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Boi (***)

30 marzo 2019

Futuro entre paréntesis

Mientras espera una decisión que marcará definitivamente su vida, un joven se emplea como conductor privado. Sus primeros clientes son una pareja de orientales que vienen a Barcelona para cerrar un negocio. El protagonista se involucra en el trabajo más de lo debido a causa de su situación personal.

El término boi es utilizado por la comunidad LGTBI, aunque no hemos encontrado ninguna asociación con el protagonista de esta ópera prima de Jorge M. Fontana. Se presenta así, como chico en inglés, pero cambiando la última consonante por una vocal. Se pronuncia lo mismo. Un amigo llamado Mou –Man Mourentan- le consiguió trabajo como conductor privado, en una VTC para que pudiera tener independencia económica.

Lo sabremos más tarde. Boi está esperando la decisión de su novia Anna –Miranda Gas- en relación a su embarazo. Primero, decidieron tener el bebé de común acuerdo; más tarde insistió en que no estaba preparado para ser padre y ella se tomó unos días de reflexión alejándose de él. Por eso le encontramos en casa de su tía –Fina Rius-, con unas condiciones mentales disminuidas. De paso que la cuidaba debería profundizar en su condición de escritor y completar una novela. Lejos de sus propósitos, iba camino del aeropuerto para recoger a sus primeros clientes.

Este personaje, encarnado con sutileza y buen hacer por parte de Bernat Quintana, atraviesa una etapa muy especial de su vida en la que únicamente parece estar a la espera de la solución que tome Anna. Por eso le da igual ocho que ochenta. Cualquier asunto es válido para alejarse de sus preocupaciones. Su mente parece en blanco y se diría que vive un paréntesis hacia el futuro. Por eso se le había olvidado que debía recoger a sus clientes, dos orientales de Singapur llamados Michael –Abdrew Lua- y Gordon –Adrian Pang-. Se comunican en inglés, lo que obliga a que buena parte del filme sea subtitulado.

Como sucedía en Cosmopolis con Robert Pattison, o en Taxi Teherán de Jafar Panahi, la referencia está en el conductor y el volante. Se trata de un relato que se sitúa entre las dos anteriores. El protagonismo es para Boi, que se involucra con sus pasajeros, tal y como se proponía en la producción iraní, pero en torno a su vehículo se propaga el caos, o al menos tienen lugar unos hechos que tanto el personaje central como el espectador conocen a cuentagotas. Así sucedía en la adaptación de la novela de Don DeLillo a cargo de David Cronenberg.

En ese estado expectante, que se da la mano con la indiferencia o el pasotismo, Boi se implica en las acciones de Michael y Gordon. El lado servicial de su trabajo va mucho más allá y llega a situaciones que rehusaría cualquier otro en su lugar. Da pie a que la cámara salga del VTC y se desplace por el hotel en el que se han hospedado los empresarios orientales y que visite otros espacios, ya sea un cementerio de automóviles o un exclusivo local en el que se ofrecen actuaciones de jazz. Esa circunstancia permite cameos ilustres, como los de Macarena Gómez y José Sacristán.

Jorge M. Fontana apuesta por colores fríos y dota a su trabajo de una propuesta tendente a lo impersonal que se refuerza con la fotografía e Nilo Zimmermm y se complementa con la partitura de Pablo Díaz-Reixa El Guincho. En su primer trabajo para el séptimo arte, el canario afincado en Barcelona, que optó a un Grammy latino con s, firma una banda sonora brillante que se hermana con el aire posmoderno que se respira en la proyección.

El principal problema de este largometraje sorprendente y atractivo reside en la dificultad que tiene el espectador para comprender los aspectos de la trama ajenos a su personaje más relevante. Nunca sabemos a ciencia cierta a qué han venido los dos orientales a Barcelona, cuáles son sus negocios, ni las características de la gente con la que se relacionan. Conocemos lo que está al alcance de Boi. Nada más. De ello se resiente la exposición cuando rebasa su epicentro, lo que proporciona un aire enigmático y un aspecto de thriller que combina bien con la fotografía y la lluvia que en ocasiones se deja notar.

La acción transcurre en poco más de 48 horas, a lo largo de tres jornadas antes de que Boi recoja a una nueva clienta, Madame Tabard –Rachel Lascard, que da prueba de sus conocimientos. Si se entendía en inglés con los viajeros de Singapur ahora debe de hacerlo en francés. Se ofrecen pinceladas de los conflicto surgidos con este tipo de negocio y los taxis y, como hecho recurrente, un edificio conocido como T-Hotel. El nombre de un establecimiento de Cagliari se ha trasladado a la Ciudad Condal para proponer una especie de acertijo. Emparentado con la pierna ensangrentada de una mujer que da a luz, entronca con la situación anímica y personal del protagonista.

From → Cine

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