Ana y el apocalipsis (Anna and the Apocalypse) (***)

Los zombis también cantan
Se aproxima la Navidad en una pequeña localidad y en el instituto se afanan para el espectáculo anual de sus alumnos. Algunos estudiantes piensan en una vida fuera de su comunidad, y mientras sueñan con su partida no se dan cuenta de que un virus mortal amenaza a su alrededor.
Suena un villancico mientras desfilan los títulos de crédito iniciales. Aparentemente, todo bonito, pero… De camino al instituto, una emisora habla de una epidemia de gripe que está derivando en algo mucho más sórdido y grave, pero en el auto en el que se desplaza Ana con su mejor amigo y su padre apagan la radio para hablar de un hecho que les preocupa más. La chica ha decidido tomarse un año sabático y marcharse a Australia pese a que su progenitor pretendía que iniciara cuanto antes sus estudios universitarios.
Lo que sorprende es que la película, dirigida por John McPhail se convierte casi de inmediato en un musical. Conocemos a sus protagonistas. Ana -Ella Hunt- es la principal. No va a participar en los actos navideños y trabaja en una bolera para ahorrar lo suficiente y marcharse a Oceanía. John -Malcolm Cumming- es su mejor amigo, tiene interés sentimental por ella y también trabaja en la misma bolera, aunque ha de portar en su uniforme un jersey con un árbol navideño rematado con luces en los extremos de las ramas. Lisa -Marli Siu- es amiga de la protagonista y la enamorada de Chris Wise -Christopher Leveaux. Finalmente, Steph North -Sara Swire- es una muchacha gay a la que su novia no coge el teléfono y cuyos padres la han dejado sola durante las fiestas.
Todos ellos son compañeros de clase, como Nick -Ben Wiggins-, que en su día vivió un romance con Ana pero que ahora se encuentran distanciados. Otros dos personajes tienen una participación importante: Tony Shepherd -Mark Benton-, el padre de la protagonista y Arthur Savage -Paul Kaye-, el tiránico y reaccionario director del colegio. En el musical que se propone, salvo Mr. Shepherd, todos ellos disponen de su cuota de participación. Los alumnos se sienten más adultos y en sus letras aseguran que en la vida real no se disfruta de finales parecidos a los de las películas, al tiempo que se reafirman en que ellas no son princesas Disney.
El contenido del espectáculo previsto se va del control en algunas fases, lo que irrita al despótico Savage. Incluso, con pasos de baile más allá de lo insinuante. Viven su particular mundo y no se dan cuenta de que fuera la supuesta epidemia de gripe es en realidad una invasión zombi que devora y convierte a sus filas cualquier ser humano que se encuentra en su camino. Basta un simple mordisco. Contra ellos no hay armas al alcance de los habitantes que sobreviven en Little Haven. Tendrán que echar mano de los utensilios navideños si quieren escapar de la amenaza.
No es el primer musical cinematográfico hecho en Escocia que plantea cuestiones de adultos a chicos que está a punto de iniciar la Universidad. Su tratamiento suele ser de rebeldía controlada pero también de esperanza. Esta producción, que no es ajena a ese postulado se entremezcla con el gore que los zombis suelen traer consigo. De esta forma, el largometraje vira de género, aparcando paulatinamente las canciones en favor del terror para recuperarlas nuevamente en su parte final.
El guion propone diversas críticas sociales. No solamente se centra en los jóvenes insatisfechos o con un futuro de inserción laboral incierto. Muestra diferentes estados de ánimo y posturas existenciales. Los hay que viven el presente y otros que atienden descaradamente al futuro. Y qué decir de los zombis, que representan a su modo la sociedad actual cuyos representantes se quedan embobados ante las luces de neón y, de forma especial, frente a la televisión.
Realmente, esta Ana y su particular apocalipsis, que es también el de la abulia y la desconfianza, podría haberse convertido en un film de culto sino fuera porque su responsable da tantos bandazos como se echa en brazos de los clichés. No se aprecia un talento epatante en la puesta en escena y muchas de las situaciones las hemos visto con anterioridad en la pantalla. El mérito de aunar canciones y muertos vivientes es lo más satisfactorio junto a una comicidad palpable, mucho más inteligente que el contenido de cada secuencia. Se nota sinceridad en la propuesta y se puede leer entre líneas aparte de pasar un buen rato. Méritos bastante destacables y a la altura de no demasiadas producciones.