A dos metros de ti (Five Feet Apart) (***)

Romance hospitalario
Basada en una historia real, se centra en dos adolescentes con fibrosis quística que se conocen en el hospital. A pesar de su grave enfermedad, lo que les impide por protocolo médico acercarse demasiado entre ellos para no agravar sus respectivas dolencias, terminan enamorándose.
Vayamos preparando los pañuelos para enjugar las lágrimas que nos provocará esta historia, basada en la vida real de Dalton y Katie Prager, ambos aquejados de fibrosis quística, conocida por sus siglas FQ. Esta enfermedad está sometida a la llamada regla de los seis pies -dos metros-, que establece para todos quienes padecen esta enfermedad no deben aproximarse a menos de esa distancia para reducir el riesgo de una infección cruzada que podría entorpecer su tratamiento e incluso llegar a ser letal. Con ella, son imprescindibles los guantes de látex. Aun así, la esperanza de vida de estas personas es muy reducida.
El guion definitivo le fue entregado al cineasta Justin Baldoni, que hace su debut en el largometraje después de haber tomado contacto con la fibrosis quística cuando dirigió un documental titulado My Last Days. Fue cuando conoció a la youtuber Claire Wineland, a quien llamó como consultora para la película antes de que falleciera por las complicaciones derivadas de la FQ. De entrada, nos presenta a Stella Grant – Haley Lu Richardson-, una muchacha aparentemente extrovertida, unida en todo momento a una fuente de oxígeno.
Es muy activa en las redes sociales y comparte momentos alegres con sus amigas. La procesión va por dentro. Obligada a internarse nuevamente para vigilar como reacciona a la medicación, se abate en una soledad de la que procura evadirse siempre que puede. Al menos, así se demuestra por el trato y la confianza que mantiene con el Dr. Hamid -Parminder Nagra- y las enfermeras más cercanas -Kimberly Hébert Gregory y Emily Baldoni, esposa del director-. También conocía anteriormente e a otros internos, aunque no a Will Newman -Cole Sprouse-, quien no es su personaje que le caiga bien en primera instancia.
Los encuentros se hacen habituales ya que el centro médico les sirve de nexo de unión. Más adelante serán sus sentimientos los que les obliguen a aproximarse, pero siempre teniendo en cuenta la regla de los seis pies. Los dos protagonistas suponen que su enfermedad los llevará a la muerte más pronto que tarde. Stella está decidida a seguir las normas, todo lo contrario que Will, quien no mantiene a rajatabla el tratamiento experimental con el que esperar incrementar la esperanza de vida de los enfermos de FQ, aunque ella consigue que cambie de opinión.
La muchacha, de diecisiete años, le preparara a su amigo una fiesta de aniversario y posteriormente, durante su primera cita, llena de ternura y emotividad, ambos se desnudan en la piscina del hospital para enseñarse mutuamente las cicatrices de sus operaciones anteriores. Los ojos ya están llenos de lágrimas y los pañuelos humedecidos. Habrá más motivos para que estos últimos terminen chorreando. Por ejemplo, la muerte de Poe Ramírez -Moisés Arias-, un amigo de Stella al que nunca pudo abrazar, cuando deciden ir juntos a ver las luces de la ciudad, o en el momento en que ella rechaza un trasplante que puede alargar su vida alrededor de cinco años. Sin olvidar el incidente en el que Willa se ve entre la espada y la pared por tener que acercarse demasiado a ella si quiere salvarla.
Puedes adivinar lo que viene, sabes que están jugando desde la pantalla con tus sentimientos y reconoces que la oferta podía haber sido mucho más meritoria. Lo cierto es que, de cara al espectador, todo funciona bastante bien. En cuanto al melodrama que propone, baste con recordar una frase del guion: No tenemos tiempo para la delicadeza. Por eso se llora sin consuelo con un filme que, de alguna forma, reivindica un subgénero cuyo último eslabón importante fue la cinta de animación japonesa Quiero comerme tu páncreas. Buena parte de culpa tiene la actriz Haley Lu Richardson, tan carismática como eficaz en su interpretación. Está bien respaldada por el resto del elenco, si bien ella brilla con luz propia.
Justin Baldoni nos propone una fotografía clara, próxima al cómic, para ofrecernos una narración que evoca un cuento que en ciertos pasajes da la impresión de que está iluminada de forma deficiente. Es una apuesta clara después de su experiencia en la pequeña pantalla. Si la hubiera rodado algunos decenios antes seguro que habría recurrido a los filtros tan en boga de los setenta, e incluso en épocas anteriores, en pleno dominio del blanco y negro. En ocasiones, sus encuadres resultan abigarrados, con demasiados elementos, y siempre aprovecha al máximo el entorno, ya sea en lo que respecta al hospital como en sus salidas al exterior.