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John Wick: Capítulo 3 – Parabellum (John Wick: Chapter 3 – Parabellum) (***)

31 mayo 2019

¡Ay, qué dolor!

Un ejército de mercenarios se dispone a dar caza a John Wick después de que se estableciera una recompensa de catorce millones de dólares por su cabeza. Ha matado a un hombre en el Hotel Continental de Nueva York y eso va contra las reglas. Un acto que, como todos, tiene consecuencias y por eso ha sido excomulgado.

Si quieres la paz, prepárate para la guerra. Es la sentencia clave de la tercera entrega de esta saga que tiene como puntos de referencia una actividad trepidante y Keanu Reeves, el actor que da vida al personaje central y que, a tenor de lo visto en esta producción, hay cuerda para más. Lo que desconocemos es la cantidad de peleas y episodios trepidantes que nos deparará en el futuro porque el límite de la acción y muertes en una película no bélica la marca John Wick 3.

A Chad Stahelski no le conocemos más trabajos que el desempeñado para esta saga. Ha ido evolucionando con ella, ganando en las coreografías y en la escenografía. Los decorados neoyorquinos son perfectamente creíbles, especialmente la toma que se desarrolla en Times Square. Sucede al comienzo, cuando a John Wick le excomulgan los responsables de la Mesa Alta por haber matado a un hombre en el Hotel Continental, que se supone es un lugar de no intervención. Su cabeza vale catorce millones de dólares y los miles de cazarrecompensas de todo el mundo quieren ese botín. Empieza la fiesta en la Biblioteca neoyorquina y el personaje central utiliza un libro como arma letal.

Es el aperitivo de unas peleas que en ocasiones duran más de lo aconsejable, pero que resultan puro espectáculo. El humor se enseñorea de esos enfrentamientos mortales sin que a John se le rompa el traje, aunque lo apuñalen, le disparen o atraviese varias cristaleras tras recibir palizas sin cuento. Los duelos de tipo oriental dominan el metraje por mucho que se diga que nacido en Bielorrusia como así lo explica en su encuentro con quien fuera su mentora, una directora de ballet -Anjelica Huston-.

El protagonista es un asesino a sueldo que lleva cinco años retirado, pero vuelve por amor y ya no tiene inmunidad. Winston, el director del Continental -Ian McShane- le da una hora para escabullirse. Luego, encuentra el apoyo de Bowery King -Larry Fishburne-, quien le entrega una pistola con siete balas. Más tarde, recurre a la directora. Esas circunstancias hacen que entre en escena una mujer que representa a la Mesa Alta -Asia Kate Dillon- y que está dispuesta a hacer justicia. Da siete días para que Winston dimita y otros tantos para que Bowery desaparezca.

El siguiente paso es Marruecos, donde el establecimiento hotelero de la compañía lo dirige otra vieja amiga de Wick, Sofia -Halle Berry-. Es el paso intermedio para acceder, si es que puede, al máximo dignatario de la asociación de mercenarios, posiblemente en algún lugar del desierto. Nunca he visto en el cine tantas patadas en los testículos. Hasta los perros de Sofía se tiran a las partes nobles de los enemigos. Tampoco tanto disparo que selle el ajusticiamiento. Balas en la nuca para evitar los cascos y los chalecos reforzados. En varias ocasiones, incluso con saña.

Los decorados en el Continental son tan llamativos como ilógicos en una construcción de este tipo, pero hay que admitir el juego de espejos, katanas, cuchillos y todo lo susceptible de abatir rivales. Ya llevamos demasiado tiempo convencidos de que nos enfrentamos a un largometraje en lo que priva únicamente en el espectáculo, la acción y los duelos a muerte. Se une Charon -Lance Reddick-, el conserje del hotel. Cuantos más justas, mejor. ¿Quedarán asesinos a sueldo después de este guion? A lo mejor algún despistado, o alguien que estuviera de baja.

No es de extrañar el éxito comercial del filme en Norteamérica. Lo prolongará en todo el mundo para demostrar que no solo de súper héroes vive el cine trepidante. La imaginación sólo existe para coreografiar unas peleas que apenas tienen valles en los que los personajes principales restañen sus heridas. Pura adrenalina. Casi no hay tiempo ni para comer palomitas. Una auténtica sinfonía vertiginosa que nos lleva al límite de la excitación. Posiblemente, salgas de la sala con la cabeza embotada por tanto disparo y tantos puñetazos. Merece la pena, aunque no pase demasiado para que olvides lo que has visto y solo recuerdes que John Wick es prácticamente indestructible. Es lo que se pide, al menos, en un personaje de ficción de su categoría.

From → Cine

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