Como pez fuera del agua (Come un gatto in Tangenziale) (**1/2)

Un pulpo en un garaje
Un hombre que trabaja para reurbanizar las periferias de las ciudades italianas y una mujer que se gana la vida como cajera de un supermercado en uno de los barrios marginales más populosos de Roma están condenados a entenderse. Todo porque sus hijos de han enamorado y están decididos a que los chavales pongan fin a su idilio.
El cine vuelve a dar una nueva oportunidad al encuentro entre dos personas de muy distinta situación social. Le toca el turno a un hombre que trabaja para una empresa con proyectos urbanísticos y que ha presentado ante la Unión Europea sus ideas para recuperar distritos periféricos de grandes ciudades. Ella es una inmigrante que trabaja como cajera de un supermercado en una de las barriadas. A los dos les une un empeño común, conseguir que sus respectivos hijos adolescentes abandonen la relación que han comenzado.
Giovanni -Antonio Albanese- está al frente de un think Tank¸o instituto de investigación que, a través de la Unión Europea, recibe fondos para apoyar actividades empresariales para personas con dificultades económicas en las zonas más subdesarrolladas de las metrópolis. No es un caballero andante ni un Richard Gere que se encuentra una noche con su particular Pretty Woman. Se trata de un tipo poco atractivo encarnado por un actor pródigo en este tipo de papeles aparentemente burdos y difícilmente creíbles.
La capacidad de Albanese para la comedia consigue hacernos olvidar su físico, y de esta forma enlaza con referencias del género que, como Alberto Sordi, se han movido por Roma con una soltura inusitada. En esta oportunidad se encuentra con Mónica -Paola Corgtellesi-, la clásica romana transformada por la modernidad. Una morena exuberante que, ahora se presenta como inmigrante y generosamente tatuada.
Su primer encuentro no parece demasiado afortunado. Se produce mientras ambos manejan el volante de sus respectivos automóviles. En un momento dado, Mónica sale de su vehículo con un bate de béisbol y rompe el parabrisas del de Giovanni porque no le había gustado una de sus maniobras. Del conflicto se pasará al entendimiento.
El altercado se produce cuando el protagonista seguía a su hija Agnese -Alice Maselli-, quien se había enamorado de Alessio -Simone de Bianchi-, un joven de una barriada populosa y modesta cuyo nivel cultural y social parece muy distante al de su novia. Obviamente, y como cabría esperar, se trata del hijo de Mónica, que vie con su madre y dos tías de nombre Pamela y Sue Ellen en honor a la serie televisiva Dallas. Su padre, Sergio -Claudio Amendola- cumple condena en prisión.
También Alessia tiene una madre. Luce -Sonia Bergamasco- se separó de su marido y ahora sen encuentra en Francia al frente de una plantación de lavanda. Ella sí que proporciona libertad a su hija para que viva la vida como desee, muy al contrario que Giovanni y Mónica. Tanto individualmente como aunando esfuerzos intentan por todos los medios que sus hijos abandonen el idilio que ha comenzado. La historia sería mucho más tópica si no fuera porque ninguno de los dos progenitores aprueba la relación de Agnese y Alessio.
A estas alturas a nadie se le escapa que los dos caracteres principales están condenados a entenderse puesto que tienen un objetivo común. Es la forma en que lo llevan a cabo donde reside el mayor atractivo. Cada uno lleva al otro a su ambiente. Ella, incluso, a una playa abarrotada; en su caso, Giovanni elige lugares exclusivos que, gracias al atractivo de la tatuada Mónica, no supone que desentonen demasiado en esos ambientes. Poco más o menos, parece a las primeras de cambio que están más despistados que un pulpo en un garaje.
Un habitual del género, Riccardo Milani dirige esta propuesta en la que cada uno de los protagonistas adultos vivirá la vida del otro casi por inercia. Un ejemplo más de la comedia italiana que parece resurgir en los últimos tiempos. El filme recaudó en Italia más de diez millones de euros gracias a su desenfado y a que no presenta situaciones estrambóticas que frenen su desarrollo. Todo fluye con normalidad, la sonrisa está asegurada y los intérpretes cumplen con creces. Como es lógico, la diferencia cultural y social de sus personajes centrales provoca situaciones asequibles para el gran público.