Perdidos en París (Lost in Paris) (***I

Mimos por el Sena
Una bibliotecaria canadiense llega a París para ayudar a una tía suya a la que quieren internar en un establecimiento para personas mayores. Nada más llegar a la capital francesa pierde su equipaje y se encontrará posteriormente con un vagabundo con quien iniciará una extraña relación.
Nos ubicamos en una pequeña localidad canadiense donde la nieve llega prácticamente hasta la cintura. Martha le dice a su sobrina que se marcha a París, la niña insiste en que se va con ella, pero varios decenios después llega una carta en francés. Está dirigida a Fiona, que ahora es bibliotecaria en el mismo lugar, que prácticamente ha triplicado la población. La firma su tía, que solicita su ayuda para no ser internada en un establecimiento para ancianos.
Fiona llega a París con su equipaje superpuesto en un carretón y rematado por la bandera de su país. No hay noticias de su tía Martha en su domicilio, aunque algún vecino le informa que ha hecho cosas muy raras últimamente. Al hacerse una foto con la torre Eiffel al fondo, la mujer se cae al Sena y pierde sus pertenencias, incluidas la documentación y el dinero. Es la excusa para encontrarnos con Dom, un vagabundo egoísta y presumido que vive de los desperdicios de restaurantes de lujo y habita en una tienda de campaña a la orilla del río y a la que recurre un hermoso perro en varias ocasiones.
Dominique Abel y Fiona Gordon mantienen una relación estable desde hace años, al menos en los que se refiere a la cuestión cinematográfica. Ambos nacieron en 1957, uno en Bélica y ella en Australia, aunque dispone de pasaporte canadiense. Su última aportación para la pantalla grande es esta cinta que, desde los primeros compases ya dejan claro cuál es su principal propósito. Cuando llega la carta de Marta, tres personas están trabajando. Se abre la puerta y se deja notar la ventisca. Todos los que aparecen en la imagen se quedan como petrificados, congelados, hasta que el acceso vuelve a cerrarse.
No se precisa mucho diálogo porque hay una evidente tendencia al mimo. Por esa característica y la ubicación de los hechos, la figura de Jacques Tati se eleva sobre esta producción como si el gran cómico galo hubiera encontrado unos discípulos aventajados. Se pone de manifiesto principalmente cuando se presenta el personaje de Dom, que tras hacerse con un apetecible pimiento morrón en un cubo de basura ve somo un pescador lo arroja al Sena al lanzar su caña. El hombre agarra el sedal y durante varios metros intenta recuperar su tesoro, lo que no impide que se detenga y se muestre risueño cuando una pareja pretende inmortalizar su presencia en París con una instantánea.
Lo de menos es encontrar a la tía Marta. Solamente es una disculpa para el lucimiento de los protagonistas. No solo la pareja principal, que también se responsabiliza del guion y la dirección. Ya sexagenarios brillan con luz propia, aunque aparentemente se trata de dos actores con poco atractivo, estrafalarios y sin carisma. No obstante, cuajan una actuación más que consistente, simpática y llena de magia. Por si fuera poco, Martha está interpretada por Emmanuelle Riva. La veterana, actriz y poetisa, fallecida en enero de 2017, dio muestras de su talento con directores como Michael Haneke, Kieslowski o Marco Bellocchio, entre otros. Se les suma una pequeña participación de Pierre Richard, una de las viejas glorias del cine francés desde que protagonizara en 1972 El gran rubio con un zapato negro.
Actores veteranos, pero con una esencia indiscutible. Consiguen que sus personajes sean entrañables y conviertan esta película aparentemente chica en algo bastante grande, dentro de sus posibilidades. Una vez más se demuestra que la inversión no tiene que ser multimillonaria si existe talento, y en este caso lo hay. Rezuma por todos los poros de la película. Recurrir al argumento y profundizar en él parece baladí. En este caso las imágenes sí que valen más que cien palabras. El humor no cesa, desde el absurdo a la caricatura más inteligente. Una pequeña joya que sería una lástima perderla entre productos aparatosos llenos de efectos especiales o trucos sin fin.