Peleando en familia (Fighting with my family) (**1/2)

Algo extra
La familia de un antiguo practicante de lucha libre se gana la vida efectuando exhibiciones por toda Inglaterra. Sus hijos sueñan con llegar a militar algún día entre los especialistas más importantes del wrestling y conseguir, gracias a ello, fama y dinero. Solamente la pequeña está en condiciones de conseguirlo.
Las historias de superación personal deportiva en el séptimo arte se complementan con una nueva propuesta que gira alrededor del wrestling. La figura elegida en Paige, también conocida en los círculos de la lucha por Britani Knight. Sorprendió aunando los títulos de campeona femenina de la NXT y de las divas de la WWE. Fue la primera mujer en conseguirlo y la más joven hasta la fecha. Se inició en el mundo de la lucha junto a su madre, Saraya Knight, cuando solo contaba con trece años. Siete años después, en 2012, la de Norwich ingresó en los cursos de desarrollo de la WWE y su carrera resultó imparable hasta desempeñar en 2018, por un breve espacio de tiempo, el puesto de gerente de la SmackDown Live!
Esa es la historia oficial. La versión cinematográfica difiere mucho de la realidad para hacerla más atractiva, aunque se hayan eliminado algunos componentes dramáticos, como sus lesiones y los enfrentamientos con diversas contrincantes que llegaron a infringirle severas lesiones. El guion del cineasta Stephen Merchant, que ha desarrollado casi toda su carrera como realizador televisivo, se centra en la familia de su protagonista, a la que se presenta como practicantes de la lucha que paseaban su espectáculo por toda Gran Bretaña.
El principal reclamo es el cabeza de familia, Ricky Knight -Nick Frost-, un exconvicto que dejó de atracar bancos para que, junto a su esposa Julia -Lena Heady-, preparasen a sus hijos para ser estrellas de la WWWE. El mayor cumple condena por un incidente callejero y sus esperanzas están depositadas en ZaK -Jack Lowden-, que manifiesta una gran capacidad e incluso entrena a chavales marginados para incorporarlos a su troupe, y Saraya -Florence Pugh-, quien se mostraba reticente al principio, pero a la que los aplausos de la gente le metieron el gusanillo del éxito en su cuerpo.
Finalmente, y tras muchos intentos por parte de Ricky, los dos hermanos son admitidos en una exhibición que debería abrirles el paso para ser meritorios en Florida y, posteriormente, acceder al profesionalismo. Durante las pruebas conocen a todo un mito, Dwayne The Rock Johnson, a quien le piden consejo. Su presencia constituye un importante reclamo, y además ejerce de coproductor. De todos los aspirantes Hutch -Vince Vaughn-, un ex luchador, escoge solamente a Saraya, lo que defrauda profundamente a su hermano, que para entonces ya tiene un hijo con su pareja.
Comienza de esta forma la carrera de Saraya en Estados Unidos. Rodeada de mujeres esculturales, ex modelos o bailarinas, tendrá que buscar su propio look dentro de un mundo que se le antoja muy distante. Se inicia de esta forma el periplo de superación personal, con pruebas y exigencias más próximas a las sufridas en la academia militar por los marines, como sucedía en Oficial y caballero o en La recluta Benjamín, por citar únicamente dos ejemplos.
Esa es la parte más endeble del film. Hemos visto otras propuestas mucho más potentes en esa fase y, además, el físico y la vestimenta de la protagonista, así como su comportamiento tímido y aislado, no auguran el éxito. Le dicen a su hermano Zak que no es elegido para ser profesional porque le falta un extra, ese punto que le diferencie de los demás. A tenor de lo visto, no parece que Saraya tenga ese plus diferenciador que le permita a Hutch elegirla sobre otras competidoras. Florence Pugh, la protagonista de Lady Macbetch, ofrece credibilidad a su personaje, y un cierto aire de misterio que complementan con acierto la figura de Saraya.
La cinta combina dramatismo con comicidad y, sin ser burda en ningún momento, mezcla ambos ingredientes con eficiencia. Existen lagunas en el guion, como el aspecto teatral de la disciplina que se obvia en determinados momentos. Sin embargo, el buen trabajo tras las cámaras de Merchant consigue que nos olvidemos de esos defectos durante la proyección. Se muestra como una gran velada de wrestling. Salvo el luchador, que dirigió Darren Aronofsky en 2008, no recordamos una película más valiosa sobre este tema.