Yo, mi mujer y mi mujer muerta (**)

La última voluntad
Bernardo se niega a cumplir el deseo de su esposa, recientemente fallecida, que deseaba que sus cenizas fuesen esparcidas en una determinada localización de la Costa del Sol. Cuando la tumba de la mujer es profanada, se apremia a cumplir con su última voluntad y viaja desde Argentina hasta España.
Cada uno tiene sus propias carencias. Debe de haber una falla en mi cerebro que me predispone contra Óscar Martínez. No me gusta esa mueca de asco que repite constantemente en sus personajes y, quizá, por esa razón, no valoré justamente El ciudadano ilustre. Tal vez no sea tanta culpa de él como de aquellos que le dirigen porque en Las grietas de Jara creo recordar que estaba más contenido. El caso es que el actor bonaerense es el protagonista de la nueva comedia, si no negra por lo menos oscura, de Santi Amodeo, cuyo largometraje anterior, ¿Quién mató a Bambi? Data de 2013.
Bernardo es arquitecto y profesor de la Universidad de Buenos Aires. El guion le permite hacer una defensa plausible de la existencia de Dios ante uno de sus alumnos más escépticos, aunque muestra un carácter poco sociable. Más bien, parece acostumbrado a que se hagan las cosas como le vengan en gana. Por eso, tras la muerte de su esposa Cris -Cris Nollet, en cuyo entierro no derramó una sola lágrima, desoye su voluntad de incinerarla y esparcir sus cenizas en un lugar de la Costa del Sol, en España.
Cuando alguien profana la tumba, horrorizado, le informa a su hija -Malena Solda- de que cumplirá el deseo de su madre. Sale de Buenos Aires para recalar en la provincia de Málaga. Casados desde hace cuatro décadas, todos los años Cris viajaba a España, donde había nacido, para encontrarse con su hermana, quien le entrega a su viudo una caja con unas fotos y unas cartas que describían su tristeza durante las últimas semanas de su vida y pormenorizaban el día a día del matrimonio.
Esa noche Bernardo se emborracha y termina en el casino donde conoce a un tipo peculiar llamado Abi -Carlos Areces-, un emprendedor del sector de bienes raíces acuciado por las deudas. En compañía de unas relaciones públicas, Amalia -Ingrid García Jonsson- a la que su nuevo amigo presenta al día siguiente, se dispone a buscar el lugar donde debe cumplir el deseo de su esposa. No es otro que una exclusiva urbanización naturista con hotel y campo de golf propios. Los tres se las ingenian para ser admitidos como huéspedes, requisito indispensable para cumplir el propósito que los ha llevado hasta allí.
El protagonista va de sorpresa en sorpresa. Si las fotos de Cris ya denotaban una vida distinta, probablemente más satisfactoria de la que tenía en Buenos Aires, le resultaba más increíble que el lugar donde ella parecía más feliz fuese un espacio naturista. No serán los únicos argumentos de asombro, ya que a medida que se introduce en ese mundo para él desconocido, se va percatando de lo poco o nada que sabía de los viajes que su esposa efectuaba a España cada año.
Con estos mimbres, Amodeo se va introduciendo en la comedia negra, aunque sin llegar a extremos absolutamente oscuros y coqueteando con el thriller. Hace hincapié en lo que cuenta y se olvida de proporcionar a sus personajes un contenido más satisfactorio. La radiografía de Bernardo está bien construida y a Óscar Martínez le funcionan esos papeles serios y contrariados a la vez, cartesianos y sorprendentes. Los que mejor le permiten lucir sus muecas, los que supongo que han ayudado a convertirlo en estrella.
Paralelamente, el autor se ha olvidado de los demás, especialmente de Abi y de Amalia. Ambos merecían un desarrollo mayor, que sirviese para galvanizar la propuesta y que no la arrastrase irremediablemente hacia un final que se enroca sobre sí mismo. Da la sensación de que Amodeo no tenía nada clara la conclusión de su propuesta y la lleva a dar vueltas sobre sí misma hasta que decide rematarla de una forma más ortodoxa. Su puesta en escena es efectiva. Sabe contar la historia, aunque es esta seguramente la que termine escapándosele entre los dedos.
Carlos Areces e Ingrid Garcia Jonsson deberían de reforzar la presencia del personaje principal y únicamente le sirven de comparsas. Todo ello no es óbice para que la película en su conjunto se pueda disfrutar, permita alguna sonrisa y hasta nos llevemos más de una sorpresa si no somos demasiado exigentes. Las imágenes de Buenos Aires y de la Costa del Sol son atractivas, aunque tampoco se haya hecho mucho hincapié en ellas.