Corgi: Las mascotas de la reina (***)

El perro preferido
La Reina de Inglaterra tiene como mascotas diversos perros de raza corgi, pero todos quedan en segundo plano cuando le regalan a Rex, que se convierte de inmediato en su preferido. Engañado por el que decía ser su mejor amigo, el cuadrúpedo se encontrará en una perrera de Londres, dispuesto para ser adoptado.
En Bélgica hay unos estudios de animación encabezados por Ben Stassen, quien firma películas con agradables texturas que intentan desmarcarse de las grandes productoras del género- Lo consiguen porque sus protagonistas suelen mostrar actitudes diferentes y, aunque en esencia traten de los mismos valores que los demás, lo hacen por senderos atractivos que enganchan a cualquier miembro de la familia con independencia de su edad. Con El hijo de Bigfoot dieron un significativo paso adelante en 2017, mientras que ahora lo han dado de gigante con una apuesta diferenciadora y bastante original dentro del argumento recurrente del perro que se queda sin hogar.
Desde el principio nos damos cuenta de que nos enfrentamos a una propuesta diferente cuando vemos en el Palacio de Buckingham a la reina Isabel y a su esposo Felipe, el Duque de Edimburgo. Los diálogos y las miradas son dignas de la mejor flema británica hasta que, como regalo de Navidad, el consorte le entrega a la monarca un cachorro de corgi. Será el cuarto de sus mascotas, junto a un can entrado en años, una dama y Charlie, el más joven hasta ese momento y quien se convierte en el mejor amigo de Rex, el recién llegado.
El perro preferido goza de un estatus prácticamente real. Tiene su propia ceremonia de coronación y luce un brillante y plateado collar que da muestras de su condición. Tantas prebendas pueden conseguir que la mascota en cuestión se haga bastante caprichosa y abuse de su condición. Así sucede con Rex, quien se enfrentará a un episodio ciertamente escabroso. Acontece cuando el presidente de los Estados Unidos llega a Londres en visita oficial. Se trata del mundano y chabacano Donald Trump, a quien acompaña su esposa Melania y una altiva y despampanante corgi que busca un padre para su camada.
Naturalmente, escoge a Rex, pero éste hace lo imposible por no quedarse a merced de una hembra con la que no conecta en absoluto. Tras una serie de persecuciones por un palacio que se pone patas arriba los dos canes llegan a la sala donde tiene lugar la cena oficial y el corgi de la Reina termina mordiendo accidentalmente en los genitales al mandatario norteamericano. Avergonzado por su acción, teme que haya caído en desgracia, lo que aprovecha Charlie para traicionarle en su intento por conseguir el título de perro preferido.
En lugar de deambular por las calles de Londres, como sería lo habitual, el protagonista cae en una perrera en la que cohabitan ejemplares de diferente raza y condición. Cada noche sus inquilinos sus inquilinos de las ingenias para entretenerse con su particular club de la lucha regentado por un temido y grandullón Tyson. Cuando en los prolegómenos Rex ve la actuación provocativa de la despampanante Wanda queda prendado de ella y poco le importa que sea la novia de Tyson. Hará todo cuanto esté en su mano para conquistarla y demostrarle que es el perro preferido de la soberana. Su intención en regresar a Buckingham y recuperar su puesto.
Las animaciones resultan atractivas y las persecuciones y golpes están más en línea con los antiguos trabajos de los cómicos mudos que con las ampulosas y técnicamente magnificadas de los últimos ejemplos del género llegados hasta nosotros. Hay una imaginación evidente en las transiciones y las caricaturas resultan eficientes, tanto en la forma como en el desarrollo de los personajes. Por momentos te olvidas de que se trata de un largometraje de animación, lo que de por sí tiene su mérito.
El trabajo de Ben Stassen resulta muy sólido y, aunque en la parte final de vuelve más ortodoxo y esperado. no le resta un ápice a una entrada llena de encanto. Es difícil que en el patio de butacas no se produzca una reacción de sorpresa cuando aparece Donald Trump, que de inmediato provoca la sonrisa con sus zafios modales. Dice Melania que lo que más le gustó de él cuando le conoció fue su pelo. Tan suyo se muestra el presidente como Rex, que se coloca delante de su dueña para que le rasque el pecho y la barriga. Caprichos de ser el número uno, y motivos para la diversión, aunque la cinta no hurgue en esas heridas y se entretenga más en las miradas y los gestos, por lo que se refiere a los humanos, entre la Reina de Inglaterra y su marido.