con un vecino, el joven Nicolas –Christophe Montenez-. Todo transcurre con normalidad hasta que años después Elisabeth ve descender al capitán de un carruaje convertido poco menos que en un harapiento vagabundo que roba comida de los puestos del mercado. Cuando se encuentran, el militar toma la decisión de presentarse en la mansión de quienes pudieron haber sido sus suegros. Ahora es un superviviente, un embaucador que habla de grandes hazañas en la guerra, de lugares exóticos y hasta propone una estafa piramidal.
La historia desemboca en su momento más álgido. Elisabeth es una muchacha segura de sí misma y decidida. Por todos los medios está dispuesta a desenmascarar al pícaro intruso que tiene embelesada a toda su familia y a sus conocidos, especialmente a las damas. Es la lucha del gato y el ratón, de las triquiñuelas de uno y las argucias de otro. Ella quiere denunciar a un tipo marrullero y sin escrúpulos, pero él aspira a vivir lo mejor posible sin dar golpe. Así, hasta que se llega a un giro final, esperado en una comedia blanca, que no obstante deja insatisfechos a la mayoría de los espectadores.
Después de claroscuros en su filmografía, donde alterna títulos como Las aventuras del joven Moliére y Astérix y Obélix al servicio de Su Majestad, Laurent Tirard ha filmado una comedia clásica, sin grandes motivos para las carcajadas, pero complaciente y con el enredo suficiente como para entretener. Su puesta en escena muestra un mundo semejante al que pudiera haber descrito Jane Austen en cualquiera de sus novelas pero a un ritmo mucho menos pausado. La historia es sencilla, aunque se eleva más de lo previsto gracias al buen hacer del reparto y la química que muestran sus personajes centrales.
Jean Dujardin, que trabajó a las órdenes de Tirard Un hombre de altura, remake de una producción argentina, está dotado para la comedia. Se desenvuelve bien y encaja a la perfección con la gallardía de su personaje. La gran sorpresa es su compañera de reparto, la polifacética Mélanie Laurent. Escritora, cineasta, cantante y actriz, estábamos acostumbrados a verla en papeles más dramáticos. Ganadora del César a la mejor actriz en 2006, demuestra que también encaja cuando el sentido del humor domina la pantalla. Más endeble es la aportación de Laurent Tirard. Aunque posee recursos suficientes para una escaramuza bélica, un lujoso vestuario y mostrarnos una aldea del denominado Primer Imperio, se deja muchos exteriores en la recámara a cambio de dotar de una mayor agilidad al relato. Ambas se compensan, pero podrían haberse compenetrado.