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29 junio 2019

Dos verdades y una mentira

Una pareja norteamericana alquila una villa en Italia para restañar su relación. Poco después de instalarse, la mujer se hace amiga de un vecino, lo que recrudece los celos de su acompañante. De ello se aprovecha el transalpino para manipular a los extranjeros y jugar con ellos a su antojo.

El sitio, ubicado en la Umbría, concretamente en la provincia de Perugia, parece idílico. Un antiguo monasterio del siglo XIII absolutamente reformado aguarda durante una semana a una pareja de norteamericanos que lo han alquilado a través de Internet. Se nos informa enseguida que tienen barra libre en la bodega, que el Wi-Fi está habilitado, y que disponen de una piscina imponente durante su estancia. Una auténtica luna de miel para Bryan Palmer -Aaron Paul- y Cassie Ryerson -Emily Ratajkowski-.

Ella se muestra sexy e invita con sus insinuaciones a un romance tórrido, pero algo va mal. Bryan no puede hacer el amor, aunque tiene preparado un anillo de compromiso. Primero, echa la culpa a unas figuras de gnomos situadas en el jardín. Después, por medio de flashbacks, sabemos que han llegado hasta allí para recomponer su relación después de que ella hubiera tenido una aventura efímera con otro hombre durante una borrachera.

La casa y el entorno resultan paradisíacos, y en ese momento intuyes qué va a suceder con un alto porcentaje de acierto. Esa felicidad propiciada por el paisaje y el silencio que rodea a la pareja tiene que romperse antes o después. Pensamos en Eduardo -Francesco Acquaroli-, un vecino de Todi, el pueblo próximo, que les deja una nota en el interior de la casa. Puede dar mala espina, aunque no es él quien se encarga de poner todo patas arriba. Ese es Federico -Riccardo Scamarcio-, que vive en una casa solariega próxima.

Experto en informático, posee un sofisticado sistema mediante el cual visualiza las cámaras instaladas en la casa alquilada por los norteamericanos. Parece tener mucho interés en Cassie, por lo que se presenta como un caballero andante, apareciendo siempre en las situaciones más comprometidas para ayudar a la pareja protagonista. Es indudable que los celos de Bryan se refuerzan. Su novia sigue recibiendo mensajes del hombre con quien mantuvo un efímero encuentro sexual, y no se fía de Ricardo.

El juego de las dos verdades y una mentira que debemos descubrir entre tres aseveraciones aparece como hilo conductor. Bryan también está afectado porque Cassey ha tenido una aventura y él no. En una noche de copas, su vecino le presenta a dos atractivas féminas, Aalessandra -Katy Louise Saunder- e Isabella -Alice Bellagamba-, aunque no recordará a la mañana siguiente lo que sucedió en el transcurso de la noche. Así se llega a un atractivo clímax final. El último cuarto de hora, junto al arranque, es lo mejor de este trabajo del cineasta George Ratliff. Supera con mucho al resto del metraje, lo que no es muy difícil por el convencionalismo de su propuesta y por los estereotipos que se carga como una mochila.

La interpretación de Aaron Paul y Emily Ratajkowski es muy lúcida. El protagonista de Need foe Speed concede a su personaje todo lo que necesita, y aunque no está muy exigido, cumple con nota. Ella se muestra insinuante, sexy y ofrece una réplica suficiente en un triángulo en el que Riccardo Scamarcio es el que sale peor parado. Intenta la mirada de loco, de paranoico o depredador sexual sin que se acerque al pleno. Todo ello, con una puesta en escena plana por momentos, que combina con buenas imágenes y una fotografía crepuscular de Shelly Johnson que reafirma los convencionalismos.

Este tipo de propuestas cobran más importancia medida que se vuelven originales o son narradas con eficiencia porque de sobra sabemos el principio y el final. Producciones como Fuego en el cuerpo o la versión de Alfonso Cuarón de Grandes esperanzas planean en la pantalla, pero se diluyen casi de inmediato con la parada de la pareja en la finca de Eduardo cuando son conducidos por primera vez al reformado monasterio. Tampoco lo ayuda esa sensación de sentirse observados que muestran en las primeras horas después de instalarse.

Es cuando se acerca el final donde todo cambia. Hay sorpresas y la intriga gana muchos enteros. Aparece la sombra de Brian de Palma y lamentas que tuvieras que llegar a ese momento para agradecer lo que se muestra el celuloide. Por eso intentamos el juego de las dos verdades y una mentira: Respira morbo, aunque no se concrete al ciento por ciento; pudo haber sido una buena película y se quedó a medio camino; o Ratcliff no ha sabido corresponder a los elementos que tenía entre manos.

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From → Cine

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