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Necesitamos tu voto (Le poulain) (**)

19 mayo 2019

El veneno de la política

Un joven de veinticinco años que acaba de terminar sus estudios es contratado como asistente de comunicación de un candidato a las elecciones presidenciales francesas. Su superior es una mujer ambiciosa y seguro de sí misma, a cuyo lado aprende los resortes fundamentales del puesto.

Asistimos a una fábula política centrada de lleno en el equipo de comunicación de un aspirante a la presidencia de la República Francesa. El director y guionista Mathieu Sapin conoce muy bien los entresijos de esa materia. Es sus cómics reflejó su experiencia dentro del equipo de François Hollande en su pugna por llegar al Elíseo, y luego se mantuvo cierto tiempo en el Palacio Presidencial.

Un personaje con intereses ocultos, Daniel Juval-Thibault –Phillippe Katerine-, intenta promocionar a un joven que acaba de licenciarse, habla cuatro idiomas y presume de un par de masters. Se trata de Arnaud Jaurès –Finnegan Oldfield-, a quien la velocidad de los acontecimientos termina por desbordarle. Estaba predestinado a irse a Canadá junto a su novia para establecer una ONG con la que ayudar a los inuit. Sin embargo, se ve a las órdenes de una mujer, Agnès Karadzic –Alexandra Lamy-, directora de comunicación inteligente y fría en sus decisiones, que ambiciona llegar a lo más alto.

Nos sumergimos en la campaña de Catherine Beressi –Valéri Karsenti- durante las primarias de su partido. En seguida nos viene a la mente Los idus de marzo, pero en el filme de George Clooney se buscaba principalmente desestabilizar al adversario. Casi lo contrario que en esta ocasión, en la que se intenta aprovechar las oportunidades para conseguir cuantos más votos mejor. Los subterfugios y las codicias personales se ponen en valor cuando, antes de las primarias, y a la vista de los sondeos, Karadzic no tiene reparos en incrustarse en la candidatura previsiblemente ganadora, la de Pascal Prenois –Gilles Cohen-.

Se lleva consigo al joven Arnaud en una decisión poco menos que inexplicable. De entrada, asume que a pesar de sus títulos y del conocimiento de idiomas, no sabe hacer nada. La rapidez de los acontecimientos y la necesidad de un ayudante le obligan a aceptarlo y a convertirse en maestra de las intrigas políticas. El gusanillo ya está en el cuerpo y el veneno de ese ambiente se instaura dentro de él. No ha mejorado mucho desde su entrada en ese mundo de mentiras y puñaladas traperas, aunque llegará a ser feliz por haberlo encontrado. Bienvenido Mr. ChanceBeing There, 1979- aparece en el horizonte. Al menos, el personaje de Peter Sellers era un experto en lo suyo, la jardinería.

Hay ciertos paralelismos en ambas propuestas. El principal, un inepto en la política que puede acabar siendo el presidente de su país. La novela de Jerzy Kosinski llevada al celuloide por Hal Ashby es mucho más creíble. La ascensión de Mr. Chance se asume por sus metáforas. A partir de la confianza que otros depositan en él, su personaje y el de Arnaud Jaurés van de la mano, incluso en el amoroso, aunque salvando las distancias. En la comedia dramática francesa la ascensión de su protagonista masculino resulta mucho vertiginosa y menos aceptable.

No sabe hacer nada, sostiene en más de una ocasión Agnès. Ella le da consejos y lo adopta como una especie de Pigmalión, pero el chico no demuestra un grado de conocimiento suficiente ni asume decisiones que den un giro a la trama, o sirvan para que gane prestigio en el ambiente en que se mueve. Además, la personalidad y la capacidad para nadar entre dos aguas sin perder de vista la ropa de su mentora le eclipsa a cada paso.

Mathieu Sapin apuesta por el humor para narrarnos esta aventura política. Los gags no son muy graciosos, aunque la actuación de los dos actores que encabezan el reparto lo compensa en muchos pasajes. Huye de forma deliberada de asuntos espinosos y los discursos de los candidatos buscan más la línea emocional que la atracción de votantes gracias a sus propuestas. Todo aquello que sea espinoso y comprometa la línea argumental se deja de lado.

Se inclina por una apuesta mordaz y, sobre todo, por una dosis altísima de hipocresía. Muestra a los políticos como ratas que abandonan el barco antes de que hunda y capaces de cambiar de chaqueta en el transcurso de una conversación. Viene a la mente una de las frases más célebres de Groucho Marx: si no le gustan mis principios, tengo otros. Si mi candidato no tiene opciones de ganar, me voy con otro. De las primarias se pasa a las presidenciales y como los políticos son tan diferentes al resto de los humanos, incluso tienen preparado el gabinete ministerial antes de la victoria.

From → Cine

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