Saltar al contenido

¡Ay, mi madre! (1/2)

27 marzo 2019

A casarse tocan

Una mujer a punto de cumplir los cuarenta regresa a un pueblo costero de Andalucía tras la muerte de su madre. La fallecida deja una herencia tan importante como inesperada, pero su hija no puede acceder a ella si en un breve espacio de tiempo no encuentra marido y se queda embarazada.

Ya hemos visto en cine bastantes veces el caso de alguien que, para acceder a la fortuna familiar, debe cumplir una serie de requisitos en un espacio de tiempo relativamente corto. La mayoría de las veces tienen que ver con la proximidad de una boda o un embarazo. Eso es exactamente lo que le ocurre a María –Estefanía de los Santos- una vez que vuelve a su pueblo, del que salió bastantes años atrás, con motivo de la muerte de su madre.

La mujer regresa a la localidad costera que le vio nacer donde se encuentra primeramente con  una vecina –el último trabajo ante las cámaras de Terele Pávez- en un patio típico andaluz. Posteriormente entra en la casa familiar y allí la espera otra vieja conocida –María Alfonsa Rosso-, quien ha acompañado a la difunta en los últimos años y habla de la posible mortaja, uno de los últimos deseos de la finada. Finalmente, termina vistiéndola con un traje de faralaes, castañuelas incluidas.

Lo que en un primer momento podría evocar Cinco horas con Mario-, ya que la hija rememora las diferencias con su madre, y también ciertos aspectos positivos, da paso a una historia más costumbrista, en la que se invita a buena parte del  pueblo a la despedida. El anuncio de una copa para todos los asistentes permite una afluencia masiva, pese a las diferencias que la mayoría de ellos mantenía con la protagonista del evento.

En su primer largometraje, Frank Ariza pone de relieve esa y otras críticas sociales en una puesta en escena a veces más televisiva o teatral que cinematográfica. Demuestra soltura en el movimiento de personajes, pero el ritmo es intermitente. En realidad, la propuesta sirve para elevar la figura de Secun de la Rosa, quien se luce como cantante en su papel de Segundo, primo de María, de la que siempre ha estado enamorado. Pese a algún chascarrillo típico de su creación, es mucho más gracioso cuando da rienda suelta a sus actuaciones más personales. Se aprovecha de una propuesta supuestamente original, como es la de crear una empresa junto a otra vecina para cantar canciones en los velatorios, sean del género que se les encargue.

Contrariamente a lo que se creía, la fallecida deja una herencia importante en inmuebles y terrenos. Para hacerse merecedor a ella, su hija debe casarse en menos de tres meses y quedarse embarazada casi de inmediato. Aunque Segundo está disponible, a María no parece hacerle mucha gracias y recurren a una chica de viuda alegre, Pili, personaje que permite lucirse a Paz Vega, actriz que protagonizó en su día la serie Perdóname, señor, creada y dirigida por el propio Ariza. Ella será la encarga de encontrar el marido adecuado, y de nuevo entra en juego la picaresca andaluza, presente a brocha gorda en varios momentos del filme.

Por quien en realidad suspira María es por un cura de la parroquia –Alfonso Sánchez-, con quien mantuvo un idilio en su juventud. Se trata de un sacerdote con sotana, pero también con pendiente y alianza. La Iglesia se quedará con los bienes de la fallecida si su hija no cumple lo dictado en el testamento. Todo parece una disculpa para que se intercalen canciones, incluida una versión muy particular de My Way, y para que los rasgueos de guitarra se sitúen a la altura de los diálogos.

Cualquier idea aceptable que se propone queda en seguida difuminada o definitivamente olvidada. La película es como una fiesta casi interminable porque siempre se busca una excusa en el argumento para continuarla. Si no es el velatorio, se trata de honrar los últimos minutos de la vida de otro moribundo, cuya hija está encarnada por María Torner. El resto es pura superficialidad y acompañamiento de una trama que daba poco más que para un corto y se ha estirado hasta un metraje convencional.

Con la presencia de Secun de la Rosa y de Alfonso Sánchez, la mitad del dúo Los Compadres, esperábamos un divertimento mucho mayor. El guion no lo permite y ambos están constreñidos. En el reparto destaca Paz Vega quien, si bien no tiene un papel profundo, salva con creces una papeleta sobre la que se termina imponiendo con profesionalidad y buena actitud. El resto, por mucho que intente sacar de donde no hay, está por debajo de sus posibilidades puesto que sus caracteres no dan para mucho más.

Anuncio publicitario

From → Cine

Deja un comentario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: