Regresa El Cepa (***1/2)
Largo camino hacia el estreno
En 1979 se rodó El crimen de Cuenca, película que fue censurada militarmente y su directora, Pilar Miró, procesada. Uno de sus intérpretes principales, Guillermo Montesinos, regresa a los escenarios naturales donde se filmó la película y tanto él como diversos representantes de la cultura recuerdan el caso y sus consecuencias.
Estoy vivo. Soy El Cepa. Quien haya visto El crimen de Cuenca tendrá grabada en su mente la secuencia final, en la que José María Grimaldos regresa al pueblo, Osa de la Vega. Tanto como aquella en la que a uno de los encausados se les arrancan las uñas. En 1910 Gregorio Valero Contreras y León Sánchez Gascón fueron acusados del asesinato y descuartizamiento de El Cepa, cuya confesión fue arrancada bajo tortura. En la supuesta tumba se encontró el cadáver de una mujer y el protagonista de los hechos regresó al pueblo después de haber vivido a no más de cien kilómetros de allí y de haber renovado el carnet de identidad con su nombre.
Los hechos siguieron vivos en la zona. La creencia general es que fueron encausados los dos detenidos por su filiación política. Sometidos a toda suerte de vejaciones, la autoridad eclesiástica echó la vista hacia otro sitio. Fue Jason Miller, el sacerdote de El exorcista, mientras rodaba El perro en España quien escuchó el relato por boca del guionista Juan Antonio Porto. Tras animarle a escribirla, aquella charla el embrión del filme rodado en 1979 por Pilar Miró.
Se llegaron a escribir hasta nueve libretos y fue finalmente el elaborado por Salvador Maldonado el que produjo Alfredo Matas, quien encargó el proyecto a la cineasta madrileña. El equipo al completo se trasladó a la localidad de Belmonte, donde finalmente se acometió el rodaje. Cuarenta años después ha sido Víctor Matellano, cuyo trabajo como documentalista supera con mucho a sus obras de ficción, quien ha rememorado los hechos, y también los avatares que rodearon al secuestro de la película, utilizando a uno de los actores, Guillermo Wily Montesinos, quien encarnó a El Cepa, como hilo conductor.
Desde el punto de vista de la participación de representantes de la cultura, el derecho y la política, el resultado es encomiable. Desfilan por la pantalla muchos de los que tuvieron relación con el filme y su posterior secuestro por parte de la autoridad militar. A las manifestaciones de José Bono, por entonces diputado en Cortes, los críticos Fernando Lara y Diego Galán, y amigos personales de Pilar Miró, así como por Joaquín Ruiz-Giménez, su abogado, se unen otras intervenciones que más bien parecen narradas a raíz de un guion establecido.
Hay quien se atreve a contar detalles que, por edad, era muy difícil que supieran de primera mano. Lo mismo sucede con muchos de los monólogos de los actores intervinientes en su día. El montaje de Diego Saniz, espléndido por otra parte, permite la conjunción de frases entre diversos protagonistas que, de no haber estado previamente pactado, sería muy difícil que se produjera.
Se narra con pelos y señales los pasos que se dieron desde la primera proyección la para prensa hasta que las autoridades militares intervinieron alegando que no se podía reflejar en la pantalla el comportamiento cruel de la Guardia Civil en el suceso. España era una democracia en pañales con una Transición amenazada y, curiosamente, los hechos desembocaron en el procesamiento de Pilar Miró y no de quien la habían contratado o del guionista de la película. Una mujer pionera, ya que procedía del mundo de la televisión, en donde había únicamente un par de realizadoras de renombre.
El por entonces Director General de Cinematografía, Carlos Gortari, recuerda los hechos y del paso del largometraje por el Festival de Berlín. Se completa la obra con imágenes de El crimen de Cuenca, foto fija y recortes de periódicos de la época. La única censura de un filme en la democracia atentaba contra la libertad de expresión. La Transición ayudó a su estreno y la propia película a la Transición con la publicación de una ley que no permitía inmiscuirse a las autoridades militares en cuestiones de este tipo.
Esta producción muestra algunos momentos en los que se cargan las tintas, especialmente cuando se cita que vivimos en una democracia pequeñita en cuanto a libertades y en otros donde se intenta extrapolar aquel hecho a nuestros días. Aunque se cita la nefasta comparecencia del ministro Ricardo de la Cierva en el Congreso a consecuencia de la prohibición, no se ha profundizado demasiado en la labor del Ministerio de Cultura al respecto. Por otro lado, quizá sobren las referencias a la personalidad de su directora salvo textos que hablan de las consecuencias que para ella tuvo su condena y el secuestro de la obra.
Se cierra la proyección con unas declaraciones de Gonzalo Miró, que contaba con dieciséis años cuando falleció su madre ¿Hasta qué punto son impostadas? Además, se cuenta con la participación, entre otros, de Hans Burmann –director de fotografía-, Antón García Abril –músico-, Mabel Lozano, Paquita Núñez –peluquería- y los actores Mercedes Sampietro, Assumpta Serna, José Manuel Cervino, Héctor Alterio.