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El vendedor de sueños (O vendedor de sonhos) (**)

9 septiembre 2019

El mendigo influencer

Conseguir lo que el dinero no puede comprar es el verdadero éxito para un vagabundo que empieza a gozar de una inmensa popularidad cuando salva del suicidio a un acreditado psicólogo. El personaje oculta un pasado que aúna el éxito con la tragedia y empieza a ser conocido como El Maestro.

En el universo consciente del ser humano se centra la trilogía de novelas escritas por Augusto Cury bajo el epígrafe El vendedor de sueños. El primer volumen, justamente en el que se centra la película del veterano Jayme Monjardim, constituyó un auténtico éxito mundial gracias a un protagonista que, basándose en las enseñanzas de Jesucristo, pregona la alegría, la paz y la honestidad. Alienta a cada cual a perseguir sus sueños partiendo de que el verdadero éxito es aquello que no se puede comprar con dinero.

Dos personas llaman nuestra atención desde el principio. El psicólogo y profesor universitario Julio César -Dan Stulbach- se encuentra en el piso 21 del edificio Sao Paulo dispuesto a suicidarse. Vemos como encamina sus pasos hacia el edificio, donde se encuentra su consulta y como accede a la cornisa mientras un grupo de curiosos se agolpa en el exterior entre fuerzas del orden y servicios sanitarios. Monjardim nos propone un juego de espejos e imágenes reflejadas en fachadas o en el mobiliario urbano. La idea de ensoñación aparece en primer plano, aunque se olvida enseguida.

En otra parte de la zona comercial de la ciudad, Mellon Lincoln Filho -César Troncoso- le pide a su secretaria que llame a Roger, su mano derecha. Más tarde veremos como éste ha intentado desfalcar a la sociedad y la forma en que el exitoso empresario decide prescindir de sus servicios. Con anterioridad regresamos al exterior del edificio en el que Julio César está presto a saltar al vacío después de que los intentos por disuadirle de los profesionales sanitarios y policiales hubieran sido vanos.

Un vagabundo asciende hasta el piso veintiuno y se asoma por la ventana contigua a la del presunto suicida. Hablan, hasta que el recién llegado le ofrece algo que Julio César nos puede rechazar. Se trata de una coma para que pueda seguir escribiendo su historia. Es el primer paso para que al vagabundo le siga el psicólogo y otro personaje con el que mantuvo una mínima conversación en la calle. Más tarde será Dimas, un crío que robó un bolso a una señora y quien, mediante la intervención de ese hombre desaliñado, dio marcha atrás en su actitud. Los tres deciden acompañar a su benefactor como si de convencidos discípulos se tratara. Decididamente, lo aclaman como Maestro.

En la novela de Cury hay más personajes que le siguen de forma incondicional; entre ellos, un enfermo psicótico compulsivo y una bella modelo que padecía de bulimia a causa de las exigencias de su profesión. La película, que no llega a los cien minutos de duración, comprime los personajes de la obra literaria. Lo importante es mostrarnos la forma en que El Maestro comienza a aglutinar seguidores y a convertirse en un fenómeno de masas. En todo un influencer.

Lo cierto es que puede hablar desde la experiencia, puesto que se trata en realidad de Mellon Lincoln Filho, un hombre que tenía a su disposición los coches más lujosos e incluso un helicóptero. Llegó a ser una de las tres personas más ricas del mundo, segundo la revista Forbes. Después de un hecho trágico, su vida dio un vuelco de ciento ochenta grados y ahora vive en un camastro dentro de una zona marginal y rodeado de mendigos con las siluetas de los altos edificios comerciales de la ciudad al fondo.

El comienzo es irregular. El exceso de diálogo constituye una rémora, así como la sosegada puesta en escena de Jayme Monjardim. Conforme avanza, la historia cobra mucha fuerza y, aunque el director no consigue marcar adecuadamente los tiempos, se da la mano con el thriller y muestra un giro final que atrapa al espectador. Los altos responsables financieros recelan ante la escalada popular de El Maestro y sus propuestas, de ahí que lleguen atentar contra su vida. La cinta gana en intensidad, aunque debería de haber alcanzado un grado mayor de atractivo con un poco más de decisión desde la parte técnica.

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