La primera cita (**)

Nunca es tarde para rectificar
A Isabel se le diagnostica alzheimer y comienza a tener fallos cognitivos ante la atenta mirada de su marido, un militar retirado. En una de las regresiones da pistas sobre un secreto del pasado. Las circunstancias obligan a su esposo a tomar decisiones que pueden ser dolorosas entre el desprecio y la contrición.
La vida concede a veces segundas oportunidades. Eso es lo que sucede en esta puesta en escena de Jesús Ponce. Desde su ópera prima, Quince días contigo, que supuso una nominación al Oscar para Isabel Ampudia, su actriz principal, los guiones del cineasta sevillano suelen romper la armonía o el orden establecido por culpa de una relación amorosa. Una vez más, ha rodado en Andalucía, siendo Sevilla y Matalascañas los escenarios naturales elegidos.
Llama la atención que huye del ambiente festivo tradicional de la tierra. Las calles de Sevilla están desiertas, como si solo existiera la pareja protagonista. Sucede algo parecido en playa almonteña. Sopla el viento y la temperatura no es cálida. Pocas veces Andalucía ha sido presentada tan triste en el celuloide. Posiblemente, por la temática que nos presentan debiéramos presumir que los exteriores debieran ser más alegres para establecer el lógico contrapunto, pero el buen guion de Ponce permite que el optimismo lo aporten los personajes y no los entornos en los que se mueven.
El autor ha recurrido a su plantel de confianza, al menos en los principales papeles. Isabel Ampudia es una mujer a quien se le diagnostica alzheimer temprano, herencia familiar. También Mercedes Hoyos, en el papel de una veterana prostituta a cuyos servicios requirió con frecuencia, un teniente del ejército de tierra –Sebastián Haro- que, en el umbral de los sesenta años, se ha prejubilado recientemente. Todos ellos conservan en la ficción sus propios nombres de pila.
La doctora que atiende a Isabel –Ana Carvajal- pide a su marido comprensión y templanza porque llegarán tiempos difíciles en los que la paciente hará reiteradamente la misma pregunta o traerá a primer plano sucesos del pasado olvidados prácticamente. En la boda del hijo de un ex compañero militar se advierten detalles de la personalidad de Sebastián. La acción discurre en 1991 y él cumple con los estereotipos de la época. Es un machista declarado, apenas da libertad a su mujer y ni siquiera le guste que baile con un homosexual declarado –Darío Paso-, hijo del coronel Rivas –Mario Ayuso-.
La situación supera a Sebastián, que recurre a un médico militar –Víctor Clavijo-, quien en aras de su amistad le echa en cara la poca atención que le ha prestado a su esposa. Ella siempre en casa, prácticamente sin compañía, aunque su soledad prácticamente era mayor cuando su marido volvía a casa. Como otros compañeros, disfrutaban de una vivienda militar, por lo que sus respectivas esposas parecían reclusas en una cárcel de cristal.
Cuando el matrimonio visita Matalascañas a consecuencia de los recuerdos de Isabel, ésta llega a confundir a su esposo con Raúl, un amante, quedando al descubierto una antigua infidelidad. Sebastián pasa el cariño a sentirse ofendido, de la paciencia a la irascibilidad. Su visita al lupanar de Mercedes acrecienta todavía más la convicción de que ha sido un tirano en su matrimonio y que la permisibilidad para uno era proporcional a la opresión del otro. De esta forma se desemboca en un monólogo final emotivo y apasionado. Una declaración conmovedora, de las más sentidas vistas últimamente en la pantalla grande.
Jesús Ponce muestra un guion en el que todas las piezas y las situaciones encajan perfectamente. Cuenta con buenos actores, con el gran acierto de una Isabel Ampudia que se muestra creíble y entrañable en cada secuencia. La puesta en escena, posiblemente debido a la escasez de recursos económicos, baja enteros. Hay tiros de cámara repetitivos, al menos da esa sensación en una Sevilla desierta y en el frontal del automóvil, A veces, se abusa del plano/contraplano y no siempre se escoge la mejor toma cuando salen al exterior. Hay licencias menos resultonas de lo que debieran.
Entendemos que se debe también al presupuesto el que se hable de la canción francesa y que no se escuche ningún cantable. Ni siquiera se ha utilizado una versión cover. La banda sonora de Juan Cantón muestra un plausible tema a guitarra con el que se insiste casi de manera obsesiva. Son precisamente esas iteraciones el mayor lastre de un filme con personajes bien definidos, sobre todo en lo que atañe a sus comportamientos.