Anna (*1/2)
Otra chica guerrera
Su belleza es hipnótica. Gracias a ella, y a sus habilidades, se convirtió en una de las espías soviéticas más valoradas. Una asesina sin escrúpulos capaz de cumplir las órdenes con absoluta frialdad. Para sobrevivir lo mismo alterna amantes masculinos y femeninos que trabaja para dos bandos.
Al francés Luc Besson le gustan las apuestas comerciales, aquellas en las que puede entretener al espectador con acción, toques bien distribuidos de violencia y algo de humor bajo el manto de thriller. Exceptuando su incursión en producciones animadas, sus héroes suelen ser caracteres que trabajan para sí mismos, aunque dependan de otros para ganar prestigio, dinero y experiencia. En los noventa con Nikita, llevó a cabo toda una declaración de intenciones. Con el lapsus de Leon y El quinto elemento, se vuelca en heroínas capaces de vencer a todo un ejército. Baste recordar Lucy.
Estamos en Moscú durante los ochenta y una mujer, Anna Poliatova -Sasha Luss. quiere abandonar el oprimente estatus patriarcal de la época. Gracias a la ayuda de Alex Tchenkov -Luke Evans-, un oficial de la KGB, se pone a las órdenes de Olga -Helen Mirren- para convertirla en una asesina en serie durante un plazo de cinco años, finalizado el cual podrá hacer con su vida lo que le plazca. Sin embargo, el jefe de la organización, Vassiliev -Eric Gordon- desconfía de una cara bonita como la de ella y no está dispuesto a cumplir el acuerdo.
En París Anna trabaja como modelo mientras continúa con su incógnito trabajo, eliminando a todos aquellos personajes ordenados por Olga. Se convierte en amiga íntima de su Maud -Lera Abova-, una compañera de la agencia, lo que no quita que cuando vuelve ocasionalmente a Moscú se entrega pasionalmente a Alex. En el momento en que las cosas se complican y la CIA entra en escena, es el agente Lenny Miller -Cillian Murphy- quien también se convierte en su amante. Un cuadrilátero amoroso que lleva con absoluta discreción y sin que unos sepan lo que sucede con los otros.
Acostumbrado a los excesos, y tras el fracaso de lo que se suponía una serie de corte fantástico, Valerian y la ciudad de los mil planetas, Luc Besson regresa al género que mejores réditos le ha dado: la acción combinada con el thriller. Lejos de mostrar una obra novedosa, esta propuesta parece un refrito de obras anteriores, de esas féminas que, como las ya citadas arriba, constituían un agradable entretenimiento y contribuían a que el cineasta tuviera una fiel legión de seguidores. Desde luego, con Anna no conseguirá ampliarlos. Más bien todo lo contrario.
El talento del artista se deja sentir a cuentagotas en la puesta en escena, con algunas secuencias eficientes, aunque consigue su mayor reconocimiento en los saltos temporales de su historia. Cuando parece que no hay salida, o que se deberá de encontrar un artificio para salir del paso, no duda en regresar unos meses o unos años atrás para darnos la clave de una continuación que se aventuraba poco menos que imposible. Habría que echarle mucha imaginación para que el guion mantuviera una fórmula más lineal sin superar las dos horas a las que llega este metraje.
Hay situaciones increíbles o, cuando menos, difíciles de aceptar que se intentan remediar con unos cuantos disparos de más. Anna se convierte en una especie de súper agente capaz de eliminar a todo enemigo que se ponga por delante. El personaje haría las delicias, en masculino, de un abanico de actores que abarcarían desde Sylvester Stallone hasta Jason Statham, y en ese espectro entran todos esos nombres en los que estamos pensando y algunos más. El texto nos hace comulgar demasiadas veces con ruedas de molino porque las explicaciones son todavía menos creíbles que aquello que sucede en la pantalla.
Besson vuelve a contar con su compositor de cabecera, el parisino de origen español Eric Serra, que dista mucho de firmar su mejor partitura. Otro tanto podría decirse de la protagonista, Sasha Luss, una bella actriz extraída del último largometraje de su autor. En su esfuerzo por llegar a todos los públicos, la cinta se queda muy lejos de la sensualidad que requería el personaje protagonista. Tanto, que es capaz de convivir con un mafioso durante un mes sin que haya sexo. En una producción casi siempre desmadrada, ese aspecto se queda muy por debajo de la línea de flotación.
Anna ofrece más penumbras que luces. Tanto es así que parece haber sido firmada por un discípulo poco aplicado de Besson. Que sea él quien la suscriba resulta difícil de creer, Su heroína no quedará en el recuerdo como otras de sus mujeres luchadoras, incluida la activista birmana Aung San Suu Kyi, la premio Nobel de la paz a quien retrató en the Lady.